N ° 14/2001
Buenos Aires, junio 04 de 2001.-
A mediados de 1975 un joven y brillante filósofo argentino, Jorge Luis García Venturini publico un artículo en La Prensa donde ampliaba la clasificación de los gobiernos que había realizado Aristóteles. En esa ampliación García Venturini introdujo una forma de gobierno que llamo Kakistocracia, el gobierno de los peores.
García Venturini sostenía que para los antiperonistas jamás había existido, ni imaginaban pudiera existir, un gobierno peor que los de Juan Domingo Perón, y sin embargo él de Isabel Perón resultaba mucho peor. De allí que García Venturini acuñara la definición de kakistocracia o gobierno de los peores, para calificarlo.
En marzo de 1976 la mayor parte de los civiles, incluidos grupos guerrilleros, apoyo que los militares para hacer el golpe de estado. Las causas eran diversas, para algunos la crisis financiera y económica justificaba el golpe, para otros era la violencia terrorista de los guerrilleros, para estos la creencia que un golpe militar les “devolvería el supuesto fervor y apoyo del pueblo” para la causa antiimperialista.
La inflación proyectada del primer trimestre de 1976 proyectada para todo el año hubiera llevado a una hiperinflación de alrededor del 678%. Raúl Alfonsín tuvo en 1985 más del 700% y la de su ultimo trimestre de gestión en 1989 la hubiera llevado para todo el año a más de 20.000%.
Los problemas de la deuda pública en cuanto a su pago no superaban algunos centenares de millones de dólares, comparados con el “Blindaje” de U$ 39.000 millones que De la Rua necesito en diciembre del año 2000 a poco de más de un año de asumir su cargo.
Pero poco más de cuatro meses después del “blindaje” que demostraba la confianza de los inversores en el país, nos haría crecer, etc. hemos necesitado el “mega canje” por más de U$ 29.000 millones, que en términos reales significa aumentar la deuda pública en un solo acto en más de U$ 7.500 millones de capital y alrededor de U$ 1.900 millones anuales de intereses, más.
Ciertamente no existe el problema de la violencia terrorista, al menos por ahora ya que la están dejando entrenarse, pero la inseguridad ciudadana ha llegado a límites intolerables, y las muertes de policías casi igualan a las que provocaban el ERP, y los Montoneros.
Isabel Perón heredó una situación de intolerancia política, donde la violencia para muchos estaba justificada. Bandas guerrilleras y de sindicalistas, o para policiales asolaban el país. La situación económica era explosiva por el programa inflación cero de Gelbard, las reservas monetarias eran muy bajas, los argentinos estábamos acostumbrados a la alta inflación, las inversiones reales solo existían sobre privilegios y subsidios, etc.
La oposición más que ayudar parecía empujar hacia el abismo y basta releer los diarios de sesiones legislativos para comprobarlo. Desde el Congreso de la Nación los diputados y senadores radicales reclamaban la declaración del estado de guerra interna para eliminar a la guerrilla y la Triple A. No aportaban ideas, ni siquiera propusieron alguna ley que saneara la economía.
En 1999 Fernando de la Rua recibió un país sin inflación, que azotado por cuatro crisis financieras internacionales comenzaba a dejar atrás una recesión de un año y medio, en paz política y social, con más de U$ 36.000 millones de dólares en reservas monetarias.
Sostuvo entonces que el problema era el déficit que dejaba la administración de Carlos Menem, lo cual es falso porque esa administración ya no gestionaría más. El problema es su propio déficit, sus impuestazos y su falta de gestión.
A diferencia de Isabel Perón, don Fernando ha encontrado una mayor colaboración de su oposición, mucho más responsable, aunque a mi entender votarle las leyes que reclamo el propio de la Rua ha sido desastroso.
La prensa finalmente durante el gobierno de Isabel Perón en su mayoría era fuertemente opositora y en algunos casos, fuera por ultra derecha o por izquierda, hasta sanguinaria. Tanto Raúl Alfonsín como Fernando de la Rua han disfrutado de una prensa mayoritariamente adicta a sus gobiernos, sin por ello poder disimular el fracaso de su gestión.
Solo comparar los problemas que tenía el gobierno de Isabel Perón con los que tuvieron Raúl Alfonsín y ahora Fernando de la Rua, y la actitud del resto de la sociedad, muestra cuanta intolerancia existía en los año 70. Por mucho menos se empujó a los militares a tomar el poder, y estos cedieron a la tentación.
La historia política argentina parece enseñarnos que el radicalismo es incapaz de gobernar y administrar. Buenos discursos cuando son oposición, una retórica enérgica y denuncista, pero al fin un partido de dirigentes incapaces para administrar.
Ahora viene la neo alfonsinista Elisa Carrió abandonando su distrito, prometiendo como antes Alfonsín y de la Rua un cambio y una administración decente. Pero basta ver muchas de sus propuestas legislativas, o sus discursos, para saber que tenemos otra aprendiz de brujo.
Bastaría reconocerse admirador de Alfonsín para descalificar a cualquier político, porque Alfonsín ha sido un fracaso que solo puede querer volver porque como buen irresponsable no usa cinturón de seguridad. Lo reconoció él mismo cuando a los pocos meses de abandonar sus funciones presidenciales, dijo “no supe, no quise, no pude”.
Esa es la guía de Elisa Carrió. Es al radicalismo al partido que denuncia por su corrupción pero se niega a abandonar con la convicción de usar su estructura política para intentar otro nuevo fracaso radical en el gobierno.
Algunos me dicen que el gobierno de Marcelo T. de Alvear fue una buena administración, pero ciertamente aumento las regulaciones anticompetitivas, invasivas de la libertad y del derecho de propiedad. Pero en cualquier caso en mí memoria del radicalismo solo tengo el recuerdo de los peores gobiernos.
Alfonsín, Carrió, de la Rua, y sus correligionarios forman una galería que hoy, tomando las ideas de García Venturini, me atrevo a calificar como el peor de los gobiernos y el gobierno de los peores. Bien por delante del gobierno de la propia Isabel Perón.
Esta sí es la Kakistocracia, el gobierno de los peores.