N ° 18/2001
Buenos Aires, agosto 06 de 2001.-
Dos pasillos circulares anillan el corazón de un imperio financiero. Son bien distintos y ellos reflejan la diferencia de los ciudadanos. Por el anillo interior los fríos pisos de baldosones marmolados y sus paredes de piedra encierran un núcleo de oficinas alimentadas por la luz que tubos pueblan los altos techos. En esas oficinas carentes de ventanas y contacto con el día miles de empleados y burócratas despachan los expedientes que diligentemente deben hacer llegar a los jerarcas.
Por el pasillo trajinan personas afanosas de obtener un crédito para emprender una empresa, ampliar la suya, que agotados de discusiones pueden tomar descanso en fríos bancos de piedra como en una plaza.
Sobre el lado derecho del pasillo en cada esquina existe una puerta celosamente custodiada por un agente policial y un ordenanza, con un pequeño escritorio y un teléfono, custodios ambos que solo accedan al segundo pasillo las personas admitidas por los jerarcas.
Los jerarcas se ubican al borde del otro pasillo protegidos del mundo por el discreto pasillo cuyos pisos de roble de eslabona se hallan adecuadamente cubiertos por una espesa alfombra roja y mortecinas luz son amortiguadas por la espesa boasserie de madera oscura.
Antes de poder encontrar a estos hombres esforzados por promover la pequeña y median empresa, al agro, aún están las oficinas de sus dos asistentes más directas, secretarías bellas y eficientes resguardadas las más de las veces tras las gruesas puertas de madera del despacho. Frente a ellas una gran sala de espera con mullidos sillones de cuero.
La espera podrá ser matizada con alguna lectura de revista s promovidas con grandes auspicios del mismo banco, y algún mozo de impecable saco blanco y moño le servirá un café, o si lo prefiere un té mientras aguarda ser admitido ante el director o algún gran gerente.
La sala de espera y la oficina de las secretarias tiene la superficie adecuada, que es superior a una casa social de aquellas que el Estado entrega a los beneficiarios de planes de vivienda popular. Se hallan al tono del pasillo con paredes de madera oscura, muebles y sillones al tono, teléfonos, equipos de fotocopiado, fax y computación de última generación demuestran el poder e importancia del trabajo que allí se hace.
Cuando por fin la secretaria nos invita a pasar encontramos un despacho enorme donde cabrían una vez media la superficie de las viviendas sociales mencionadas antes.
En el despacho puede suceder que el anfitrión nos reciba en su escritorio, cuyo ancho solamente bastaría para sentar dos personas y el frente a unas cuatro o cinco, todas cómodamente. Del otro lado un importante sillón giratorio de cuero y alto respaldo alberga a jerarca de turno, quien tiene además una pequeña mesa donde hay varios teléfonos.
Pero tal vez el anfitrión este cansado de tanto ajetreo y podamos caminar unos diez pasos y sentase en su importante juego de living compuesto de sillones donde podrían sentarse alrededor de seis personas y hundirse hasta casi desaparecer. Siempre frente a una importante mesa ratona
Pero tal vez como sean demasiados o simplemente el anfitrión quiera disfrutar de su tercer área de trabajo nos invite a caminar otros diez pasos hasta una imponente mesa circular capaz de reunir al menos doce personas sentadas muy cómodamente.
Grandes ventanales dejan entrar la luz del día para que estos funcionarios puedan cumplir sus altas responsabilidades iluminados por la alegría del sol, evitando la dureza que tendría cumplir sus funciones bajo la luz artificial en el marco de las pesadas maderas oscuras que en todo el despacho se hallan cubriendo al mundo exterior.
Por este ultimo subsistema circulan amigos, políticos, periodistas y empresarios con mayor fortuna, algunos pidiendo pequeños créditos por varios millones de dólares, otros mendigando algún favor, el nombramiento de un amigo o correligionario, o simplemente información y algunos avisos para sus programas o publicaciones en el caso de los periodistas.
Este banco es el símbolo de la opulencia nacional y como vaca sagrada la mayoría de periodistas que disfrutan de sus avisos y campañas de propaganda se hallan encolumnados en la defensa de su pertenencia al estado, para que el banco siga siendo el motor del “crecimiento nacional” frente a la banca especulativa y al capitalismo usurario, salvaje que cobra exorbitantes tasas de interés merced al permanente financiamiento del gasto público.
Los políticos sabedores de la importancia de este banco impedirán que el pueblo y los empresarios nacionales se vena privados de tan importante institución de promoción del crecimiento. Contarán con el respaldo además de poderosos “empresarios” que acceden a sus créditos.
