N ° 27
Buenos Aires, julio 23 de 1999.-
Aquellos países llamados del Primer Mundo, o “centrales”, etc. dan gran importancia a su política exterior, de hecho sus “cancilleres” (término más monárquico que republicano) son los políticos más importantes después del Jefe de la Administración (eso son los presidentes o primeros ministros). Durante décadas los argentinos agobiados por los desaciertos económicos también llevamos una equivocada política exterior.
Pero desde 1989 bajo la administración del Presidente Carlos Menem nuestro país dio un importante giro en esa materia. Las relaciones exteriores y la política internacional argentina de esta década cuando olvidemos las pasiones diarias serán, tal vez inclusive, más importantes por sus logros que muchos logros en materia de privatizaciones y estabilidad monetaria.
Como ejemplo antes de la administración Menem en los organismos de Naciones Unidas la Argentina votaba contra las posiciones de EE.UU en promedio un 87%. Como bien señala Juan Carlos de Pablo nadie encontrara razones objetivas para justificar haber votado un 87% de veces en contra de EE.UU, “antagonizamos con el país más poderoso de la Tierra, pero....al pedo”.
Por mucho que algunos se quejen de la globalización, el mundo globalizado es él que existe, el único. Y Argentina esta vez no perdió el tren o equivoco sus opciones, se instalo en el mundo siguiendo una política más adecuada a nuestros intereses. Lógicamente ello no quiere decir que siempre los EE.UU tengan razón en sus posiciones, y que seguirlos sea una verdad dogmática incontestable que nos ayude siempre.
Ciertamente es más seguro que nos respetarán más y nos tomarán más en serio que estando envueltos en el medio de decenas de países africanos y asiáticos donde sus reyezuelos acumulan fortunas con negociados y sustentan su poder en la opresión de sus pueblos, y se visten de progresistas gritando contra la democracia más grande del mundo por ser capitalista. Simpático para la prensa dominada por la izquierda pero nefasto para el progreso.
La política encarada desde 1989 tal vez no sea la óptima para muchos, pero ha sido la mejor posible. Porque en 1989 cayo el Muro de Berlín, pero ¡ojo! que cayo para un lado, es decir sobre el socialismo. Esa caída se debió principalmente al esfuerzo de los EE.UU administrados por Ronald Reagan (la Iniciativa de Defensa Estratégica o guerra de las galaxias) que termino por convencer a la burocracia comunista que no podrían derrotar militarmente a EE.UU. Inglaterra de Margaret Thatcher era, y sigue siéndolo, el principal aliado. Ellos triunfaron y nuestra política internacional para ser exitosa requería abandonar a Fidel Castro, a los sandinistas, a los reyezuelos africanos, y dictadores asiáticos y de Europa Oriental.
Lo demuestra algunos logros obtenidos como haber finalizado los conflictos fronterizos con Chile en paz, haber llegado a una situación en Malvinas equiparable a la anterior de 1982. Antes traían a un presidente de EE.UU y lo importante era cuantos diputados zurdos hacían un desplante, Menem los llevó a jugar golf en Bariloche. Jugando golf deben haber conversado mucho más y mejor que en audiencias protocolares. Además a cada mandatario, ministro, embajador, empresario extranjero, etc. que Menem y Di Tella llevaron de visita a distintos puntos de nuestra hermosa geografía han hecho mucho más que las reuniones en las “salas de situación” de la Casa Rosada, o de Olivos. Los convirtió en embajadores turísticos.
Alguien podrá creer que al primer mandatario de una potencia extranjera le interesa que le expliquen como se ve el mundo desde Buenos Aires. En especial con nuestra historia anterior. Pero Clinton, y tantos otros, si hablarán de la belleza de nuestro país, de la virginidad de muchas de nuestras regiones, de la cordialidad de nuestro pueblo, que los servicios funcionan, etc.
Se reían de Di Tella que regalo ositos de Winnie Pooh, pero descongelo la relación con los kelpers. Porque dejamos el discurso egocéntrico y tomamos el rumbo acertado. Porque en vez de acartonadas posturas que nuestra prensa festajaría los conductores de esa política sedujeron a los extraños que nos recelaban. Fueran kelpers o reyes.
Por eso esta década de política internacional de la Argentina cuando se pueda analizar en un contexto desapasionado ciertamente será una década para festejar.