N ° 17
Buenos Aires, mayo 14 de 1999.-
Los índices delictivos siguen creciendo. Aunque parezca mentira cuanto más robos suceden sin sanción más se acelera la ola de crímenes. Quiero ampliar el concepto porque demuestra la necesidad de aplicar el peso de la ley y el Estado para detener la delincuencia.
Modernamente cada día se usa menos dinero en efectivo. El billete se reemplaza por tarjetas de crédito, de pago, cheques, Internet, etc. Por lo tanto cuando los delincuentes antes asaltaban a un ciudadano obtenían un botín con el cual tal vez vivían una semana, o asaltaban un comercio y vivían quince días. Ahora el resultado de los robos es cada vez menor por lo tanto necesitan robar cada vez con mayor frecuencia.
Sumemos que ante el temor a los robos todos los comerciantes y bancos manejan cada vez menos dinero, o tienen preparadas pequeñas sumas para entregar en caso de ser asaltados, y todos llevamos menos dinero. El resultado es que los mismos delincuentes que antes robaban una vez por mes ahora lo hacen cada semana o menos.
Para mayor agravante los bancarizados usan tarjetas de crédito y cheques, etc. pero los pobres no están bancarizados, con lo cual quienes menos tienen más sufren el delito.
Los delincuentes cada vez necesitan mayor profesionalidad, inteligencia previa, etc. A pesar de ello cada vez sus robos son menos rentables, por lo tanto se acelera la reiteración de los delitos.
Obviamente ni la modernización, ni la prevención de ciudadanos y comerciantes son responsables de este efecto de aceleración delictiva. Por ello no existe otro remedio que la decisión firme de las autoridades judiciales y legislativas de endurecer las leyes, clarificar los procedimientos, y condenar a los delincuentes. Solo eso puede disuadir a los delincuentes, de otro modo por un efecto no deseado de la modernización y la autoprotección personal cada vez los delincuentes se verán obligados a robar más.