N ° 49
Buenos Aires, diciembre 24 de 1999.-
Colombia ha tenido un drama a lo largo de su historia, el uso de la violencia para decidir y dirimir las cuestiones de poder. Hace más de un siglo eran liberales y conservadores quienes comenzaron con la práctica de matar a sus adversarios. La violencia siempre fue algo comuna en la vida política.
La aparición de la guerrillas marxistas y el narcotráfico exacerbaron la situación. La llevaron a un punto de difícil tolerancia. En Colombia se mata por nada, inclusive a los futbolistas.
Pero todo tiene una explicación. Por ejemplo la “industria del secuestro extorsivo” en su forma actual es sucesora del desmembramiento de los carteles de Medellín y Calí. Los cientos, miles de sicarios y miembros de esos carteles vivían con gran lujo y de repente pasaron a ser desempleados. Algunos, los más violentos, descubrieron que tenían armas, sabían esconderse y esconder, etc. y así nació, o se transformó en industria el secuestro extorsivo.
Los violentos de los carteles querían seguir viviendo fácil y bien, gastando enormes sumas de dinero, consumiendo droga y encontraron el camino del secuestro extorsivo.
La guerrilla es distinto. El renombrado Tirofijo Maturana y sus sicarios han vivido por más de 40 años como líderes de un movimiento guerrillero comunista. No saben vivir de otro modo. A los setenta y tantos años ya no quieren cambiar de trabajo, no sabrían que hacer y temen terminar su carrera de poder como taxistas, oficinistas, legisladores, etc.
Se trata de criminales que tienen poder de vida y muerte sobre mucha gente y no desean perderlo.
El plan de diálogo y paz del actual Presidente Andrés Pastrana es un camino valiente. Valiente porque creo que se necesita más valor para no levantar un arma cuando el enemigo la tiene y te apunta que para iniciar los tiros.
Pero además de valiente es un plan inútilmente valiente. Porque las FARC no están dispuestas a la paz. Anunciaron una tregua unilateral por la Navidad y a los dos días seguían matando. El gobierno de Pastrana está encerrado en una ‘realidad virtual’.
En cada conferencia con los líderes guerrilleros resulta claro que piensa cada bando. Los guerrilleros se sientan poniendo sus ametralladoras y fusiles automáticos sobre la mesa en forma ostentosa. Mezclan una retórica nacionalista evocando la “pobreza y desigualdad, culpando al neoliberalismo y la maldad del imperialismo yanqui” en un galimatías incomprensible pero sensiblero.
La verdad de su proyecto fue confesada a la periodista Elizabeth Burgos a quien ante la pregunta sobre que tipo de gobierno respondería a sus aspiraciones, le expresaron: Cuba y Corea del Norte, y para llegar a esos modelos creen en el camino de las armas, no en el voto. No pudieron ni ser más claros, ni más sinceros.
Siempre el comunismo cree en ese camino ya que los pueblos no los acompañan con su voto, entonces acusan que la democracia está corrompida y no resulta confiable.
Sumemos a esas nefastas ideas el impuesto “revolucionario” que pagan a las FARC los narcotraficantes de no menos de 1.000 millones de dólares cada año y la vacilante política oficial de cada gobierno colombiano y comprenderemos fácilmente porque el proyecto de paz del Presidente Pastrana es otra ilusión colombiana.
La prensa entre tanto se ha convertido en cómplice de las FARC ya que se suma al recitado del ‘catecismo pacifista’ y concede amplio espacio a las declaraciones de los guerrilleros, haciendo entonces las veces de correa de transmisión de sus mensajes a los colombianos.
Una dificultad aun mayor es que el sindicato Asonal Judicial (nuclea también a jueces y fiscales) tiene por presidente a Eduardo Garzón, miembro del Comité Central Comunista desde 1991. El 8° Congreso de la Asonal ratifico ‘el compromiso de luchar por el socialismo que aun no está derrotado en la humanidad’. Con tales antecedentes no resulta extraño que los oficiales de las fuerzas armadas colombianas, de la policía resulten sometidos a denuncias y procesos basados en testigos anónimos y encapuchados.
Si los mismos jueces, fiscales y demás empleados judiciales pertenecen a grupos comunistas es difícil esperar resultados distintos como no sea el ataque solapado a todos los oficiales militares que puedan derrotar su brazo armado, las FARC.
El anhelo de paz de la sociedad colombiana que intenta Andrés Pastrana no es compartido por el comunismo, ni por su brazo armado las FARC. Para estos todo cuanto contribuya a la revolución es bueno, matar, secuestrar, negociar con droga, destruir torres de energía y oleoductos, etc.
Mientras tanto las instituciones son socavadas y los colombianos huyen con sus capitales a Miami. La paz así es otra ilusión colombiana.
Colombia necesita al igual que muchos otros países sacudidos por el flagelo del narcoterrorismo que tanto los EEUU como Europa actúen en serio contra el comercio de drogas en sus territorios o que se encuentren un mecanismo de regulación y legalización que termine con la guerra y el comercio que sirve para financiar las bandas terroristas.
Por cierto que la droga para ser producida necesita precursores químicos que no se fabrican en Colombia, sino en Europa y los EEUU, va siendo hora que controlen la exportación de ellos si en verdad quieren combatir las drogas.