N ° 25
Buenos Aires, julio 09 de 1999.-
Los periodistas señalaron que en la clausura de la Convención Anual de la Asociación de Bancos de la Argentina (ABA) el Jefe de Gobierno porteño fue el más aplaudido de los candidatos. Ciertamente el aplauso fue muy fuerte y no estuve el lunes cuando hablo Duhalde para comparar.
De la Rua llego media hora tarde y hablo 15 minutos más del tiempo fijado. Esto ya es una falta de respeto pero todos la aceptan como un hábito. Ya el pasado viernes 2 de julio llegó media hora después de iniciarse el acto anual de homenaje a los policías caídos en cumplimiento del deber. A De la Rua el tiempo ajeno parece no importarle, y eso es grave porque demuestra una actitud irrespetuosa. Mí tiempo es mío, y cada uno merece que se nos respete. No existe nadie con derecho a quitárnoslo.
Luego recito durante una hora un catalogo de buenas intenciones que todos podríamos aceptar a excepción de aquellas referidas a modificar la globalización, que es algo así como querer cambiar la rotación de la Tierra y su pretensión de “globalizar la solidaridad”. Esa es la Tercera Vía según De la Rua, o el Nuevo Camino. Por eso no me extraño el aplauso, mucho menos cuando todos quieren quedar bien por si es el próximo presidente. Total que a lo largo de los años en estas reuniones se ha aplaudido calurosamente también a Alfonsín, Sourrille, Machinea, Brodershon, etc. y no hablo de ahora que dicen haber aprnedido, sino de cuando explicaban sus planes en la década del 80. En otras palabras no me sorprende haber escuchado otro gran aplauso.
Lo que resulta sorprendente es que a un catalogo de buenas intenciones sin explicación alguna de cómo alcanzarlas se las festeje y elogie. Las intenciones de De la Rua me recordaron muchas promesas económicas de Alfonsín. El resultado es que tantas buenas intenciones no pudieron financiarse, ni sabían como instrumentarlas.
Pero De la Rua no solo recito sus bondadosas promesas sin explicar como cumpliría con ellas sino que también explicó que muchos de los problemas actuales de nuestra economía provenían de la existencia de servicios públicos privatizados en forma monopólica. Cargando contra este grave error de la administración Menem.
Comparto que los monopolios legales son un obstáculo a la competitividad de las demás empresas. Comparto en que se podría haber avanzado más en ese campo durante estos años. Pero ciertamente luego del caos económico que dejo el radicalismo no creo que las privatizaciones pudieran haber tenido éxito sin pagar ese costo.
Pero me asombra mucho más la impunidad intelectual de este discurso, al igual que él de Jesús Rodríguez el día anterior. Impunidad intelectual porque entre el autodesigando grupo de conductores de la Alianza están Alfonsín, Terragno, Chacho Alvárez, y el mismo De la Rua. Todos ellos se opusieron a las privatizaciones, y a la desregulación.
Es más si la modernización económica vigente fuera el programa de Terragno de 1987, todavía nos quedarían 19 años de monopolio de la sociedad ENTel-Telefónica de España (incluyendo telefonía celular), Aerolíneas Argentinas-SAS tendrían asegurado por otros 20 años el 75% del mercado de aerotransporte, y podemos seguir.
Que el modelo actual en dichas áreas podría ser más competitivo no caben dudas. Pero que de haber sido el modelo radical estaríamos condenados a servicios monopólicos y estatales por todavía veinte años tampoco caben dudas. Y ese programa solo podría haberse cambiado a costa de la seguridad jurídica y billonarias indemnizaciones que hubiéramos pagado todos. A costa de un mayor riesgo país, es decir de una tasa de interés más alta para las deudas pública y privada.
Tal vez si en la década anterior los radicales hubieran tenido éxito la Capital estaría en Viedma y con ello todo estaría mejor.
Los políticos hablan abusando de nuestra urbanidad y creen que somos todos desmemoriados. Con la habitual conducta cortesana que España nos legó muchos los aplauden, pero sin memoria.
Los periodistas podrían haber recogido las palabras del Ministro de Hacienda de España pocos minutos después de De la Rua. De Rato Figaredo comenzó sus palabras disculpándose porque no hablaría de la Tercera Vía que era el tema de la Convención. Expreso con énfasis que la Tercera Vía es solo un slogan. Es un slogan del socialismo para disimular que no ha sabido crear riqueza y mejorar la vida de las personas, además jamás la apoye, ni la voté y tampoco la votaré jamás”.
Entonces el auditorio estalló en risas y aplaudió la sinceridad del español que solo comenzar su discurso había matado 60 minutos de buenas intenciones delaruistas. El candidato ya no pudo borrase el disgusto de la cara, pero cortesanamente simulo aplaudir.