N ° 36
Buenos Aires, septiembre 24 de 1999.-
Los isleños definitivamente no son hostiles a los argentinos. Hay idiotas como en todas partes. Y si aceptamos que 30 tipos representan a la mayoría, sin duda que ganaron los idiotas. Lo malo es que lo hacen gracias a nosotros que les damos importancia.
¿Cómo pueden ser hostiles si no faltó uno solo de los invitados a participar de mi fiesta de cumpleaños? Vinieron Consejeros, el mismísimo Gobernador –que representa a la reina-; amigos que fuimos conociendo con el correr de los días. La organización de la fiesta fue una filigrana digna del Pimpinela Escarlata (que en realidad es un personaje real, amigo del Cadete).
Todos pusieron su grano de arena. Los Aberg Cobo actuaron como organizadores en primera fila. De hecho, la única filmación del acontecimiento la tiene Martín en su poder. Hubo un clima de distensión; hasta de cordialidad; en algunos casos de franca amistad naciente, que regado todo por una generosa canilla libre (si lo sabrá mi bolsillo) hizo que la invitación que decía “de 19 a 21” luciera ridícula. Empezando por Lamond, el Gobernador, que partió de mala gana a las 22:30, el resto se dedicó a confraternizar ilimitadamente en algunos casos, hasta altas horas de la madrugada.
Otro ejemplo de buena disposición fue el haber concretado el partido de fútbol de nuestros periodistas contra los “red socks” locales. Todo empezó de la mano de un camarógrafo uruguayo que trabaja para un canal argentino. Sus compañeros le encomendaron la gestión, y durante toda la semana se fue tejiendo la delicada trama del enfrentamiento deportivo. Lo demás ya salió en los diarios y revistas que anduvieron por allá junto con nosotros.
Nuestro cementerio en Darwin es cuidado por ellos. Y lo tienen en una forma que me hace pensar sobre si sería lo mismo si lo tuviéramos acá en el medio de la Patagonia a cargo nuestro.
Otro punto interesante es experimentar lo que ellos llaman su “estilo de vida” que exigen sea respetado bajo cualquier circunstancia. Una de las mayores ventajas de ese estilo de vida son los derechos de pesca, que aparte de proveerlos de servicios de todo tipo de manera gratuita, les deja una buena cantidad de libras en sus propios bolsillos a cada ciudadano. Se llega a extremos como estos: cuando una parturienta está llegando al momento de alumbrar, viaja el médico obstetra desde Londres para atenderla. O bien, los jóvenes que resuelven seguir estudios universitarios saben que cuentan con una beca que incluye los aranceles de la mejor universidad de Inglaterra y las libras necesarias para sostenerse durante su permanencia fuera de las islas.
Hablar del frío y del viento omnipresente es casi una redundancia. Todos hablan de un precioso verano. Lleno de flores y animales silvestres. Con interesantes posibilidades de visitar las estancias (con los Aberg Cobo fuimos a una que queda en la isla Pebble). Y para los pescadores, nos dicen que no hay que perderse la posibilidad de probar suerte con las moscas. A veces, aparece un salmón de 20 kgs. y seguramente será para quien le toque algo inolvidable.
Hay empresarios que sueñan con joint ventures con argentinos. Y no solo los vinculados al turismo. También los que tienen empresas de pesca o intereses en la incipiente industria petrolera. Los e-mails que nos llegan son el mejor testimonio de esto.
No sé. El sentimiento que compartimos con los amigos que fuimos es que la mejor experiencia sobre el tema es la propia. Y esto vale para todos los que el tema les interese de alguna forma en particular. Sean políticos, diplomáticos, ciudadanos curiosos, o patriotas entusiastas.
Aquí me quiero permitir un párrafo sobre los veteranos de la guerra que en estos días aparecieron opinando sobre el tema de las islas como si fueran expertos excluyentes. Un mecánico que le tocó ir a la guerra, sigue siendo un mecánico, y salvo que se haya formado especialmente, no sabe de historia más que el mecánico colega suyo que atiende en la otra cuadra. Los programas televisivos que instalan a estos compatriotas opinando con agresividad contra todos los que no coincidan con ellos, no deberían olvidarse de esto: si fuera verdad que la victoria no da derechos –cosa que dudo-, la derrota tendría que dar todavía menos. Pensar lo contrario sería aceptar vivir “en el reino del revés” que nos canta María Helena Walsh.
Sí es claro que hoy todo lo que vaya a seguir pasando y los progresos que se puedan hacer para llegar a un acuerdo definitivo, depende más de los ciudadanos comunes que de los gobiernos de cada país. Y esta responsabilidad es la que deben sentir en sus espaldas todos los argentinos que vayan a las islas. Los gobiernos, particularmente el argentino, han hecho un esfuerzo de imaginación y paciencia que será recordado seguramente por la historia. Ahora la historia nos toca escribirla a los ciudadanos comunes.