N ° 11/2001
Buenos Aires, abril 23 de 2001.-
Hasta la vigencia de la convertibilidad dispuesta por la ley 23.928 los tenedores de pesos éramos acreedores del Banco Central por un dólar por cada uno de esos pesos.
Casi se podía decir que la verdadera moneda vigente era el dólar en tanto el peso no tenía valor por sí sino por representar a la moneda estadounidense.
De ahí que, a mi entender no pudiera hablarse hasta aquí de sobrevaluación, ni subvaluación. No son calificativos que se adapten a algo que no tiene valor por sí. El “casi” estaba dado por el hecho de que el “recibo” por un dólar que implicaba un peso, no llegaba a valer lo mismo que el dólar al que simbolizaba por el sólo hecho de que el deudor – el Banco Central – no era precisamente confiable. Eso explicaba que las tasas en pesos hayan sido siempre superiores a las tasas en dólares.
Una muy resonante investigación se basa en la imputación al ex presidente de la nación y a algunos de sus ministros, por ventas encubiertas de armas en violación a compromisos internacionales. Además del hecho de que violar eventualmente la convertibilidad tendría una magnitud económica muy superior a la del affaire de las armas ¿porqué no se considera delictivo violar el compromiso con millones de argentinos que tienen sus dólares depositados en el Banco Central?. Misterios de un derecho penal algo tuerto.
No ha pasado un mes desde que el ministro Cavallo prometió que el respaldo en dólares del peso no sería cambiado por mucho tiempo. Ya ha violado ese compromiso, anunciando lo que llamó una “nueva convertibilidad”.
Lo primero a destacar es que no podría hacerse esa nueva “convertibilidad” sin incumplir la primera, con lo que la segunda aparece como aún menos confiable. Lo segundo es la alarma que produce sobre la salud de nuestras instituciones que la voluntad caprichosa de un solo hombre pueda imponerse al derecho de propiedad de millones de personas.
Pero nada es comparable en gravedad al hecho de que la llamada “nueva convertibilidad” no sea ni nueva ni convertibilidad, sino el viejo y conocido control de cambios. El ministro Cavallo cuyo prestigio se sustentó en adoptar la idea (ajena) de la convertibilidad, le está poniendo fin ahora de manera encubierta.
En efecto, mientras anunció que el peso tendría respaldo mitad en dólares y mitad en euros, la ley enviada al congreso dispone que un peso será “convertible” por el promedio entre el valor del peso y el valor del dólar. Imaginemos al tenedor de un peso dirigiéndose al Banco Central para reclamar que por ese peso le devuelvan semejante cosa como el mencionado “promedio”. ¿Qué le darán; acaso una calculadora?, ¿la cantidad de dólares y pesos que se le ocurra al no tan estable presidente del organismo?. El peso, con la novedosa regla, simplemente ya no es convertible, pues no representa a nada. El promedio en cuestión no es algo palpable sino un valor, un número. La masa monetaria no poseerá ya un respaldo determinado.
Lo único que queda luego del paso del huracán Cavallo es un simple y remanido control de cambios que establece, esta vez por ley, que el valor (ahora recuperado) del peso es, por mera voluntad legislativa, igual al promedio del valor (¿expresado en que bien de cambio?) del dólar y del peso. Y todos sabemos las consecuencias que tiene el control de cambios, y si no hemos de recordarlo rápidamente no bien la ley comience a aplicarse.
Será sin duda una buena noticia para quienes practican la religión devaluatoria, pero para el resto de los argentinos es una violación flagrante a su derecho de propiedad con las características engañosas de una defraudación masiva. También es una excelente noticia para los bancos europeos que se aprestan a hacer el gigantesco negocio de venderle a la argentina decenas de miles de millones de dólares en bonos representativos de euros, dado que esa moneda aún no circula, y para quienes quisieran hacerse archimillonarios en coimas por hacer esa operación.
Sostiene el ministro que conviene acercar nuestra moneda al valor de aquella que rige en los países hacia los que mas exportamos. ¿Qué será mas probable?: ¿qué Estados Unidos o Europa adopten la moneda de aquél otro país que reciba en mayor medida sus propias exportaciones (siguiendo la tesis y a su vez acabando con el sueño de Cavallo), o que el titular del Palacio de Hacienda esté completamente equivocado?. Táchese lo que no corresponda, pero ninguna de las dos posibilidades lo favorecen.