N ° 3
Buenos Aires, febrero 05 de 1999.-
Estos días vivimos una discusión acerca de la inmigración ilegal, que muchos aprovechan desatando una xenofobia injustificable.
Argentina somos un país de inmigrantes. La cuestión no es cerrarnos, la vitalidad de nuestro país se debe también a que somos un país abierto, donde los inmigrantes pueden labrarse un futuro trabajando. Ser bolivianos, paraguayos, peruanos, no los hace delincuentes.
La inmigración es un río que dio vida, y lo sigue haciendo, a nuestra patria. La cuestión es que la inmigración ilegal está fomentada por explotadores humanos, que hacen trabajar en condiciones de cuasi esclavitud a esos inmigrantes. Inmigrantes que encuentran trabajo porque están como nuestros abuelos, padres, etc. dispuestos a romperse más que muchos de nosotros.
Pero lo grave de la xenofobia es que hoy algunos con la excusa del empleo la llevan contra los bolivianos y paraguayos, contra los peruanos, mañana podría ser contra los tanos o los hijos de los tanos, o los gallegos, o los judíos o los árabes, o quien fuera. Y esa historia tiene un final amargo. Ninguno de nosotros tiene prerrogativas humanas por el lugar donde nacimos. Argentina es una tierra de hermandad de razas y religiones, de colores y creencias, no perdamos esa una de nuestras mayores virtudes. Hagamos que la inmigración sea legal, para bien de todos, por la dignidad de quienes siguen buscando en nuestro suelo un futuro mejor. No dejemos que bajo la excusa de la competencia por puestos de trabajo nos ganen los xenófobos.
El tiempo de estar claros en estas cuestiones es hoy, antes que algún enfermo maniatico desate odios injustificables. Todos somos inmigrantes, todos nos legalizamos como tales, todos fuimos recibidos con paz y alegría. No deshonremos nuestra historia, protejamos ese valor de paz, que no es, ni será la nacionalidad, la sangre, el color, la religión lo que haga un delincuente, un explotador, será la carencia de valores de ese individuo.