N ° 2
Buenos Aires, enero 29 de 1999.-
Desde hace días que nos vemos indigestados de noticias acerca de la crisis del Brasil. Para el periodismo y muchos políticos se trata de una crisis financiera y económica. Pero es una también, y antes de aquella, una crisis institucional.
Brasil tiene un problema, tiene un Presidente políticamente casi muerto a los pocos días de haber iniciado su segundo mandato. Fernando Henrique Cardoso perdió su autoridad, fue reelecto en forma brillante y contundente, pero perdió prácticamente todo su poder y autoridad. Gobernadores que lo desconocen, un congreso que no aprueba sus paquetes de leyes salvo bajo presión, un poder judicial que se ha alzado también frente al poder ejecutivo y respalda la rebeldía provincial.
Pero más allá de Cardoso asoma una discusión profunda acerca de la constitución del Brasil como estado. Está en crisis la constitución real del Brasil como un país. Brasil puede pasar a ser una confederación de estados, o varios paises, o deberá reformular su forma de estado federal. Los estados se han alzado al poder central, el poder judicial ha respaldado algunos de ellos. Entonces se puede decir que el estado federal del Brasil esta luchando por su vida como tal.
Y esta no es una discusión nueva, el Brasil ha discutido y vivido de una forma muy especial su colonización, desarrollo e independencia. Fue una colonización privada, donde desde el comienzo el Norte y el Sur del Brasil tuvieron proyectos y visiones diferentes.
Este peso de la historia hace que en Brasil convivan fuerzas centrífugas y centrípetas muy fuertes. Pero las fuerzas centrífugas son mayores que en los paisés que fueron colonias españolas y se formaron sujetas a un fuerte estado central. Brasil se formó solo y muchas veces luchando contra las políticas de Lisboa. El Brasil Platino, en su vocación hacia el Río de la Plata se formó independiente y con visiones distintas del resto, y esta fuerza está todavía hoy presente.
Y tiene un presidente débil, que ha perdido su autoridad. Esta crisis es más grave que la financiera y económica. Porque además en tiempos de televisión no hay tiempo para detenerse a pensar con profundidad y eso es lo que necesitan los líderes brasileños.
Un párrafo aparte merecen los gobernadores de Minas Gerais y Rio Grande do Sul, en especial el primero que es un expresidente (Itamar Franco) con su actitud de repudiar las deudas de sus estados con el estado federal. Me recuerdan a cierta izquierda nacionalista o a lisos nacionalistas que proponían repudiar al deuda externa. Se trata de una situación donde esos gobernadores ponen en juego la seguridad jurídica, porque si el estado puede autodeclararse en moratoria, y repudiar sus deudas, ¿porqué no podríamos hacerlo los ciudadanos y empresas?
Cuando menos debemos decir que son un ejemplo lamentable.
Si hace algunos días podía dudar de esta crisis institucional las declaraciones de Itamar Franco al Folha de Río de Janeiro reclamando la discusión de un nuevo pacto federativo, me han convencido que la crisis más grave de nuestros vecinos es no ser la próxima Yugoslavia. Y no porque vayan a estallar en una guerra civil, sino porque simplemente pueden desintegrarse en varias naciones o transformarse en una confederación.