N ° 33
Buenos Aires, septiembre 03 de 1999.-
El martes en forma repentina y trágica periodistas y políticos comenzaron a buscar quien era el culpable del terrible accidente del vuelo 3142 de Lapa. Todos buscaban que la culpa recayera sobre alguien o algo que no les fuera perjudicial.
¿Porqué podía serles perjudicial? Porque el largo debate acerca de la aeroisla, el traslado del aeroparque a Ezeiza, etc. tal vez ahora podía significarles el enojo electoral de la ciudadanía. Otros porque tal vez su empuje por trasladarlo podría traerles votos. En el periodismo es una cuestión de no perder rating, ni hacerse cargo del error de haber tomado posición en la cuestión.
El canal Todo Noticias (TN) del grupo Clarín fue el ejemplo cuando una periodista señaló que de haberse construido la aeroisla el accidente no hubiera sucedido o hubiera sido menos grave. Su colega masculino inmediatamente debe haber recordado que el grupo Clarín había sido fuerte opositor al proyecto por lo cual la reprendió y acuso a Lapa por falta de mantenimiento. Todavía no se había encontrado la caja negra.
Alicia Castro Diputada del Frepaso y sindicalista del personal aeronavegante (azafatas/os) comenzó a gritar en el lugar del accidente acusando al gobierno por supuesta falta de supervisión en el mantenimiento de las aeronaves comerciales. Como ella ha perdido las elecciones de 11 de las 12 delegaciones del gremio debe haber creído ver una oportunidad de recuperar espacio en el gremio. La caja negra seguía sin haber sido encontrada, ni obviamente analizada.
En una línea opositora se pretendió que las líneas aéreas estatales serían más seguras que las privadas que tienen un desmedido ánimo de lucro, según dirigentes como el diputado Juan Baylac (UCR). Olvidando cuantos accidentes tuvieron Austral y Aerolíneas Argentinas siendo estatales.
Casi resulta de perogrullo señalarles que nadie que vuela un avión supone que va a accidentarse, ni mucho menos se arriesgaría a volar si supiera que se “garroneo” el mantenimiento. O que un empresario y una compañía de seguros arriesgarán decenas de millones de dólares por ahorrarse algún tornillo, filtro, relay, etc.
Nadie puede obligar a un pasajero a elegir la línea en la que ha de volar así resulta obvio que para una aerolínea una mala reputación del mantenimiento de sus aviones resultará casi seguro en la quiebra. Porque la empresa privada tiene un fin de lucro es que normalmente prestará mayor cuidado a sus clientes que un funcionario público.
También debe tenerse en cuenta cuanto ha hecho Lapa por el desarrollo del transporte aéreo. No por bondad sino por ganar dinero, pero en ese camino abrió el camino a líneas que dan menos comidas y cobran un pasaje más barato. Resulta difícil creer que un exitoso empresario Andy Deustch sea un suicida empresarial.
El Presidente Carlos Menem inmediatamente señaló que él siempre había impulsado cerrar el aeroparque. Alvaro Alsogaray que la aeroisla hubiera sido la solución.
Prudentemente De la Rua y el radicalismo en general permanecieron en silencio, para obviar que se habían opuesto a trasladar el aeroparque hace menos de un mes en una audiencia pública. Igual hicieron los empresarios que temen la competencia de otros medios de transporte en caso de traslado de la estación aérea.
Todavía mientras escribo estas líneas nadie sabe con certeza que paso, la investigación técnica recién comienza.
Lo que parece de una gravedad insoluble es la irresponsabilidad de muchos políticos, periodistas y ciudadanos cuando ahora pretenden histéricamente señalar que cosas deberían hacerse.
Que el aeroparque esté donde está difícilmente tiene que ver con la cuestión estricta del accidente. Sí mantenerlo dentro de una ciudad altamente poblada es un riesgo y si dejamos al aeropuerto en dicho lugar debemos asumir las consecuencias. Asumirla todos, políticos, sindicalistas, empresarios, periodistas y ciudadanos influyentes a quienes les resulta cómodo llegar o salir desde el aeroparque Jorge Newbery. Los que viven cerquita.
Para que nadie se engañe o crea que oculto algo, creo en el traslado del Jorge Newbery a Ezeiza, por lo menos. La diferencia de tiempo en los viajes para mí sería de 30/40 minutos más al menos. Aeroparque me es cómodo pero creo que el costo posible de víctimas en un accidente más grave no se justifica por mi comodidad. Ni por la actitud de muchos empresarios aerocomerciales que verían competir a otros medios de transporte en las distancias cortas.
