N ° 35
Buenos Aires, septiembre 17 de 1999.-
El rechazo del pedido de extradición de Lino Oviedo del gobierno ha llegado en nuestro país al debate electoral. Al igual que durante años Malvinas y otras cuestiones internacionales no logran convertirse en una política de estado. No porque todos debamos gustar del asilo a Lino Oviedo, o del rechazo de su extradición, sino porque debatimos todo hacia fuera.
El gobierno argentino procedió conforme con dicho Tratado que reza en su artículo: 22/7 “toda persona tiene el derecho de buscar y recibir asilo en territorio extranjero en caso de persecución por delitos políticos o comunes conexos con los políticos” y el 22/8 dispone que “en ningún caso el extranjero puede ser expulsado o devuelto a otro país, sea o no de origen, donde su derecho a la vida este en riesgo de violación a causa de su raza, nacionalidad, religión, condición social o de sus opiniones políticas.”
Es claro que en Paraguay donde se ha comprobado que hay imputados, testigos torturados, se asesino a mansalva y por la espalda a un sospechoso, Oviedo no tiene garantías de poder ejercer su defensa en juicio.
Más aún todos saben que el gobierno de facto del Paraguay en realidad hace de esta extradición de Oviedo una cuestión para aumentar su apoyo entre los adversarios políticos de aquel. Política que los ha llevado a hostigar a los diplomáticos argentinos. Alentando protestas y turbas contra dichos miembros de nuestro gobierno. Reproducen el tipo de maniobras del Ayatollah Khomeini contra los EE.UU.
Pero frente a estas acciones la oposición prefirió llamarse a silencio en lugar de apoyar la situación de Argentina. El mismo De la Rua debió entonces escuchar a un abogado paraguayo mostrando ante las cámaras de televisión los diarios de 1984 cuando él se reunía con Stroessner. El letrado decía con suspicacia que como Oviedo había tomado prisionero a Stroessner y asegurado así el éxito del derrocamiento del dictador, por lo cual De la Rua participaba de la venganza contra Oviedo.
No me cabe duda que ello es mentira, pero claramente me pregunto si Oviedo es peor que Stroessner. La respuesta obvia es no, y entonces sigo preguntándome, De la Rua está sobreactuando o sinceramente ve golpistas cuando le conviene.
En Uruguay donde también habrá elecciones presidenciales en octubre de 1999, el rechazo por de un pedido de extradición similar no solo no fue motivo de discurso electoral, sino que por el contrario la oposición respaldo en forma terminante al Presidente Sanguinetti. Lo mismo sucede en brasil con los casos de Stroessner y Cubas.
Hace años cuando un pesquero español fue capturado en Canadá en plena campaña electoral el actual Primer Ministro, entonces jefe de la oposición, se entrevisto con su adversario Felipe González y al salir del mismo, solo expreso su respaldo a la gestión del ‘gobierno español’.
La diferencia con nuestro país es que debemos aprender a tratar estas cuestiones internacionales puertas adentro. Los dirigentes argentinos necesitan aprender a no andar cuestionando todo solo por creer que ganarán un voto.
En el caso de Oviedo resulta de mucha mayor gravedad ya que el gobierno de facto del Paraguay se erige en juez del nuestro que es legal y democrático. Y además porque el Pacto de San José de Costa Rica de Derechos Humanos y la Constitución Nacional son como Jorge Luis Borges, todos hablan de él pero pocos lo han leído.
Como expresé hace tiempo a Oviedo ni lo conozco, ni me atrae, más bien lo hubiera combatido, democráticamente claro. Pero ello no me obliga a disimular que en Paraguay hay un gobierno de facto encabezado por los discípulos de Stroessner, que no se respeta el derecho de defensa en juicio, ni la libertad de prensa.
Por eso los dirigentes políticos argentinos deben aprender a no dejarse llevar por las luces de una cámara de televisión cuando tratan cuestiones internacionales.