N ° 47
Buenos Aires, diciembre 10 de 1999.-
Los ‘opinólogos’ de turno hablan de la “luna de miel” que todo nuevo gobierno merece tener. Es más la sitúan en los 100 días, sin explicar porque. Sería bueno que alguna vez opinólogos, periodistas y políticos se ocuparan no de la “luna de miel” de un gobierno, sino de la luna de miel que nos merecemos los ciudadanos.
Para romper el hielo el nuevo gobierno intenta darnos sin anestesia un “impuestazo”. No importa la excusa, se trata de confiscar una vez más el dinero, el patrimonio de los ciudadanos.
Agravando más aun la pretensión aliancista sostienen que el Justicialismo debería apoyarlos con su voto para no poner palos en la rueda. Aprobar sobre tablas, sin debate es una verdadera muestra del autoritarismo que nutre sus ideas. Nada más importante que discutir los impuestos y el gasto público, el presupuesto.
Solo a un socialista, a un autoritario se le puede ocurrir que un proyecto de nuevos impuestos debe ser votado sin debate, utilizar presiones de cualquier naturaleza para obtener aprobación de impuestos sin debate, ni estudio.
Para mayor agravante el paquete tributario se sustenta en un fuerte aumento de impuestos internos. Muchos se preguntarán cual es el agravante de estos impuestos frente a otros. La respuesta sorprende a más de uno, es la corrupción.
Porque basta presentar un proyecto de aumento de impuestos internos para que se desate una ola de compra de votos. Empresarios que no quieren que se los pongan, legisladores que negocian su voto. Y ni siquiera dejan rastro. Es un viejo juego que cualquier persona conocedora de los entresijos del poder conoce.
A vos te aumento tanto. A vos no te toco. A vos te bajo tanto de lo que envío el “ejecutivo” y a vos te los subo porque consumir tus productos es una manifestación de riqueza.
En segundo lugar todos los impuestos anunciados significarán una menor capacidad adquisitiva de los ciudadanos. Si compran menos, las empresas producirán menos. Habrá menos trabajo y en la caída de la actividad económica habrá menor recaudación.
Vuelvo además a recordar que durante más de cinco años la oposición, en especial el Frepaso, se dedicaron a predicar que el Estado gastaba cuatro mil millones de dólares anuales en corrupción. Me vuelve a la cabeza que piensan seguir robándolos, o si crece la economía (como el mismo Machinea reconoce que sucederá) quieren robar el doble.
No hay alternativas. Deben bajar el gasto público, bajar impuestos y simplificarlos, perseguir entonces a los evasores. Pero si los impuestos siguen siendo tan elevados no hay forma pagarlos.
En Argentina hay más elusión que evasión. La gente, los empresarios no pagan porque los impuestos son impagables, pagarlos para muchos es la quiebra, o dejar de alimentar a sus familias, a ellos mismos. ¿Y para qué? ¿Para mejorar la seguridad, la justicia, pagar mejores salarios públicos, jubilaciones, etc.? Todos sospechamos, en mi caso es certeza, que no.
La burda y estúpida excusa, o slogan, que los impuestos “van sobre los más ricos, los que más tienen” demuestra que muy cerquita de la superficie los aliancistas son socialistas. Creen que la riqueza es estática, que quienes la tienen la “robaron a otros”. No pueden comprender que la riqueza se crea, que quienes la tienen la merecen y que cuando se anuncia que se les quitará el fruto de sus esfuerzos se desincentiva el círculo virtuoso de la creación de la riqueza.
Tal vez la opinión más fuerte escuchada sobre este paquete impositivo las dijo el Rector del CEMA y ex Viceministro de Economía, Carlos Rodríguez quien expresó que el paquete demostraba que: “José Luis Machinea demuestra que no aprendió nada, que sigue sin saber hacer las cuentas. Estamos ante una brutalidad expropiatoria, una locura, un desastre, un circo grotesco y socializante”.
Continuó su relato señalando que a “se pasaron toda la campaña diciendo que iban a combatir la evasión y a dos días de asumir aun no tienen director de la DGI para que combata la evasión, pero sí tienen paquete impositivo, que lo único que va a hacer es que suba más la evasión”.
El periodismo “progresista” igualmente desde el mismo 25 de octubre se embanderó en darle una luna de miel al Frepaso y comenzó a hostigar a Fernando de la Rua para obtener cargos para dirigentes frepasistas y alfonsinistas. Es decir para condicionar a de la Rua.
Todo cuanto se publica y dice desde el “periodismo políticamente correcto” se dirige a evitar la presencia de dirigentes de centro o centro derecha, moderados, etc. El caso de Juan Llach es uno de los ejemplos sobresalientes de esta estrategia, no pueden atacarlo por corrupto a pesar de haber sido importante funcionario del gobierno justicialista, entonces rápidamente lo acorralaron como un enemigo de la educación pública, gratuita, etc.
En algún momento volveré sobre la supuesta gratuidad de la educación pública en nuestro país. Gratuita para los que asisten a ella, pero se paga con impuestos. La educación es un acto privado no existe razón alguna para dejarle esa responsabilidad al estado. El estado como mucho debería asegurar el acceso a la enseñanza.
Pero el ataque fue tan certero que obligaron a que Llach debiera retroceder en muchas de sus ideas desde el comienzo. Y aquí ganaron una victoria importante que nos vuelve a llevar a la “luna de miel”. Lo que existe es la fuerza del inicio de toda acción de cambio que la burocracia intenta resistir.
Resistencia que Milton y Rose Friedman llamaron “La tiranía del statu quo”, aquella que impide cambiar, que dice que sí pero obstaculiza todo sabedora que la energía de los políticos se pierde en el tiempo. No se trata de la “Luna de Miel” de un gobierno, sino de cuanta energía tiene, y cuanto tiempo puede mantener el foco en su objetivo un funcionario antes que el ‘expedienteo’ diario lo haga un burócrata más.
No hay luna de miel, ni para el gobierno, ni para los ciudadanos. Los que quieren imponer que todo gobierno se merece tenerla pretenden avasallar nuestra inteligencia, nuestra libertad y propiedad. Crean una excusa para avanzar sobre la libertad, el patrimonio y la moral de las personas. Frente a ellos es bueno decirles que nadie tiene derecho a un segundo de nuestro tiempo, ni de nuestra propiedad.