N ° 08/2001
Buenos Aires, marzo 12 de 2001.-
Los eventos de las últimas semanas se debaten entre los roles de Alfonsín, Chacho Kimble Álvarez y el propio de la Rua. Creo que muchos tenemos la tendencia a culpar a los dos primeros de la falta de respaldo político a la política económica, sin embargo creo que la cuestión es distinta.
Si todavía hay políticos, periodistas, pseudo pensadores, y ciudadanos dispuestos a votar y tolerar los dislates de Raúl Alfonsín solo tenemos una nueva evidencia del fracaso del sistema educativo nacional. Solo la producción masiva de analfabetos funcionales permite que Raúl Alfonsín siga siendo considerado por sus opiniones y se permita presentarse como candidato a Senador Nacional luego de su absoluto fracaso como Presidente de la Nación entre 1983 y 1989.
La única cuestión de dicha candidatura aceptable para la ciudadanía es que su secretaría personal Margarita Ronco si Alfonsín resultará electo senador sería blanqueada como ñoqui de dicho organismo. Cuestión ocultada en el manto del olvido a la corrupción de los progresistas.
Que Chacho Kimble Álvarez el día 1° de marzo por la tarde haya descalificado duramente el discurso presidencial de 90 minutos ante el Congreso y sea llamado el 2 de marzo por la noche a discutir un cambio de ministros no es su culpa.
El problema se llama Fernando de la Rua, que ante la renuncia del Ministro de Economía José Luis Machinea convoca para pedirles consejo a Raúl Alfonsín y Chacho Kimble Álvarez.
No solo demostró estar absolutamente desprevenido frente a la renuncia de Machinea, sino que carece de autoridad y tino para gobernar.
El problema del gobierno no son Alfonsín y Chacho Kimble, sino la falta de autoridad y resolución que demuestra el Presidente de la Nación. No se trata de otra cosa, nadie votó un triunvirato. Tal vez si al dúo de la Alianza, pero aún así el régimen constitucional argentino tiene un solo presidente.
Por otro lado De la Rua permite que sus ministros tengan como agenda la preservación de la Alianza que de por sí es una aberración para el gobierno. Nadie los votó para cuidar la Alianza, sino para administrar el gobierno federal.
Igualmente son distintas la ópticas de cada ministro, empezando por el Ministro del Interior que se ha permitido expresar en reiteradas oportunidades opiniones totalmente contrarias a las del presidente y aún permanece en su cargo. Federico Storani es el caso paradigmático se la pasa sosteniendo públicamente posiciones contrarias a las del presidente, usando fondos del Ministerio del Interior para favorecer a sus aliados políticos que hasta en la interna radical son contrarios al presidente.
Inclusive el larguísimo y aburrido discurso del 1° de marzo al Congreso, fueron solo 90 minutos de una monocorde letanía llena de mentiras, como la reducción del gasto público, el saneamiento del Pami, etc. Basta leer la información oficial del INDEC para comprobarlo, o recordar que en noviembre debieron salir corriendo a pedir el salvataje porque pusieron el Estado Nacional al borde de la cesación de pagos. Impulsaron y obtuvieron la aprobación de una reforma a la ley de “convertibilidad fiscal” para aumentar el déficit público del año 2001 en un 78% y a ello lo llaman contención del déficit.
El déficit fiscal del año 2000 es todo responsabilidad del gobierno de la Alianza, no es herencia. Igualmente el mayúsculo error de aumentar los impuestos y reducir salarios.
Pero la evidencia de la incapacidad del gobierno de Fernando de la Rua es el contenido del discurso al Congreso Nacional y las ideas del nuevo ministro de economía que acepto el cargo con una vocación cuasi militar de obediencia debida y sacrificio por la patria.
Baste un ejemplo terminante, en sus discursos de asunción y apertura de sesiones legislativas del año 2000, el Presidente de la Rua rechazó la privatización del Banco de la Nación Argentina. El día 1° de marzo ante el Congreso de ufano de haber cumplido esa promesa y que sería mantenida. Entre las propuestas centrales de FIEL (respaldo técnico del nuevo ministro) se halla la privatización de dicho banco.
Permítaseme la licencia de señalar que el Presidente además solo cumple las promesas más equivocadas. Las otras las ignora.
Toda esta cuestión sumada al silencio mantenido entre el 2 de marzo y el día de hoy demuestran que el Presidente no tiene plan alguno, que no siquiera tiene un diagnóstico de la situación a la que ha llevado al país, y encima recurre al consejo de aquellos que no saben, no pueden, ni quieren.
El socialismo ya fracasó y sigue fracasando en nuestro sistema de gobierno. Porque no hay liberalismo, ni neoliberalismo cuando se viola el derecho de propiedad y se hace crecer al estado a expensas del sector privado. En la Argentina el único sector que sigue ajustándose y achicándose para sostener al estado es el sector privado, la empresas y las personas.
Por eso el problema político que enfrentamos los argentinos no es Alfonsín, no es Chacho Kimble Álvarez, ni los demás socialistas opositores del mismo partido gubernista. Ellos no tienen alternativas, ni hombres con propuestas, se limitan a obstruir y como los lobos ladrarle a la luna, su acción se limita a obstruir y confundir al pueblo. El problema se llama Fernando de la Rua.