Creo que trasladar el aeropuerto sería bueno porque tendríamos un mayor espacio verde y no hay muchos lugares donde obtenerlo. Pero sé que sería un espacio verde muy caro y tal vez para una sociedad con problemas no sea justo porque algunos preferimos más verde gastar dinero de todos.
La aeroisla me parece cara, aun cuando su relleno sería con el refulado del dragado del canal Mitre. Pero dañaría aun más la ribera rioplatense. Trasladar las operaciones del aeroparque a Ezeiza requiere que tampoco se permita una nueva ciudad alrededor de ese aeropuerto. Bastantes contras tiene por ser un pozo de niebla.
Que existan comercios, restaurantes, estaciones de servicio y drivings alrededor del aeroparque no son algo de la gravedad que ahora todos parecen pretender. En primer lugar si no se hubiera construido el driving el avión hubiera caído a un pozo gigante y a cuatro metros se hubiera estrellado en un depósito de agua contaminada y donde hasta se abandonaban automóviles.
Los argentinos que tanto gustamos de Miami no podemos engañarnos, ya que llegamos a un aeropuerto sobrevolando la ciudad, rodeado de galpones, empresas, autopistas y también estaciones de servicio. Hace dos años allí se cayó un avión cuando despegaba sobre el edificio de una empresa a no más de 300 metros del aeropuerto.
Aterrizar en San Diego, California implica todavía mayores riesgos que en Miami y una autopista corre elevada en paralelo. Cuando se va hacia el sur manejando casi se puede tocar los aviones cuando aterrizan o decolan. Los aviones van sorteando edificios altos para su aproximación.
También sucede en Washington en el Ronald Reagan Airport (ex National) que está en medio de la ciudad. Cuando hace algunos años un avión cayó sobre un puente al despegar y luego al río Potomac congelado explotando se generó un gran debate para cerrarlo. El resultado fue su ampliación y cambio de nombre.
Un avión que opere en Washington D.C. no puede caer sobre la Casa Blanca, del Congreso o del Pentágono porque la defensa antiaérea lo derribaría antes, pero ciertamente podría caer sobre edificios y hoteles bien importantes.
¿Ello me lleva al punto que en Argentina cuando hay debates como este se dejan de lado? Los riesgos tienen costos, y cuando algo sale mal hay que saber aceptar las consecuencias.
Igual sucede cuando ponemos un impuesto a los aviones para financiar la Carpa Blanca docente y ello hace que las compañías no renueven su flota, o resignen otros gastos. No es que el avión estuviera accidentado no hubiera estado en servicio por el impuesto, pero no es menos cierto que el presidente de Lapa, el Sr. Deustch ya había señalado que el confiscatorio impuesto implicaba no renovar la flota de la compañía. Tampoco es menos cierto que Deustch y su familia también viajan en Lapa y no parecen suicidas.
Volar tiene riesgos, manejar tiene riesgos, vivir es tener riesgos.
El desarrollo de una actividad trae mayor probabilidad de accidentes. Más aerolíneas, más vuelos conllevan la mayor probabilidad de un accidente. Hay que aceptarlo. ¿O vamos a creer que el piloto y el copiloto eran suicidas y decidieron partir con el avión fallando?
La fatalidad y la suerte existen.
Un hombre decidió cambiar su asiento y el de su hijo por uno más atrás, se salvo. Si hubiera llegado más tarde a embarcar estarían muertos ellos en lugar de otros. Cuando Alfonsín se accidentó no llevaba cinturón de seguridad pero se salvo, porque también tuvo suerte. Cuando un helicóptero cayo en Formosa con Menem tuvieron suerte todos los estaban a bordo y los habitantes del rancho sobre él que cayeron.
Así es la vida, hay fatalidades y hay suerte. En términos estadísticos el aeroparque es seguro. Obviamente con una pista más larga y mayor campo en las cabeceras un avión grande tendría mayores márgenes de seguridad. Pero hay que afrontar el costo de su traslado, o los riesgos de dejarlo donde está.
Repartir culpas, desviarlas, no soluciona nada, en especial para quienes ya no están ni para sus familias. Conocer las causas del accidente puede servir para que los demás viajemos más seguros en el futuro.
Entre tanto dolor también podemos ver cuanto nos queda por recorrer para discutir cuestiones públicas con la preparación e información razonables. Cuanto nos falta para aceptar los riesgos de una vida más desarrollada e intensa. Ahora es tiempo de aprender la lección.