N ° 17/2001
Buenos Aires, julio 16 de 2001.-
Mientras los argentinos buscan con desaliento que la dirigencia del país encuentre soluciones al sistema político que por décadas ellos mismos alentaron y votaron, el inepto y corrupto de Raúl Ricardo Alfonsín se la pasa agravando los problemas con sus declaraciones y operaciones políticas.
No es el verdadero culpable de ocupar ese espacio, porque en la política como en la naturaleza los vacíos tienden a ser ocupados por otro elemento. La ausencia de poder y la indecisión demostrada durante más de 19 meses por Fernando de la Rua.
Alfonsín está ahí porque de la Rua le da ese espacio para que deje de perturbar, tanto él como los inútiles y corruptos que lo acompañaron y apañaron durante su fracaso entre 1983 y 1989 es De la Rua quien debe ejercer las funciones de Presidente de la Nación. Cargo al que accedió por haberse presentado como candidato, no por un accidente diabólico que nos castiga.
Mientras tanto Alfonsín se embarcado junto a sus cómplices radicales, de izquierda (los Farinello, los Chachos, la Carrió, etc) y por la derecha (Duhalde, Seineldin, etc) en una campaña contra la globalización. Como un lobo aullando a la luna, Alfonsín protesta contra el descubrimiento de América, de la rueda, de los antibióticos, medicamentos, del gas, la electricidad, etc. todo aquello que sacó a los indios del taparrabos y las boleadoras.
Alfonsín quiere volver atrás el reloj, pero como buen socialista pretende seguir disfrutando del resultado del esfuerzo ajeno, de los derechos de propiedad de los demás.
Es más, roguemos a Dios, que Alfonsín sea consecuente con sus ideas y abandone para siempre el suelo argentino. Que vuelva a la tierra de sus ancestros en España que sería la forma de responder a la globalización.
Pero son los hechos más que las palabras las palabras las que deben expresar a los jóvenes quien es Alfonsín, cual es la moral de los progresistas que como el Senador Leopoldo Moreau se la pasan gritando contra el liberalismo y la globalización (aclaración previa es que además tampoco el modelo económico argentino es liberal a pesar de todas las transformaciones producidas por Carlos Menem).
Las reservas del Banco Central de la República Argentina el 10 de diciembre de 1983 eran de U$ 3.155,4 millones, al partir Alfonsín el 08 de julio de 1989 no superaban los U$ 34 millones (se estima que cubrían 5 días de exportaciones de ese tiempo, lo que revela lo pequeña que era la economía argentina). Carlos Menem dejo a Fernando de la Rua y Chacho Álvarez más de U$ 36.000 millones de reservas en el mismo B.C.R.A.
Mientras Alfonsín y su clac sostienen que ajustar los salarios y jubilaciones a los ingresos del estado es inequitativo, cabe recordar que el salario promedio de la administración pública para cargos no políticos en julio de 1989 no superaba los U$ 42 mensuales, y las jubilaciones mínima eran de U$ 12 mensuales.
Todos los salarios y jubilaciones durante la gestión de Alfonsín se ajustaban en menos en forma mensual por el sistema de alta inflación que manejaron para financiar al estado. Nadie sabía cuanto ganaría cada mes, ni cuanto perdería de su salario a manos del gobierno nacional.
A valores constantes de la moneda con que Alfonsín asumió (pesos argentinos) un dólar costaba el 10 de diciembre de 1983 $a 17,58, cinco años más tarde el 30 de junio de 1989 el dólar costaba $a 2.516.740. Pero además comprarlo implicaba la dificultad de encontrar quien lo quisiera vender, al margen que era considerado un delito.
La deuda pública que heredo de los militares era de U$ 37.000 millones, pero para cubrirse de su propia ineficiencia la denunciaron como de U$ 43.500 millones. Al dejar el gobierno Raúl Alfonsín la deuda reconocida era de U$ 67.000 millones (un 55% más), pero una investigación realizada por el Banco Mundial determino que la deuda impaga dejada por Raúl Alfonsín a jubilados, proveedores y acreedores de la deuda alcanzaba otros U$ 31.000 millones, con lo cual la deuda pública real que dejo Alfonsín supera los U$ 98.000 millones.
Esa última diferencia se constituyó básicamente por el decreto de Emergencia Previsional de 1986, cuyos juicios condenatorios debió cumplir la administración de Carlos Menem.
El Producto Bruto Interno (PBI) cayo un 5,5% durante los años de Alfonsín y la inversión real cayo nada menos que un 18%. La tasa de interés llego al 1% diario en largos períodos y sobre los últimos meses de la gestión las tasas de interés eran muy superiores.
Se programaban cortes de luz diarios de seis horas, con lo cual ni siquiera existía la posibilidad de defenderse de la alta inflación.
En el Congreso de la Nación el 10 de diciembre de 1983 trabajaban 700 personas, el 08 de julio de 1989 se habían multiplicado por 18. Juan Carlos Pugliese y Víctor Martínez fieles bastoneros de Alfonsín habían promovido el empleo designando 11.900 nuevos trabajadores.
Los ilícitos cometidos en la Administración Nacional de Aduanas durante la gestión de Juan Carlos Delconte fueron estimados en no menos de U$ 1.500 millones, y él debió cumplir una condena de prisión por 10 años.
Algunos radicales que respondían al ex gobernador y hoy senador Eduardo Angeloz, en el punto más alto de la lucha por las candidaturas presidenciales para 1989 acusaron al gobierno de Alfonsín y anunciaron que pedirían juicio político al ministro de Economía Juan Vital Sourruille “por haber gastado en 1988 nada menos que 9.200 millones de Australes sin autorización legal alguna, otorgamiento de avales del Tesoro Nacional sin autorización y por montos no contabilizados, no haber enviado jamás un proyecto de presupuesto antes de la finalización del ejercicio que alcanzaría, rendiciones de cuentas observadas por el Tribunal de Cuentas de la Nación y no publicación de los balances del BCRA por tenerlos observados por la auditoria externa”.
Por supuesto la omertá radical aborto la presentación del pedido de juicio político, pero como lo habían anunciado a periodistas amigos se supo el contenido que sirve de muestra para advertir que en 10 años de gobierno de Carlos Menem el radicalismo no aprendió nada.
Esta es la parte más pequeña de la historia del desgobierno de Raúl Alfonsín y sus progresistas. El último trimestre de la presidencia de Isabel Perón proyecto una inflación anual del 670%, el último mes de Alfonsín la inflación era superior al 25.000% anual.
¿Porqué hablan entonces todavía? Porque durante 10 años gran parte del periodismo se dedico a difamar al gobierno justicialista y a enterrar el horror alfonsinista. Muchos por simpatía ideológica y alineamiento con el modelo castrista, otros porque habían sido empleados del régimen alfonsinista. Mientras tanto Clarín se dedicaba a alentar y promover dirigentes incapaces de quienes servirse cuando llegaran al gobierno.
Pero toda esta conjura, tácita para muchos pero orquestada para la gran mayoría de sus actores, tiene espacio y micrófonos impunes porque el Presidente de la Nación es un timorato, parecería que aun no se entero que es presidente y no senador.