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N ° 11/2001

Buenos Aires, abril 23 de 2001.-

TITANIC,

¡TERCERA CLASE Y LOS MARINEROS!

      Frente a la crisis financiera del Estado Argentino el gobierno, y sus nuevos aliados salió a denunciar el consabido complot. Esta vez fue el vicejefe de gabinete Armando Caro Figueroa quien prometió en la mañana del sábado los nombres y detalles que jamás conoceremos.

      Este complot es tan poco creíble como aquel que los alfonsinistas pretendían enrostrar a Carlos Menem y en especial a Domingo Cavallo en febrero de 1989 para justificar la hiperinflación y la estafa monumental que hicieron con su hiperdevaluación.

      No existió complot en 1989, y tampoco ahora.

      Lo que está sucediendo es que la malas ideas tienen malas consecuencias. Y las ideas y medidas que está tomando Domingo Cavallo están equivocadas.

      Para quienes quieren ver en las declaraciones de Carlos Menem aconsejando cambiar los pesos por dólares, un acto de irresponsabilidad, me viene a la memoria que cuando él era presidente Cavallo en lugar de enojarse desafió a los especuladores a que compraran más dólares.

      ¿Qué cambió de entonces a hoy para que en lugar de desafíos Cavallo hoy denuncié una recomendación como “terrorismo económico”?

      Los cambios son pocos, pero significativos. El gobierno de la Alianza que encabeza Fernando de la Rua ya lleva 6 (seis) planes económicos, cada uno de los cuales ha provocado más recesión, más desempleo y un robo de la riqueza de los ciudadanos a favor del estado.

      El último plan lanzado, por llamarlo de alguna forma, por Cavallo hasta ahora ha sido un brutal impuestazo, el apoderamiento de reservas del Banco Central, la manipulación por decreto de la Carta Orgánica de dicha institución y la propuesta de cambiar la convertibilidad.

      A ello se suman las innecesarias peleas que Domingo Cavallo abre cada día. Y la gravísima pelea iniciada por el cavallismo y la Alianza contra Pedro Pou para intentar someter al BCRA a la política de un gobierno fracasado.

      Esta vez Cavallo no tuvo un Erman González que hiciera la tarea sucia, que fue el Plan Bonex. No lo tuvo porque su apuro por meterse en el poder hizo echar, renunciar a López Murphy y se quedo con el trabajo que no sabe hacer.

      Cavallo ha generado un problema que es debilitar las instituciones económicas como la convertibilidad, el BCRA, y el sistema financiero.

      El día jueves cuando comenzó la caída de los mercados ya habían sucedido varias cosas como modificar la Carta Orgánica del BCRA por decreto, la aprobación por el bloque de diputados de la Alianza de la supresión de la convertibilidad y para remacharlo Cavallo en Londres formuló la idea de recortar y modificar la autonomía del BCRA.

      Lo primero que vino a mi cabeza ante ese último anuncio es que justamente Gran Bretaña es uno de los cuatro países que con mayor fuerza se opone a la moneda única europea, el Euro, justamente la moneda virtual que Cavallo quiere encajarnos en lugar del dólar.

      Los argumentos para encajarnos la “canasta de convertibilidad” resultan casi infantiles. Veamos el primero referido a la necesidad de respaldar al peso en la moneda del lugar a donde se dirigen la mayor parte de las exportaciones argentinas. Si este fuera válido, por ejemplo los EEUU deberían respaldar al dólar en el peso mejicano, o en el yen.

      Otro punto referido a las exportaciones es que el sector externo de la economía argentina es solo un 10% de ella, del cual solo un tercio se hace con la Comunidad Económica Europea y puede ser afectado por el valor del dólar. Ello porque muchas de esas transacciones son commodities que se transan en dólares.

      En otras palabras para ayudar al 3% o menos de la economía, Cavallo ha puesto en peligro a toda la economía, a todos los argentinos que cuando el peso quede devaluado deberemos pagar mayores impuestos para pagar la deuda que el Estado sigue acumulando y haciendo crecer.