Todos sus defensores circulan por el pasillo exterior de la opulencia. Muchos de quienes recorren el frío pasillo interior, que ignoran la existencia de ese pasillo, los despachos que alberga, los créditos que allí se otorgan, también defienden este símbolo de la soberanía nacional y bastión contra la banca usuraria también defenderán que sea del Estado. Aunque no recibirán su crédito, sean coimeados para obtenerlos, igual que hace once años les sucedía con los teléfonos (no lo conseguían o para tenerlo y que funcionara debían sobornar a los empleados nacionales de la telefonía por entonces estatal). Es el fruto de décadas de lavado de cerebros por docentes progresistas que cobran bajos sueldos entre otras cosas porque ese banco financia casi por regla proyectos inviables.
Entre sus directores se halla uno conspicuo representantes de los industriales nacionales, que se halla ahí para asegurar el tramite eficiente a los miembros de su lobby, quienes también serán fuertes aportantes de dinero cuando la campaña electoral llegue. Este director además promueve importantes políticas como la devaluación para lograr fundir al país, reducir los salarios de sus obreros y empleados en forma más disimulada que por una ley, también promueve aranceles más elevados para que los ciudadanos no tengan la desgracia de obtener mejores productos a menores precios y por supuesto sus compañeros de industria la mucho más desagradable sorpresa de competir y perfeccionar separa satisfacer a sus clientes.
Sus jefes (de la Rua y Cavallo) sostienen, sin mucha convicción, que defienden la convertibilidad y antes que devaluar prefieren la dolarización. Lo cual hace difícil comprender porque este señor igual sigue ocupando ese cargo cuando se ha convertido en el vocero más importante del lobby devaluacionista, de no competencia, de encerrarnos en un corral donde solo él y sus cómplices puedan vendernos. La presencia de Ignacio de Mendiguren en el pasillo de la Nomenklatura del banco de la Nación Argentina es una muestra más del nulo liderazgo del presidente de la Rua, de porque muchos desconfían de las “políticas competitivas y modernas” de Cavallo y apuestan a la devaluación.
Una cuestión que además demuestra la irresponsabilidad absoluta de Ignacio de Mendiguren, y del ministro que no lo echa, es el dato objetivo que el 94% de la deuda argentina (pública y privada) es en dólares, de lo cual resultaría que una devaluación haría quebrar al sistema financiero completo, además del Estado y la gran mayoría de empresas con bonos emitidos en el exterior, y personas con deudas en dólares.
Además la historia económica de la Argentina demuestra que con devaluaciones jamás aumentaron las exportaciones, tal vez se redujeron las importaciones. La devaluación es un robo de dinero ajeno, de salarios y el sometimiento de los ciudadanos a productos de menor calidad y mayor precio.
Los dos pasillos deberían ser un paseo público donde el pueblo pueda ver como existen dos caras de la ética de las empresas estatales, de los funcionarios y de muchos políticos, dirigentes. Como el pueblo camina por un pasillo largo, frío sin muchas esperanzas, mientras por otro paralelo lleno de lujos otros hacen “dinero” sin riesgo empresario.
Dos cuentos reales del Banco de la Nación Argentina:
1.- Mi empresa tiene una cuenta en el Banco y debía pagar unos equipos contra heladas a Chile, ello sucedió hace casi dos meses. Quise girar los dólares, pero el Banco de la Nación no me tomaba los dólares, sino que los convirtió a pesos al cambio de 0,96. Luego como el pago a los vendedores era en dólares el Banco de la Nación Argentina compró dólares por mi cuenta y orden a 1,04, más comisiones, etc.
En otras palabras el Banco de la Nación Argentina es una gran estafa.
2.- Asistía a un cliente que quería comprar una planta industrial de una empresa en quiebra en Tierra del Fuego. La planta tiene una hipoteca por U$ 13,5 millones, pero realmente no vale más de U$ 3 millones. El mayor acreedor es obviamente el Banco de la Nación Argentina. Un Subgerente General nos atiende de mala gana porque “para el Banco esta deuda no existe, es una suma tan pequeña que pierdo tiempo atendiendo esto”.
Como sus números no cerraban, nos explica que el asunto tiene el inconveniente que el Banco debía recuperar el crédito. A nuestra respuesta que a ese costo la nueva empresa no sería ni rentable, ni competitiva, este subgerente nos propuso que el BNA podía financiar el precio.
Para su sorpresa mi cliente le explica que los inversionistas japoneses no quieren ningún crédito, están dispuestos a invertir U$ 8 millones en el proyecto de su propio capital. Pero el subgerente dice que igual nadie firmaría perder ese crédito. Le pregunte entonces como explicaba que alguien hubiera firmado darlo, a lo cual me dijo que eso era otro tema y no venía al caso.
El primer cuento sucedió en el pasillo del pueblo, el segundo en él de los privilegiados, de los negociados. El Banco de la Nación Argentina debe ser privatizado, no tiene solución, ni motivo de existir.
Y si no lo privatizan al menos que echen a de Mendiguren, que un gesto coherente no le vendría mal a este gobierno.