N ° 46
Buenos Aires, diciembre 03 de 1999.-
Mientras casi todo el periodismo busca mostrar fricciones de la transición presidencial la realidad parece ir por otra vía. No es una transición más. Lo primero que podemos destacar que el gobierno del Presidente Carlos Menem es el primer gobierno justicialista que abandona el poder por el voto popular. Jamás antes el Justicialismo finalizó un mandato y fue derrotado en elecciones libres bajo su administración.
Ello tiene un valor histórico trascendente. Si además consideramos que ni siquiera Alfonsín cumplió su mandato constitucional, ya que según sus palabras públicas “decidió resignar el cargo de Presidente de la Nación desde el 30 de junio de 1989”, pero ello fue en medio de un caos económico, social y de violencia colectiva desatada como consecuencia de la hiperinflación.
Alfonsín en su presidencia terminó con un principio histórico del radicalismo, el rechazo al ‘unicato’. Es decir la reunión del cargo de Presidente de la Nación con el de presidente del partido oficial en la misma persona. Hoy mismo Fernando de la Rua dando una lección de moral cívica ha renunciado al cargo de presidente de la Unión Cívica Radical, cargo que asumirá Alfonsín.
¿Cuántos argentinos vieron un cambio de presidente de un partido distinto al del gobernante? ¿Cuántos lo pudimos ver en paz, con estabilidad económica? No son los 16 años de democracia que tanto nos van a machacar estos días, es la alternancia a partir de una elección libre en la cual el justicialismo la perdió.
Es la primera vez que no se van con un golpe y los “contreras” como los llamaba Perón debieron recurrir al voto de las armas para hacer un cambio de gobierno. Ha sido el arma del voto la que nos da este cambio.
Es de esperar que la izquierda frepasista no desborde esta transición, ni la nueva gestión, que no convierta la gestión de Fernando de la Rua en una caza de brujas. Si se descubren actos de corrupción que la justicia los investigue y juzgue, pero que las fuerzas de la ‘administración’ no se enfoquen en perseguir el pasado, sino en resolver los problemas que nos quedan, y que no son pocos.
No volvamos a las cazas de brujas y las comisiones especiales. No se va un gobierno golpista que viola los derechos humanos. No se va el peronismo por un golpe militar engendrado desde el odio y la imposibilidad de vencerlo electoralmente. En cuanto a la corrupción es la hora de la justicia. En cuanto a la democracia es una hora histórica, desde que nací no hubo un cambio en paz como este.