N ° 16/2001
Buenos Aires, julio 02 de 2001.-
En medio del desgobierno en que vivimos y para dar una señal adicional para desalentar a los mercados y al pueblo mismo el pasado viernes en oportunidad de firmarse el acuerdo de competitividad o sovietización de los gráficos, uso el atril presidencial el sindicalista Ongaro.
Su discurso anclado en los sesenta llego al colmo de defender que Argentina haya desarrollado el proyecto Cóndor II, y que debería ser retomado, para “competir con el sistema de mísiles Minuteman de los EEUU, que es capaz de lanzar una bomba atómica a 10.000 Km.”
Uno puede empezar por decirle a este sindicalista que los Minuteman son mísiles de la década del sesenta, ya no se usan. Hoy el sistema es el Trident y ya hay nuevas generaciones. O en una forma menos elegante que es un ignorante.
Pero la gravedad de las palabras de Ongaro es que fueron dichas y aplaudidas por el Presidente de la Nación y su gabinete. Que le permitieron usar el atril presidencial para defender una política militarista y beligerante, cuyos gastos solo podrían hacerse sobre el hambre del pueblo.
Para remachar el pésimo mensaje de Ongaro, el Presidente De la Rua lo felicito y el sindicalista le dio un afectuoso cachetazo. Una joya de mensaje para tranquilizar a todos y demostrar como queremos ser competitivos.
Por cierto también el Código Civil dispone que los dementes furiosos, que pueden perturbar la paz ciudadana deben ser encerrados. Lo Ongaro estuvo más cerca de ello que de un alegato político, porque suponer que Argentina debe fabricar mísiles balísticos de largo alcance ya no para venderlos a Saddam Hussein como planeaba Alfonsín sino para competir con los EEUU sino es demencia, raya en ella.