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N ° 41

Buenos Aires, octubre 29 de 1999.-

¡ay! LAS ENCUESTAS

Bastante tinta corre antes y luego de cada elección, las más de las veces para denostarlos por quienes aparecen mal en ellas y defenderlos cuando les da bien. Esta demasiado trillado el tema, pero algunas cuestiones adicionales queda por comentar, máxime para evitar soluciones regulatorias o de censura temporal como tantas veces proponen los políticos.

Prohibir su publicación no evitará que tanto periodistas, como políticos y empresarios las encarguen y las lean. Las encuestas restan o suman aportes financieros, porque los empresarios en cualquier país intentan apostar al ganador y darle algo a la oposición “por si la necesitan”. Frente a ello los políticos deberían ocuparse de financiarse más con sus seguidores que con los empresarios.

Como en muchas otras cuestiones lo alarmante es la falta de memoria y sanción social a los fracasos de las encuestas, a las justificaciones de los encuestadores cuando sus números son desmentidos por las urnas.

El pasado domingo luego de concluidas las elecciones muchos encuestadores ya no solo comentaban resultados electorales sobre la base de sus erróneas encuestas “de boca de urna”. Así seguían sin importar que el escrutinio ya comenzaba a mostrar las gruesas diferencias con muchas encuestas.

Las explicaciones en Azul TV llegaban a explicar y analizar los motivos de la derrota de Ruckauf y la victoria de Fernández Meijide y Pinky. Los encuestadores y políticos aliancistas explicaron el porque de una victoria, que por esos minutos ya comenzaba a desmentir el escrutinio. Ante tal circunstancia continuaron dando sus explicaciones bajo el lema ya el escrutinio se ajustará con las encuestas.

La mejor sanción que podrían recibir quienes no se hacen cargo de tamaños errores sería el no llamarlos, al menos por un largo tiempo, para ‘que nos ilustren’ sobre que pensamos y hacemos nosotros mismos. Los ciudadanos deberíamos hacer buena memoria y poner entre justas comillas sus opiniones en futuro, o mejor aún hacer zapping.

Lo grave no ha sido el error en una ciencia dificultosa como la sociología y las encuestas, sino que en vez de asumir públicamente el error analicen como si hubieran hecho acertadamente su trabajo.

 

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