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N ° 23

Buenos Aires, junio 25 de 1999.

MAFIAS HOSPITALARIAS

      La salud pública y la educación son temas sensibles a toda la población. Los políticos los explotan y se la pasan prometiendo mejoras. Pero tras todas las actitudes existe una oculta, la de los primeros beneficiarios del sistema; los directores, médicos, proveedores y otros vinculados a la gestión del sistema de salud pública.

      La semana pasada cuando Aldo Rico con sus groseras formas desnudo el tema en el hospital municipal Larcalde de San Miguel la gran mayoría del periodismo se dedico a atacar la supuesta privatización del hospital, el supuesto patoterismo de Rico y a presentar a los médicos del hospital como sacrificados discípulos de Hipócrates.

      Mientras el pueblo de San Miguel en Hora Clave y en radios se pronunciaba a favor de la actitud de Rico, denunciando que los médicos del hospital derivan los pacientes que tienen cobertura a sus clínicas, o a clínicas privadas a cambio de retornos, que los medicamentos y otros elementos del hospital se venden en farmacias vinculadas bien conectadas con los directivos y médicos del hospital, que se compran a pedido de los mismos médicos medicamentos que no se utilizan (obviamente para revenderlos o utilizarlos en sus clínicas privadas), que se inventan guardias y horas extras, etc.

      Los medicamentos se compran en base a vademécumes escritos por los médicos del hospital que los funcionarios deben aceptar, pero que no responden a las patologías tratadas en los hospitales. Y todo ello sin entrar en la corrupción de las derivaciones a clínicas a cambio de retornos, de la venta de los medicamentos a farmacias, de los horarios reducidos de trabajo.

      Los gobiernos deben bancarse que los médicos de hospitales públicos y periodistas desinformados repitan que en los hospitales faltan medicamentos y demás elementos. Claro que jamás alguien se fija quienes hacen los vademécumes, como los medicamentos no se entregan o se venden afuera, etc. Los políticos no se animan a tocar este tema porque temen que los pacientes y personas más humildes queden rehenes de la pelea política. Estas verdaderas mafias hospitalarias en la gestión de la salud pública, y de algunas obras sociales sindicales, saben que tienen ese poder.

      Además los gobernantes sufren el acoso de jueces que en general ignoran todo sobre salud, protocolos médicos, y administración. Jueces que los imputan cuando dejan de comprar algún medicamento pedido por algún médico, sin importar si los medicamentos corresponden a protocolos aceptados, son realmente necesarios, o no.

      Para el periodismo es más sencillo el sensacionalismo de presentarse en un hospital y mostrar a médicos “denunciando” que faltan los medicamentos, etc. y se quedan con el facilismo de que no se compran por maldad.

      Los médicos saben que pueden jugar con la salud de pacientes, con los sentimientos lógicos de familiares y ciudadanos que ignoran la trastienda e incendiar a los funcionarios públicos de turno. Por eso Rico tiene razón en desnudar y atacar la mafia hospitalaria. Mí duda es si la solución no reemplazará un problema por otro. La solución es introducir mecanismos de gestión privados, auditables y que aseguren que la gente recibirá los servicios.

      El sistema necesita un cambio drástico. En beneficio de los que necesitan esa atención, de los verdaderos médicos y enfermeras que trabajan realmente a quienes podrían pagárseles mejores salarios, etc. Pero lo que es ineludible es que hay que prepararse para una pelea donde las mafias hospitalarias y de la salud pública” darán una pelea con falsedades y tomando de rehenes a los pacientes.

      No exagero, hace dos años un pariente mío tuvo un accidente de tránsito en la provincia de Buenos Aires y fue internado de urgencia en un hospital provincial en La Matanza. Los médicos estaban de paro y recorrían atronando el hospital con batucadas sin importarles un bledo que pasara con los enfermos. Era difícil aguantar tanto batifondo para mí que estaba sano, no quiero imaginar a los enfermos. A mí pariente finalmente logré al menos trasladarlo porque de atención médica ¡Minga! Lo único que debo agradecer es haberme salvado de una fenomenal paliza cuando enfrente a los “médicos” protestando con su batucada.

      Estudié y evalué hace un año por cuenta de una gobierno provincial la gestión de compra de medicamentos en sus hospitales públicos. La mayor parte de las compras de medicamentos que pedían comprar los médicos no respondían a ninguna patología hospitalaria. Gobernador y Ministro no podían saber que los vademécumes eran erróneos. Es una cuestión técnica. Los investigadores de campo, al igual que descubrí luego en otros conflictos públicos en la salud de muchas provincias, me contaron como se derivaba a clínicas privadas todo paciente con cobertura social sin que se recuperara la atención dada en el hospital público.

Era un cuento perverso que no podía comprender, hasta que descubrí que la mayor parte de hospitales, farmacias y obras sociales están en manos de los mismos médicos y farmacéuticos que integran las monopólicas asociaciones profesionales de cada provincia.

Por eso para cambiar esta verdadera usurpación de la salud pública se necesita también persistir en desregular las actividades profesionales y buscar sistemas de auditoría fiables, o de tercerización fiables. Además de ello es vital enseñar a jueces y periodistas para que no sigan equivocándose por falsas sensiblerías.

 

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