N ° 30
Buenos Aires, agosto 13 de 1999.-
Mientras muchos empresarios de los medios de comunicación y del cine y televisión, viven solicitando subsidios, exenciones, créditos blandos, etc. porque “ellos hacen arte”. Mario Pergolini da un ejemplo de éxito y competitividad del un producto bien hecho.
Puede que a algunos no les guste CQC, pero casi nadie se podría atrever a negar su ingeniosidad, su originalidad y hasta un equilibrio político. Fruto de su éxito y originalidad CQC se exporta. Sí; se exporta a España, a Italia y ahora a los EE.UU. El sábado 7 de agosto un grupo de periodistas y presentadores seleccionados en Los Angeles vino a grabar el piloto de CQC para los EE.UU.
Pergolini no pidió ningún subsidio. No se llena la boca explicando su trabajo como un tema de trascendencia filosófica, ni artística, etc., etc. Pero Pergolini y su equipo han producido un producto televisivo que se exporta.
Una cuestión relevante es que en EE.UU, Italia o España podrían haber copiado el producto, la idea del programa. No lo hicieron, por el contrario vinieron a comprar, es decir a pagar por la idea. ¿Pergolini podría haberse enterado si lo imitaban? Tal vez sí, tal vez no. ¿Y que hubiera podido hacer? A la luz de muchas experiencias locales seguramente nada. Porque aquí la propiedad intelectual y privada es un valor desprotegido por nuestra legislación. Porque estamos acostumbrados a plagiar sin castigo, y a darle audiencia a quienes plagian.
La experiencia de la exportación de CQC es una lección de porque hay países más ricos. Porque a nadie se le ocurre robar la idea de Pergolini. Les gusta, la quieren, entonces vienen y pagan por ella. Porque en esos países el mérito se premia, tiene recompensa, la propiedad ajena se respeta. Aquí no. Así nos va.