N ° 19/2001
Buenos Aires, agosto 24 de 2001.-
Nuestros problemas serían infinitamente mas fáciles de resolver si la tesis básica que llevó a la Alianza al poder fuera cierta: que la Argentina es un país cuyo principal problema es el saqueo que los políticos (en ese momento los “menemistas”) han hecho de los dineros públicos. Pues bien, Menem, Alderete, Herman González y Emir Yoma están presos, pasaron casi dos años de gobierno de los supuestos puros y nuestros problemas crecieron. ¿Será que no se han cortado suficientes cabezas o acaso que sigue intacto el saqueo?
Elisa Carrió representa la insistencia en esa teoría equivocada capaz de provocar un baño de sangre por el enardecimiento público que nuestra Juana de Arco estimula, pero no de solucionar absolutamente nada.
“Lilita” es la Alianza en estado puro. Esto es el sentimiento de muchos argentinos respecto a que una buena política de reparto de lo que “alguien” produce – vaya uno a saber quién –está siendo obstaculizada por los “corruptos”, que se quedan con el dinero. Corruptos a su vez, vendrían a ser todos los que se resisten a ser resentidos, a que sus bienes sean repartidos bajo la vara de un igualitarismo marxista, los que no se expresen aceptando las tesis conspirativas o simplemente quienes se nieguen a rendir algún tributo al poder de la izquierda como lo hace cada vez mas gente.
Claro que se trata de la pureza en una versión argentinizada. Porque en nombre de la república se acepta que una auto proclamada iluminada por Dios dicte sentencias mediáticas, que los jueces deben obedecer bajo pena de ser tildados de cómplices de un delito confuso que nadie se molesta siquiera en definir, que novelas mal escritas sean una fuente de descalificación que no admite defensas, que las pruebas sean tomadas como una chicana obstruccionista de los culpables a los que ni siquiera se escucha y que la revelación divina actúe como la única fuente de Derecho y fundamento del castigo penal. En otras palabras, en nombre de la república: volvemos al derecho de las cavernas.
También dice actuar en nombre de la Verdad, y con esa guía unos entran y otros salen de las famosas cajas traídas desde el gran país del norte, los secretos de hace unos meses no tienen explicación alguna a la luz del final del cuento, se denuncian cuentas millonarias de personas que sólo 24 horas después se sabe que no existen, una juez pasa de ser el brazo judicial del “menemismo” a un gran magistrado sólo por colaborar, y otro juez acusado seriamente de extorsión resulta amparado por la red de protección de los cruzados.
“¿Qué tiene de malo ser mística?” preguntó retóricamente la diputada. La respuesta es nada, siempre que el misticismo no sea causa de otra cosa que de su propia salvación y no de condena de sus adversarios o de aquellos que cometen el pecado argentino de ganar mucha plata. Eso nos colocaría de nuevo en la tribu o en el salvajismo de la inquisición donde la culpabilidad se establecía desde el mas allá.
Mientras nos entretenemos creyendo ser la capital mundial del lavado de dinero proveniente del narcotráfico, la mayor parte del gasto público es la repartija “social” que pregona nuestra vengadora pública. El producto del trabajo de algunos es repartido de manera al menos pretendidamente igualitaria entre quienes no se lo han ganado. Los únicos políticos con éxito son los que prometen aumentar este sistema. No lo pueden cumplir, porque los esclavos del sector privado no dan mas y a ese agotamiento encima lo llaman “evasión fiscal”. Una serie de bandas usufructúan fortunas en un sistema de prevención de la salud compulsivo, corporativo, inmoral e ineficaz. En nuestro país hay que pensar tanto para tomar un trabajador como para contraer matrimonio y se preguntan porqué hay desocupación. En la Argentina quienes peor piensan son los egresados de las universidades públicas y gratuitas demostrando el fracaso rotundo del sistema educativo controlado por el Estado.
Podemos seguir creyendo en la irrealidad de que el problema es que los malos impiden que este sistema perverso rinda frutos, pero ya nadie nos va a prestar plata para mantener esta ilusión. Mientras tanto la mayoría de los argentinos, aún los seguidores de esta nueva pretendida líder moral, siguen pensando en emigrar al país donde no se les regala nada, donde el concepto mismo de “conquista social” no existe, ni les cumplirá la trasnochada promesa de una vejez financiada por otros.
La diputada Carrió ha dicho también que se siente orgullosa a pertenecer a una “familia tradicional” y denostó a los “nuevos ricos”. Con independencia del poco significado que eso tiene en la Argentina, las tradiciones que valen la pena no son genéticas, sino las de principios sanos. Ser “buen o mal” rico no tiene que ver con la antigüedad de la riqueza, todos han sido “nuevos” alguna vez, sino con el hecho de habérselo “ganado”. Tolerar el vicio es fácil, lo difícil para la civilización es soportar el mérito ajeno.
El resentimiento, aun cuando su fundamento sea el snobismo, es la gran fuente de poder de la izquierda; y eso en mi opinión, no tiene nada de honesto.