N ° 22
Buenos Aires, junio 18 de 1999.-
El miércoles se licitaron las bandas de telefonía móvil de segunda generación, el PCS. El Estado Nacional recibirá por ellas U$ 1.246 millones. Las ofertas triplicaron la base del remate, esto constituye un gran éxito para la gestión de German Kammerath, un importante éxito monetario para el Estado argentino.
Así lo reflejaron los periodistas argentinos, verdadera manada de repetidores sin capacidad de analizar nada. Los titulares y reportes señalaron que haber obtenido ese precio era una verdadero éxito para el gobierno y además un alivio fiscal. En suma repiten lo que representa el primer árbol del bosque.
Nadie explico porque las compañías ganadoras pagaron tanto por las licencias. Los directivos de esas compañías no son tontos y no pagarían nada demás. Los anima un comprensible animo de lucro, que apoyo. Pero él “como” lucran es importante.
Dice George Gilder en su libro Riqueza y Pobreza, que los empresarios para maximizar sus beneficios intentan buscar una posición monopólica transitoria. Transitoria porque obviamente nada dura para siempre y monopólica porque desde ahí puede maximizar su ganancia. Para explicar a continuación que cuando esa posición monopólica se logra sobre la base de la investigación, a ofrecer un buen producto o servicio por la propia conducta de la empresa. También explica que la posición monopólica puede alcanzarse por el “favor” o la “decisión” de los gobiernos. Y señala que esta última posición desde el punto de vista empresarial es válida, que quienes no deben dar posiciones monopólicas transitorias son los gobernantes.
En otras palabras la función del empresario es obtener la rentabilidad del capital, si la hace por su capacidad empresarial o por el favor del gobierno, da igual. Igual para él, para su empresa, pero no para la sociedad. Por eso los gobiernos no deben fijar reglas que favorezcan cerrar mercados.
Creo que esa es la razón del altísimo precio pagado por las licencias de PCS, que el Estado Argentino tuvo como principal objetivo recaudar dinero, cerrar sus cuentas. Y los ganadores que son justamente los actuales prestadores de servicios telefónicos (Telefónica -Unifon-, Telecom -Personal-, GTE -CTI-; Movicom y Miniphone) pagaron por mantener el mercado cerrado a cualquier nuevo competidor, para mantener cartelizado el mercado.
Para el periodismo vernáculo lo que parece bueno para el estado es algo que debe ser presentado como bueno para la sociedad. Mí punto de vista es que generalmente el estado tiene objetivos distintos de las personas, y creo que en el caso del PCS.
Solo el tiempo dirá quien tiene razón, pero en un mundo globalizado, más que nunca, el objetivo de nuestro gobierno debería haber sido aumentar la competencia. Para ello debería haber existido un programa exactamente opuesto al de la licitación. Nuevas empresas compitiendo en el mercado hubieran seguramente redundado en una baja de precios para los consumidores. Menor precio por un servicio tan necesario como las comunicaciones haría más competitivas a las empresas argentinas, significaría un aumento del salario o ingreso real de millones de argentinos.
Como todavía vivimos girando alrededor del modelo de estado paternalista, el objetivo que se acepta mansamente es que el estado recaude, cierre sus cuentas. Pero el estado no es una entelequia, no tiene un fin en sí mismo. Está para resguardar nuestra libertad, propiedad, nuestros derechos individuales.
El Estado y el periodismo han visto la licitación de las licencias de PCS como un éxito porque se pago mucho por ellas. Lamento disentir, creo que ese precio no lo pagaron las empresas ganadoras, lo pagaremos los argentinos en el precio del servicio. Ahora los usuarios vamos a tener que pagar la amortización de esa compra. Nos queda un consuelo; sabemos cuanto cuesta cerrar el mercado y mantener un oligopolio.
Para una Argentina más competitiva, hubiera sido mejor otorgar las bandas de PCS a aquellas compañías que hubieran ofrecido mejores servicios a menor precio. Eso hubiera sido coherente con una revolución productiva y un salariazo.