Artículo

  Volver atrás

N ° 13/2001

Buenos Aires, mayo 21 de 2001.-

SOBRAN IMPUESTOS 

por José Benegas

   Todos sabemos el peso enorme que la maquinaria política tiene sobre nuestro bienestar, pero no sólo porque son muchos los que se encuentran colgados en ella, sino por el tipo de pensamiento predominante entre políticos y en la sociedad en general.

Hagamos nuestra pequeña encuesta y preguntémosles a diez de nuestros conocidos cual es la función de un legislador y cuales son las condiciones requeridas para que el encuestado tenga un buen concepto de un legislador. Me atrevería a decir que salvo en reducidos círculos de inadaptados cómo mis propios amigos, todas las demás respuestas contribuirán a alimentar al aparato político y a hacer crecer el gasto público como viene ocurriendo hasta ahora.

     Quejándonos de los políticos somos como una madre que conocí que le pegaba a un bebe porque lloraba. Adivinen que hacía el bebe después de recibir los cachetazos.

     Va a ser difícil deshacer el trabajo de la deseducación pública, que ha dado muerte a la filosofía convirtiendo casi todo en un problema técnico que podría resolverse con un par de manuales de instrucciones. Desgraciadamente la “técnica” no sirve para mucho si no se tienen en claro los problemas de fondo.

      Es así que a la pregunta de para que sirve un legislador, por toda respuesta obtendremos: “Para hacer leyes”. Dentro de este concepto “aséptico” tan digno de la UBA y del Colegio Sarmiento, como del Newman o la UCA, caben: la ley de entidades financieras, la ley de asociaciones profesionales, la ley de contrato de trabajo, la ley anti evasión, etc. Etc. Etc. Si esa es la función del legislador, vayamos ahorrando para prever que el gasto público siga creciendo al infinito y por supuesto, el aparato político asociado a él también.

      Si conseguimos salvarnos de la devastación de muchas décadas de intervención estatal en la educación, tal vez podamos responder que dentro de la función (pretendida) del estado de velar por las libertades individuales, la del legislador consiste en hacerlo mediante normas que tiendan a ese fin y controlando a los otros dos poderes. Si ese es el cometido del legislador, entonces podremos pretender que el gasto público disminuya.

      En el contexto actual, menos legisladores no garantizan menor gasto ni mas justicia, ni mas limpieza ni nada lo que se suele pretender de las instituciones tal cual están, salvo tal vez en el corto plazo. Y no tengo nada contra ahorrarnos unos pesos teniendo veinte inútiles en lugar de cien, pero no puedo poner expectativas desmedidas en eso.

      La primera conclusión es sobran conocimientos inútiles, sobra educación vacía, sobra idioma inglés, sobran “family days”, y, como corolario: sobra ignorancia. No hacemos otra cosa que adular a supuestos impecables que van a destrozar todo lo que nos importa de verdad porque ya no somos capaces de distinguir el bien del mal.

      Conclusión dos: tenga cuidado: su hijo también esta siendo mal programado en este preciso instante y esta en riesgo de repetir la historia de quejarse de lo que el mismo genera. Si usted no sabe para que sirve un legislador y por tanto es parte del problema, lo que le cuesta mucha plata, sepa que su hijo está siendo formado de igual manera.

      Sin embargo este elefante que se retroalimenta de esa manera, tiene una debilidad. Esa debilidad no es por cierto el hecho de que el ciudadano vote, ni que “participe” en internas partidarias, conteste encuestas o compre el diario. Todo eso lo hace del mismo modo en que piensa, y nada de eso sirve realmente para limitar al poder si el propósito del fondo que sostiene a la idea de división de poderes, por ejemplo, ha sido por completo divorciado de ella.

      La única debilidad real del estado elefantiásico, inclusive la debilidad del sistema por el cual las propias víctimas alimentan al victimario es la evasión fiscal. Los impuestos son la contracara de la ignorancia.

      Una pregunta que tal vez ni siquiera resista a nuestro pequeño círculo es para que sirven los impuestos. Hagan esta encuesta también, verán que la gente, a pesar de lo que dice, no piensa que sobren políticos sino que cree que faltan.

      La respuesta es: sirven para que unos vivan a costa de otros. No tienen absolutamente otra utilidad. Por medio del aparato de deseducación se ha convencido a la población de que si no nos gustan tales o cuales impuestos (la cuestión de si nos gustan LOS impuestos queda directamente fuera de cuestión), lo que “corresponde” es que los discutamos, que hagamos campaña, que propongamos la derogación, que nos metamos en política (es decir, que nos convirtamos en PARTE DEL PROBLEMA), PERO QUE NO DEJEMOS DE PAGARLOS porque eso es algo así como un pecado. No tengo tan claro pecado de que religión, porque en lo que respecta al cristianismo el recaudador de impuestos era considerado al mismo nivel que las prostitutas; pero pecado al fin.

      La evasión fiscal y no los jueces, ni los legisladores, ni los comicios, ni las comisiones investigadoras, ni el periodismo (todos ellos mas bien contribuyen), ES EL ÚNICO LIMITE REAL DEL PODER que nos queda.

     Si nos asusta que el Estado no pueda financiarse por medio de tasas en lugar de impuestos pensemos que no sería una gran pérdida pues lo que esperábamos de él era seguridad fundamentalmente, que brilla por su ausencia.

     Que no nos engañen con que si nosotros pagamos los demás también deben hacerlo. Nuestro bienestar depende de que no nos roben ni a nosotros ni a nuestro vecino. Si después de que nos robaron a nosotros le roban a otro señor, no estaremos mejor.

      ¿Qué no es justo que unos paguen y otros no?. Esto es una gran falacia que el Estado promueve. Si hablamos de una transacción limpia como por ejemplo comer en un restaurante:  no es que debemos pagar porque otros lo hacen, sino porque hemos comido, NO POR UN PROBLEMA DE IGUALDAD, SINO DE JUSTICIA. Si a mi vecino lo pisó un auto, ¿DONDE ESTA LA JUSTICIA EN QUE ME VENGA A PISAR TAMBIÉN A MI?. Cuando el estado me sacude tengo un problema, cuando sacude también a mi cliente o a otro con el que me relaciono directa o indirectamente, tengo dos problemas.

     ¿Ustedes creen que puede construirse una sociedad justa y moral sobre la base de la imposición, de cobrar sin contraprestación, de obligar al otro a pagar por NADA, o lo que es peor, pagar para que alguien pueda dedicar su vida a joder la nuestra?. ¿Cómo puede alguien sostener éticamente semejante concepto?.

     ¿No hemos soportado suficiente en esta materia?. Hasta aceptamos que se nos obligue a declarar nosotros lo que tenemos para que nos puedan robar. Cómo decía la propia DGI: No deje que le roben: SOBRAN IMPUESTOS. HAGAMOS UN MUNDO MEJOR, TERMINEMOS CON LA ESCLAVITUD, TERMINEMOS CON LOS IMPUESTOS Y LOS SERVICIOS GRATUITOS AL ESTADO.

 

 

  Volver atrás