Artículo

  Volver atrás

N ° 10

Buenos Aires, marzo 26 de 1999.-

PARAGUAY. MAQUIAVELO Y EL CRIMEN POLITICO

      La brutalidad política en Paraguay llegó hasta el magnicidio. El día martes todos nos vimos conmovidos por el asesinato del Vicepresidente del Paraguay, Dr. Luis María Argaña.

      Durante dos o tres años muchos políticos paraguayos se la pasaron predicando odios e intolerancia. Hablaron de ríos de sangre, y al fin la profecía se autocumplio.

      Paraguay ha vivido por casi tres años un clima institucional y político donde las nubes se cargaban cada día con la ira e intolerancia de muchos dirigentes y periodistas.

      Juan Carlos Wasmosy fue electo presidente cuando era aliado del General Lino Oviedo. Con su ayuda derroto a Luis María Argaña, ex canciller y presidente de la Corte Suprema del gobierno del general Stroessner.

      Más tarde Wasmosy denunció un intento de golpe de estado por parte de Lino Oviedo, su hasta entonces socio político. En Paraguay ser socio político es también ser socio económico. Oviedo sostuvo que no había intentado ningún golpe de estado, sino que Senadores Nacionales que le respondían no iban a aprobar una serie de contratos en la represa de Itaipú y Yacyretá, que favorecían a empresas del Ingeniero (así se lo llama al empresario de la construcción y entonces presidente Juan Carlos Wasmosy).

      Wasmosy le dio el pase a retiro a Oviedo. El traspaso del mando del Ejército del Paraguay se hizo con la presencia del Presidente Wasmosy rindiendo honores al general Oviedo.

Oviedo estaba por derrotar en las elecciones del partido Colorado al delfín de Wasmosy, el ex ministro de Finanzas, Fascetti y al eterno tercero en discordia, el stroessnerista, Luis María Argaña, por la candidatura presidencial del hegemónico Partido Colorado.

La solución de Wasmosy fue, casi dos años después del supuesto golpe, enjuiciar a Oviedo ante un Tribunal Militar especial por aquel Golpe. Jamás explico porque demoro dos años en ello. Condenaron a Oviedo a 10 años de prisión y baja del ejército, algunos días antes de la votación. Él apela la sentencia y mientras tanto gano en forma abrumadora las elecciones.

      Para consolidar su maniobra Wasmosy se alío con su archirival, Luis María Argaña. Al obtener confirmación de la sentencia envió un grupo comando a detener al general Oviedo en su casa. El Comando militar llevaba pasamontañas para ocultar sus rostros y Oviedo avisado de antemano que sería muerto por haberse resistido, se fugo unos minutos antes.

      En este clima y por disposiciones constitucionales Cubas, candidato a vicepresidente de la formula ganadora en el partido Colorado se transformo en candidato a Presidente y el derrotado Argaña pasó a ser el candidato a Vicepresidente.

      Al asumir la presidencia Cubas conmuto la pena de Oviedo y lo dejo libre. La conmutación de la pena fue apelada por los opositores de Oviedo y al ser revocada Cubas se nego a cumplir dicho fallo.

      Los argañistas y wasmosystas iniciaron un proceso de juicio político, que no prosperaba por falta de votos necesarios. Los oviedistas pedían la votación y la oposición en control de la Cámara baja se negaba para evitar el cierre del caso.

      En este verdadero clima de odio, de caos, de argucias políticas llenas de ilegalidades, alguien ordeno matar al Vicepresidente Argaña.

      Inmediatamente todos señalaron a Oviedo y Cubas como los responsables e ideólogos del crimen. En un clima de furia popular es difícil hacer justicia, tener ecuanimidad en el análisis. Pero ABC Color (reputado diario opositor al Partido Colorado) señalo –según reproduce Ambito Financiero del 24 de marzo- que además de la muerte física de Argaña, habían muerto políticamente Oviedo y Cubas.

      Entonces recordé a Maquiavelo cuando explicaba que ante un crimen político se debe ver a quien beneficia. Por cierto que no a Oviedo, ni a Cubas, ni a sus partidarios, tampoco a los argañistas. Un sector se beneficia, el que lidera el hoy Senador Vitalicio, Juan Carlos Wasmosy.

      No hago juicios, no digo quien es culpable porque no hay elementos que permitan siquiera afirmar donde está la punta del ovillo. Creo que en Paraguay en el clima cada vez más violento que se vivía hay muchos culpables. Los que echaron leña al fuego, exacerbaron los ánimos y difundieron el odio. Ahora la sangre corrió. Muchos de ellos deberían estar reflexionando acerca de que parte les corresponde en la carga de las armas asesinas.

      ¿Cuánta intolerancia existe cuando ante un magnicidio, legisladores prometen baños de sangre que alcanzarían a hijos y nietos de sus adversarios? Esas eran las palabras en la televisión de legisladores opositores a Oviedo - Cubas. No justifica el crimen, explica el clima.

Porque en estos casos las armas son disparadas por sicarios, pero las cargan los dirigentes con sus conductas intolerantes y su aliento al odio civil. Siempre fue así. Es lamentable y repudiable.

      Pero en estos casos es cuando más debe prevalecer la presunción de inocencia, la tranquilidad de espíritus, porque otro crimen no dará solución al Paraguay, no devolverá la vida de Argaña, pero puede desatar una guerra civil y entonces serán muchas muertes más las que pesarán en la conciencia de muchos dirigentes paraguayos.

 

  Volver atrás