N ° 36
Buenos Aires, septiembre 24 de 1999.-
No nos habíamos relajado aun del accidente del avión de Lapa, cuando una banda de delincuentes asalto el Banco Nación de Villa Ramallo. ¿Hay un común denominador entre ambos casos? Lamentablemente sí. La irresponsable actitud del periodismo y de los dueños de los medios de comunicación.
En la Argentina hemos sufrido todo tipo de periodismo. Del silente, cómplice, obsecuente y amancebado de las radios y televisoras estatizadas, diarios y revistas dependientes de la publicidad oficial, a los movileros irrespetuosos e ignorantes, los actuales directores de noticieros a quienes les importa más una primicia verosímil que la verdad, o la vida y honor de los demás mortales.
Si tomamos en retrospectiva esos casos, vemos como primero llenaron de acusaciones irresponsables con un fanatismo y falta de información vergonzosos. Hay desenfreno, ignorancia y falta de cualquier sentido común. En especial en la televisión.
No resulta fácil formarse opinión clara sobre el tema de Villa Ramallo porque la información cambia minuto a minuto. Se ha mentido e imaginado por el mero deseo de encontrar culpables y llenar la mente del televidente. Y para borrar aquellas barbaridades ahora siembran sospechas a diestra y siniestra con el resultado de aumentar la confusión.
Los canales de televisión filmaron con tanto entusiasmo el dispositivo de seguridad policial que los delincuentes solo tenían que encender el televisor para saber que podrían hacer. Les importaba más la primicia y el morbo de sus movileros (inclusive él de los ya no tan jóvenes) que las vidas de los rehenes. Luego todo fue culpa de la policía, oportunamente obviaron las palabras de algunos agentes policiales que antes de cobrar dimensiones el tiroteo explicaran que la balacera evito que el automóvil atropellara muchos periodistas y camarógrafos.
Que el operativo finalizo mal, es cierto. ¿Podía terminar de otra forma? Nadie lo sabe, pero hay algunas cuestiones para situarnos en el caso. Varios años después de la toma de Waco por el FBI se está investigando porque fallecieron los rehenes de la secta y muchos fieles. Hace algunos meses en Los Angeles, California, fallecieron cinco rehenes que habían tomado los delincuentes que asaltaron un supermercado.
Hace menos tiempo aún el propio Grupo Halcón de la Bonaerense rescato rehenes en varios asaltos arriesgando la vida de los propios agentes de ese grupo. Santo Biasatti, Georgina Barbarossa, etc. los invitaron y los presentaron como héroes, los mismos que ahora los crucifican ante la audiencia.
Existe todavía una cuestión de más difícil explicación, porque si los delincuentes pensaron escapar llevando consigo a los rehenes ¿porqué no avisaron? No resulta lógico llevar los rehenes y no avisarlo porque esa era la chance de escapar con vida y éxito. Salvo que estuvieran drogados, o algo así. Errores de la Policía y del juez también existieron, es obvio decirlo.
Pero al periodismo en general solo le ha importado buscar algún culpable dentro de las autoridades. Son como los ‘colados’ que gritan con fuerza para disimular su calidad, ellos quieren que todo sea culpa de los otros.
Periodistas que ofrecen cámaras y micrófonos a los delincuentes para que ataquen a jueces, policías, etc. y creen que no han alentado a la delincuencia. O los otros periodistas que piden mano dura y al ver dos rehenes muertos parecen desconcertados.
Chiche Gelblung, González Oro y Eduardo Feimann hicieron reportajes y crónicas excepcionales. A policías, rehenes, familiares e inclusive durante la toma de los rehenes a los propios delincuentes. El propio negociador de la Policía así lo señalo.
Sumados a ese estado de locura colectivo todos los que hace dos semanas ignoraban porque vuela un avión, y aun hoy, pero ya eran expertos en accidentes aéreos ahora se convirtieron en expertos en seguridad. Claro que la vida tiene situaciones distintas a las de la escuela colectiva (Hollywood y nuestros ignorantes ilustrados, casi todos los periodistas y políticos).
Entre ese grupo público de inconscientes hay un nutrido grupo de políticos que ven una lámpara y se creen obligados a fruncir el ceño y señalar responsables en el partido político de sus adversarios.
Una actitud curiosa fue la de Fernando De la Rua, quien rompiendo su tradicional actitud de no decir nada o hacer algo, expreso que la responsabilidad por las muertes es de la “autoridad política” (obvia referencia a Duhalde). Curiosa porque los cinco jóvenes ahogados en el lago de Palermo, los dos electrocutados en un recital organizado por uno de sus más íntimos colaboradores, Dario Lopérfido, o el joven ahogado en una boca de tormenta, no fueron jamás para él responsabilidad de la “autoridad política” (que en esos casos resulta el mismo De la Rua).
Sí hay una conclusión clara y terminante. Los primeros y principales culpables fueron los delincuentes que asaltaron el banco. Sin el intento de robo y toma de rehenes de esto no haría falta escribir.