N ° 30
Buenos Aires, agosto 13 de 1999.-
De la Rua y Duhalde persisten en llenar de culpas al “modelo”. Sus campañas, sus voceros y compañeros de ruta nos abruman con declaraciones acusando del desempleo y la recesión al modelo. Es un facilismo del que ellos mismos serán víctimas.
En primer lugar lo he escrito muchas veces, al modelo para ser una economía popular de mercado le falta mucho. Le falta flexibilidad laboral, menores impuestos, eliminación de subsidios y trabas administrativas a la libre empresa, y por sobre todo algo que resume todo lo anterior que es el respeto absoluto al derecho de propiedad privada.
Esta brutal recesión de 1999 obedece también a otras cuestiones de nuestra historia y de la dirigencia política. Argentina paga su historia, paga la hiperinflación, los cambios de moneda y contratos (desagio) por decreto, el incumplimiento contractual y legal del estado en los años ‘70 y ’80 (sucedía, pero estabamos menos globalizados).
La globalización es un hecho como el descubrimiento de América, no se puede discutir. Es solo eso un hecho. Obviamente cambia el mundo. Ahora no nos podemos encerrar y decir que vamos a desarrollar una industria sustitutiva de importaciones (modelo de la CEPAL), que vamos a ser autárquicos. Somos interdependientes. Estamos en el mercado y nuestra historia tiene un precio.
Cuando los dirigentes de la Alianza, Cavallo y también el Justicialismo acusan a la administración del enorme costo de la deuda pública, olvidan sus culpas históricas. El costo tan alto en intereses que pagamos por la deuda, a pesar de la importante y brillante transformación realizada por Carlos Menem desde 1989, es por nuestro pasado. Que dicho sea de paso es el culpable del monto de la deuda.
Además de ello la recesión obedece a que ese pasado nos condeno desde fines de 1994 a que el capital nos fuera caro. Nos colocaron entre los países emergentes, no porque estamos en el Sur de América, sino por nuestra historia. Desde diciembre de 1994 el mundo asistió al Tequila, el Vodka, el Arroz, y el Caipirinha. El modelo al que deberían referirse los políticos es la globalización, pero ese no pueden cambiarlo. No tienen ni para mover su sombra, entonces le echan la culpa al modelo “menemista”.
Ese facilismo lo van a pagar ellos mismos. Porque no podrán cambiar esa situación y después no tendrán explicación válida, salvo que reconozcan haber mentido para captar algunos votos.
Si se hubieran dejado de falsas demagogias y estúpidas discusiones, deberían haber apoyado la dolarización. La sola adopción del dólar norteamericano como moneda seguramente bajaría entre tres y cinco por ciento el costo de la deuda pública y privada. Algo así como entre U$ 4.700 y 7.100 millones menos de intereses cada año para el Estado Argentino y U$ 1.800 y 3.000 millones para las empresas privadas. Eso haría más competitivas a las empresas e individuos de Argentina. Nos ahorraría miles de millones de dólares, que se podrían volcar a nuevas inversiones, salarios, etc.
Que el presidente del Banco Central, Pedro Pou pretenda que los EE.UU paguen U$ 800 millones por año, que son los intereses que el BCRA recibe por colocar parte de sus reservas en inversiones es un acto de oposición encubierta o de soberbia muy costosa. Especialmente porque la demora que Pou introdujo a la dolarización con esa estrategia nos cuesta muchos miles de millones de dólares más que los que el BCRA dejaría de percibir. Dólares que ni él, ni los demás políticos que se oponen por demagogia, pagarán.
A quienes creen que tener como moneda el dólar afecta la soberanía habría que preguntarles si están dispuestos (y tiene con que) a pagar ellos el mayor costo de la deuda que significa tener una moneda “nacional y soberana”. O mejor aún preguntarles a los millones de argentinos si prefieren seguir pagando esos U$ 6.500 a 10.000 millones anuales, que pagan con impuestos, mayores precios, menores jubilaciones y salarios, solo por tener una moneda “nacional y soberana”.
La dolarización ganaría el referéndum por muerte.
Volviendo a las campañas, De la Rua y Duhalde deberían poner sus propuestas en como dentro de la globalización, que no pueden siquiera conmover, van a darle competitividad a las empresas de argentina. Acusar al “modelo menemista” de algo que es consecuencia de la historia, la mundial y la nuestra (en esta última ellos mismos tienen culpas, en especial De la Rua y su partido) les puede dar votos, es un facilismo. Pero cuando deban enfrentar los hechos van a desilusionar a quienes los voten.
· Como muestra de las contradicciones de campaña De la Rua se reunió con el ex Ministro de Economía de España, Guillermo Della Deheza, de la gestión de Felipe González. Por la tarde de ese día anunciaba en La Plata junto a Graciela Fernández Meijide el plan de gobierno para la Provincia de Buenos Aires, cuyo eje es la creación de empleo y obtener el pleno empleo.
La gestión de Della Deheza con Felipe González culmino con un desempleo del 23%, la del conservador Aznar la ha bajado al 15%. Si la Alianza quiere bajar el desempleo sería mejor que cambie de asesores.
Más grave aún estos engaños dificultan que los ciudadanos menos preparados adviertan que son rehenes de políticas demagógicas y de políticos inescrupulosos. Dirigentes que les roban sus derechos y su vida.