N ° 20
Buenos Aires, junio 04 de 1999.-
A través de un informe a la Cámara de Diputados se supo que se hallan en estado de terminación los pliegos para privatizar las centrales nucleares. De inmediato los “lobbies” estatista y nucleares levantaron su voz para oponerse al proyecto.
Arrancan su oposición diciendo que “es una de las tecnologías de punta del siglo XXI”, afirmación que se repite como una verdad bíblica, dado que nadie intenta sustentarla. Solo se repite una y otra vez. Contrariamente creo que la proliferación del uso de energía nuclear, aún con fines pacíficos, es uno de los grandes riesgos que tiene la humanidad desde los años 40 de nuestro siglo.
Basta recordar Chernobyl, Three Milles Island, etc. Este lunes en Chile se advirtió que la energía nuclear como fuente de electricidad “solo tenía como problema la disposición de los residuos radioactivos”. Aquí hemos discutido si un buque francés que transportaba residuos nucleares podía navegar frente a nuestras costas.
Francia produce el 75% de su electricidad en centrales nucleares, hoy obsoletas y en privado muchos funcionarios reconocen el riesgo catástrofes. Y todo ello sin contar con algún terrorista fundamentalista, o lo que fuere. Por lo tanto tengo claro que más que una tecnología de punta es un peligro latente y grande.
Como los estatistas y socialistas no pueden hacer cálculo económico, porque no forman precios, no han calculado en el costo de la electricidad proveniente de centrales nucleares el costo de la desactivación de dichas centrales. En el libro La Trampa se describe el caso de la primera central nuclear británica cuyo presupuesto para desactivarla era U$ 300 millones, cifra que fue superada en un 700% cuando debieron hacerse los trabajos.
Por eso cuando se habla de U$ 1.000 millones para construir una central nuclear, o 300 millones para terminar Atucha II, yo digo basta de energía atómica no la necesita. Nuestro programa nuclear tuvo razón en el descabellado sueño de ser una “potencia mundial”, de ser actores centrales del poder mundial.
Otro ejemplo de la locura nuclear argentina es el Instituto Balseiro. Esta universidad produce técnicos e ingenieros nucleares, según la información que tengo el 100% de los egresados en los últimos años ha emigrado a trabajar al exterior. Es decir que los argentinos, con nuestros impuestos subsidiamos la formación para compañías extranjeras y otros estados.
Finalmente las frases que el Clarín recogió en su página 5 el 29 de mayo de los dirigentes aliancistas hablan casi por sí solas.
“La actividad nuclear es una cuestión de Estado y esta privatización afecta los intereses nacionales”, Raúl Alfonsín.
“Lejos de desarmar al Estado en el área de la energía nuclear, lo que hay que hacer es reformular su rol, y para eso se necesita tiempo” Fernando de la Rua.
“Por una cuestión de principios me opongo a la privatización en un área como el de las centrales nucleares.” Chacho Alvarez
”La propiedad de las centrales nucleares debe ser estatal mientras no se haya consolidado una línea tecnológica, ni alcanzado un apropiado factor de escala que garantice la plena competitividad económica”. Plataforma de la Alianza
Verdadero catálogo de anticapitalismo. Las declaraciones desnudan cuan profundas permanecen las convicciones estatistas de los dirigentes de la Alianza. Alfonsín hablando de la cuestión de Estado, esta es una frase propia de los sistemas totalitarios. La razón de Estado es siempre la excusa contra los derechos individuales.
Chacho fue clarito “por una cuestión de principios”. Tuvo otras declaraciones en sentido similar a las de Fernando de la Duda. Quien se siente a 100 pasos de ser Presidente de la Nación y muestra con transparencia porque Alfonsín los comparo con los defectos de Illia (su indecisión y lentitud).
Claramente los dirigentes más importantes de la Alianza en este tema muestran como siguen pensando en el Estado empresario, en la “Argentina Potencia”, que ya hasta el justicialismo reconoció como error.
¡Ah! Todos estos “intereses nacionales y razones de estado” se pagarán de nuestro dinero.