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N ° 14

Buenos Aires, abril 23 de 1999.-

LA OTRA CORRUPCIÓN

Hace dos números puse algunos números para tratar de darle dimensión a la corrupción. En el anterior el listado de empresas que más vendían en 1990 nos mostraba el enorme poder de compra estatal. Uno puede imaginar como ese poder podía usarse sobre los medios de comunicación y cuan dependientes del poderoso de turno eran en su vida económica.

      Igualmente queda un ámbito de corrupción moderna de difícil solución. Y no me engaño es una forma de corrupción enormemente lucrativa. Se trata de aquella que no paga el estado porque no compra, que pagamos los ciudadanos y que implica una transferencia de recursos, dineros de unos a otros.

      El estado moderno no es Robin Hood*. Las regulaciones económicas son una fuente de corrupción. No digo que los funcionarios establecen regímenes especiales para determinados sectores porque reciban dinero, a veces lo hacen por convencimientos político e ideológico. En estos casos el daño es mayor porque hace más difícil remover cada regulación y decreto.

      Igual sucede con los centenares de aprobaciones y trámites que diariamente se obliga a que ciudadanos, comerciantes y empresarios cumplan.

      En la sanción de regímenes especiales, normas de protección económicas sectoriales, sistemas de aprobaciones y habilitaciones es donde se refugia la corrupción de la burocracia y de algunos poderosos (empresarios, periodistas y políticos).

Es ahí donde también se ha avanzado mucho, pero menos de lo necesario. Justo es reconocer que en los primeros años de Domingo Cavallo en el Ministerio de Economía este tema avanzaba en el orden nacional. Luego se avanzo siempre pero en forma mucho más lenta. Hay provincias y municipios donde van como los cangrejos, para atrás.

      La próxima gran pelea contra la corrupción debe ser en estos temas, en simplificar y transparentar todo subsidio sectorial (aún cuando el pago sea al comprar un producto equis) y sistema de habilitación y autorizaciones.

*Robin Hood, lo use en el sentido aceptado vulgarmente, ya que en rigor él salteaba a los invasores y usurpadores para pagar el rescate del rey no para darlo a los pobres.

 

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