      Por eso cuando desde el viernes la Alianza, Cavallo y gran parte del periodismo salieron a criticar las palabras de Carlos Menem pensé que todos los sectores de intereses corporativos, y del poder se aliaron para castigar a quien advirtió a todos del riesgo a donde estábamos llegando.

      Para entonces dos reconocidos economistas y banqueros como Calomiris y R. Dornbusch habían alertado sobre la inconsistencia del plan del Ministro Cavallo. No lo hicieron en una reunión secreta, sino a través de reportes públicos, a la luz del día.

      Entonces las palabras de Carlos Menem fueron dichas cuando ya el riesgo país había superado los 1030 puntos básicos. Pueden enojarse porque alguien no quiere tragarse el anzuelo. Pueden seguir queriendo creer lo desean, pero lo cierto es que Carlos Menem no es él culpable por dar el alerta.

      Cuando el Titanic choco contra el iceberg y comenzó a hundirse, el capitán y parte de sus oficiales quisieron negar la situación. Cuando por fin comenzaron a evacuar a la primera clase siguieron ocultando la gravedad de la situación a los marineros bajo cubierta y a los pasajeros de segunda y tercera clase.

      Carlos Menem actuó distinto advirtió a todos, pero en especial a los más humildes, a los que menos tienen, que estamos en una crisis gravísima y que están por ser estafados. Porque una devaluación de la convertibilidad del peso y el dólar uno a uno es una estafa. Se trata de la ruptura unilateral de un contrato por el ejercicio del poder incontrolable que el Estado pretende ejercer sobre los ciudadanos.

      Cada vez que existieron devaluaciones, cambios arbitrarios desde el poder, los argentinos menos avisados, informados, fueron quienes más sufrieron.

      Hace poco más de 20 días al presentarse el libro “Dolarizar, el fin de las monedas nacionales” de Enrique Blasco Garma, Carlos Menem expresó que él defendía la dolarización porque cuando en nuestro país existen dos monedas los ricos y poderosos tienen dólares y los más humildes, los que menos pueden defenderse, se ven obligados a quedarse con los pesos.

      Por eso la advertencia, el consejo de Carlos Menem ha sido un aviso para todos, sin exclusiones.

      Por otro lado dolarizar obligaría a que los políticos, franja morada y otros privilegiados deban ajustarse de una vez en lugar de robar a los que trabajan y producen.

      Todo tiene un límite. Carlos Menem colaboró para que se aprueben leyes que de haberlas pedido él hubieran desatado un huracán de denuncias por autoritarismo. Pero frente al inminente peligro de la ruptura del contrato monetario dijo basta. Y está bien poner un límite.

      La furia con la que atacaron a Carlos Menem es la de aquellos que reunidos en la fortaleza del privilegio ven a un líder levantar las banderas del pueblo. Le temen porque en su fuero íntimo saben que sus palabras están cargadas de verdad, que defienden el derecho de propiedad de los argentinos y la seguridad jurídica.

      Odian la dolarización porque los obligaría a gobernar sin robar, sin repartir dinero ajeno mal habido con injustas leyes tributarias.

      En su afán de defender sus privilegios recurrieron a la falsedad de sostener que Menem reaccionaba así por el infame procesamiento de Emir Yoma. Otros al sentimentalismo de la pérdida de una moneda nacional.

      Pero ninguno se atreve a discutir porque el estado debe tener el monopolio de la moneda, cuando todo lo que hace lo hace mal. Si lo hicieran bien no necesitarían imponer por ley la moneda, la gente la aceptaría en forma voluntaria.

      Nadie compra dólares por perversidad, sino en defensa de su patrimonio. Porque sabe que el Estado Argentino siempre termina por violar sus obligaciones y contratos y endosa el pago a los contribuyentes, a los ciudadanos.

 

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