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N ° 16

Buenos Aires, mayo 07 de 1999.-

FRANCIA Y SUECIA, EL FRACASO SOCIALISTA

      Suecia y Francia tienen regímenes de trabajo e impuestos progresistas, socialistas. Ambas políticas no reducen el desempleo, ni están alentando inversiones. Por el contrario las consecuencias actuales son fugas de dirigentes, ejecutivos, científicos, obreros calificados y obviamente capitales.

      Las principales empresas suecas se están trasladando a Inglaterra y Estados Unidos. ¿Son traidores o poco patriotas los empresarios suecos? La respuesta es no. Pero en un sistema donde existen tan altos impuestos a las ganancias y al trabajo, para mantener a quienes no trabajan (seguros de desempleo y otros supuestos beneficios sociales) hacen que las empresas extranjeras puedan robarles sus mejores ejecutivos, investigadores, científicos y técnicos, porque en otros países no dejarán en impuestos más del 70% de sus ingresos.

      La cuenta es fácil de sacar. La obvia conclusión es que las empresas suecas para poder competir en calidad, mantener sus investigadores, etc. necesitan retener sus cuadros ejecutivos y calificados. Como no quieren evadir sus impuestos solo les queda el camino de votar con los pies. Se van.

      En 1996 el socialismo francés volvió al poder con Lionel Jospin y una abigarrada coalición de comunistas, verdes, etc. Entre sus propuestas para reducir el desempleo estaba reducir la semana laboral a 35 horas. Lo hicieron, desde entonces más de 100.000 millones de dólares se fueron de Francia *.

      Durante el mes de abril la “policía del trabajo” acuso a ejecutivos (uno de Thompson-Rcm, y seis de Carrefour) por haber trabajado más de 35 horas semanales y haber hecho trabajar a otros ejecutivos en exceso de ese límite. Conclusiones de los procesos fueron multas (U$ 16.700- y U$ 4.166- c/u respectivamente) y arrestos (sí prisión por trabajar más de 35 horas, no por robar o matar).

      Esto hace que para las empresas los trabajadores más capacitados (ejecutivos, científicos, investigadores, operarios calificados, etc.) se hagan más caros o menos eficientes. Por lo cual las empresas francesas pierden competitividad. Se acelera entonces la fuga de cerebros y capital hacia otras tierras donde las reglas laborales son más flexibles.

      Para agravar la información 1.600.000 personas trabajan en empresas de origen norteamericano que han comunicado al gobierno francés a través de sus cámaras empresariales que de mantenerse el actual régimen laboral y las sanciones, ellos ya estudian cerrar sus puertas en Francia.

      Se calcula que el gobierno francés ha pagado en 1998 17.000 millones de dólares más en subsidios para las empresas que debieron tomar nuevos empleados por la reducción de la semana laboral y aún así el desempleo siguió en aumento.

      Creo que son buenos ejemplos de aquello que no debe hacerse en materia de legislación laboral y tributaria. De cómo las buenas intenciones socialistas traen mayor desempleo y menor inversión. De cómo los errores socialistas los paga el pueblo y que si no existen muros de acero, de Berlín o un Mar Caribe que te rodeé, los pueblos ante el socialismo le responden con los pies.

      Finalmente para pensar sobre nuestro país y su legislación laboral. No espero que sean los sindicalistas quienes defiendan la flexibilidad laboral, y no porque sean miserables. Los sindicalistas argentinos tienen claro que ellos representan a sus trabajadores, no a los desempleados, saben muy bien cual es la fuente de su poder y representatividad. Son los representantes del pueblo todo (los diputados y senadores) quienes deben sancionar estas leyes, ellos están por el interés y bienestar general, no sectorial. Y espero que no se les ocurra seguir los malos ejemplos europeos.

 

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