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N ° 17/2001

Buenos Aires, julio 16 de 2001.-

REFLEXIONES 

por Aldo Camarota

Los medios están repletos de comentarios de gente que repudia las privatizaciones realizadas por Menem. Esta gente o es joven y no conoció el pasado o lo conoció pero no tiene memoria.

Lejos de mi ánimo defender la forma más vidriosa que cristalina de algunas privatizaciones, pero varias fueron exitosas. No nos acordamos cuando para obtener un teléfono había que esperar 20 años ? Cuando faltaban placas para radiografías? Cuando había constantes apagones y permanentes bajas de tensión?

Se dice que las empresas del Estado no tenían pérdidas. Si que las tenían y eran astronómicas e incontroladas, pero las absorbía el Estado, que nunca daba a conocer sus balances. Pero perdían y perdían...

Lamentablemente, los monopolios que controlan los medios, contribuyen con el cuadro que pintan, a que la población odie la economía libre. ¿Y entonces qué se propone? ¿Volver a estatizar todas las empresas? ¿Y con qué capital van a marchar? ¿Y con qué dinero van a pagar a los empleados, con nuevos empréstitos que aumentarán aun más la deuda externa? ¿O imponiendo el trabajo forzado "voluntario"?

¿Qué otra solución hay? ¿Acaso repudiar la deuda externa y convertirnos en los leprosos del mundo global? ¿O pidiéndole préstamos a Cuba o a Libia?

Hay actualmente movimientos tendientes a reducir la cantidad de provincias y la cantidad de funcionarios, legisladores, políticos en general, etc.Esa es una buena idea, porque poco a poco vamos a tener mas representantes que representados.

Lamentablemente, creo que ya es tarde. Hay que purgar la mentalidad de los argentinos a quienes les han lavado el cerebro haciéndoles creer que el mundo está obligado a darnos préstamos a rolete a intereses bajísimos o sin interés, con renovaciones y megacanjes cuando no seamos capaces de pagar ni siquiera las cuotas. Hasta los han convencido de que el planeta se está calentando (la que se está calentando es la gente) y hay que dar el apoyo a los "verdes"  protectores del medio ambiente (siempre que los árboles no les den sombra que les moleste, porque en ese caso los mandan a cortar), y que  protestan cuando peligra el habitat de un sapo o una lechuza, pero no  dicen nada cuando se mata a miles de niños sin brindarles la libertad de nacer.

La gente tiene que aprender que las libertades son derechos, no obligaciones de los demás. La libertad de trabajo no implica la obligación del empleador de dárnoslo...el derecho a la vivienda, no significa que el Estado (es decir, los contribuyentes) u otro ciudadano tenga que financiarla para regalárnosla. El derecho a la educación universitaria, no quiere decir que la sociedad toda tenga que pagar los estudios de una minoría.

Y fundamentalmente, la gente tiene que aprender que las soluciones de los problemas económicos no se consigue con solamente votar, porque  LA ECONOMIA TIENE LEYES PRECISAS QUE NO DEPENDEN DE LA VOLUNTAD DE LA MAYORIA Si diez amigos votamos para ir a comer al mejor restaurante de la ciudad, y no tenemos plata no podremos ir. Y no podemos reclamar que tenemos "el derecho" a que el dueño del restaurante nos sirva gratis, así como él no tiene el derecho a que nadie trabaje gratis para él.

Si hay escasez de un producto e imponemos precios máximos para evitar la especulación, el producto escaseará mucho más y se creará el mercado negro dando impulso a la especulación que pensábamos combatir.

Si legislamos que toda empresa tendrá la obligación de preservar el empleo de los jóvenes que van a cumplir el servicio militar, ningún joven conseguirá trabajo sin tener el servicio militar cumplido.

Si aumentamos los impuestos para aumentar la recaudación fiscal, esta bajará, en cambio, si rebajamos los impuestos bajará la evasión sin necesidad de adoptar medidas policiales.

Si el agua, la electricidad o la nafta fueran baratas, el consumo sería mucho mayor y el despilfarro enorme, pero cuando uno tiene que pagarlas de su bolsillo, las administra. Hacerlas baratas las encarece.

La leyes de la economía, como las de la física, son inexorables. Las apelaciones a la solidaridad, a la sensatez, al patriotismo, no las influyen. Es imposible pedirle a la lluvia que cese porque tenemos que salir a pasear. Y solo cumpliendo las leyes de la economía se  conseguirá una economía sana. No con discursos ni con viajes al exterior todos los días.

El propósito de lucro, lejos de ser nefasto, es el motor del progreso. Cualquier empresa, en cualquier régimen, necesita dar ganancias en un porcentaje que supere a las que el capital pueda ganar pasivamente en una cuenta de ahorros. Si las empresas no ganan dinero, tarde o temprano quiebran. Aunque el Estado las respalde, al final quiebran. Y entonces las fuentes de trabajo van desapareciendo. Los capitales se van ahuyentando.

     Y si el Estado sustituye a todas las empresas con fines de lucro, nos daremos cuenta que la producción cae porque nadie se levanta a las 4 de la mañana a ordeñar una vaca del gobierno.

      Ahora está de moda despotricar contra las grandes empresas extranjeras acusándolas de haberse apoderado de las empresas privatizadas. Pero recordemos que hace décadas había grandes empresas de capital argentino que también solían ser criticadas por quienes las acusaban de ser monopolios preocupados por ganar dinero.

       Estas empresas ARGENTINAS daban empleo a ARGENTINOS, servían a consumidores argentinos, y cuando exportaban producían divisas para el tesoro  de la Nación Argentina. ¡Claro que ganaban dinero! Una empresa que no gana dinero es un fracaso.

       ¿Por otra parte, cuál es la alternativa a las empresas con grandes capitales? ¿Ser todos cuentapropistas? ¿Ser un país de pequeños kioscos?

       El camino correcto es el de la economía libre. El capital extranjero que se invierte en el país no es malo en la medida que el Estado no  le otorgue beneficios y ventajas con respecto al capital nacional.  Ambos deben respetar los derechos y garantías que la Constitución otorga a los habitantes de la nación. Promover el odio al inversor extranjero porque ha recibido trato preferencial por parte de otros compatriotas nuestros, es como odiar a los ríos porque crecen y nos inundan cuando lo que hay que hacer es construir diques.

      Repudiemos la filosofía basada en tratar de solucionar los problemas de la Argentina pidiendo préstamos al exterior. Los que nos prestan no son instituciones de beneficencia. Terminemos con el complejo de inferioridad según el cual solamente somos hábiles para renegociar préstamos que nos hunden cada vez más. Confirmemos que somos serios y responsables y vamos a pagar lo que debemos, pero no pidamos más.

      Las circunstancias históricas nos dieron un país potencialmente rico, que varias generaciones hicieron próspero y otras cegadas por tanta abundancia, empobrecieron dilapidando la riqueza acumulada.

  Volvamos por ella! Esa es la misión de esta generación. No será fácil pero no acusemos a otros de nuestros reiterados errores, y evitemos la tentación de repetirlos. Tampoco pensemos en epopeyas faraónicas fuera de nuestro alcance. Seamos humildes, pero tenaces.

       Responsabilidad, libertad y buena memoria son los 3 pilares en los cuales el país debe apoyarse. No hay otros.

 

 

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