N ° 07/2001
Buenos Aires, febrero 26 de 2001.-
No se trata de Carrió, Gutiérrez y Moneta. Se trata de los métodos y los fines, de la ideologías que alientan algunos en este caso.
El ataque al presidente del Banco Central ha unido a muchos dirigentes con tradición de irresponsabilidad y fracasos. Los encabezan Lilota Carrió y Raúl Alfonsín, pero adhiere el ex Ministro de Trabajo de Isabel Perón, Carlos Ruckauf. Este último todavía cree que la tasa de interés no baja exclusivamente por culpa de las regulaciones del Banco Central.
La tasa de interés es muy alta en Argentina en primer lugar por el nivel de gasto público que se financia con dinero de bancos y AFJP. Y el excesivo nivel de gasto público es exclusiva culpa de la dirigencia política.
Según algunos medios Ruckauf para no aparecer sumado al coro de irresponsables progresistas deslizo que aconsejaba reemplazar a Pedro Pou con Domingo Cavallo o alguien así, pero que se comprometiera con un proyecto reactivador.
Ya una vez Cavallo fue presidente del BCRA y su reactivación fue estatizar la deuda de algunas empresas privadas por más de U$ 4.500 millones. En otras palabras con una simple circular del Banco Central nos hizo deudores a todos los argentinos de las deudas de otros que se quedaron con el dinero antes recibido y sus empresas. ¿A esto llamarán reactivador?
Hoy Ricardo Gutiérrez presidente del Banco de la Provincia de Buenos Aires debería más que andar haciendo presión sobre empresarios beneficiarios de créditos “blandos” del Bapro para sumarlos a la campaña contra Pedro Pou, sanear el banco que preside.
Y si el problema es el lavado en operaciones off shore, el Banco de la Nación Argentina tiene sucursales en gran Caimán y Panamá y el Bapro en Gran Caimán. ¿Porqué dos bancos públicos cuya “justificación” para sostenerlos es fomentar el crédito a empresas nacionales y al “campo” tienen miles de millones de dólares en activos financieros en paraísos fiscales? ¿O solo esconden los malos créditos dados por razones políticas?
Una cuestión bien importante es el razonamiento que se pretende instalar por el cual el Banco Central debería controlar el lavado de dinero de la corrupción y de la evasión fiscal. Dicho razonamiento implica un grave ataque a la privacidad de todos los ciudadanos, ya que con esas excusas el BCRA debería controlar las operaciones individuales de todos los ciudadanos y empresas argentinas. Una suerte de Cheka, GESTAPO financiera, como ya armaron con la Unidad de Inteligencia Financiera.
Hay que ser claros el Banco Central debe resguardar el sistema monetario (algo que obviamente Alfonsín y sus admiradores ignoran) y establecer las normas elementales de funcionamiento del sistema financiero. Debe controlar que las operaciones globales sean legales y en caso de fraudes financieros comprobados formular las denuncias que pudieran corresponder. Pero jamás puede pedirse al BCRA que se transforme en un agente policial.
La ofensiva ‘política’ sobre el Banco Central demuestra el desprecio que tiene gran parte de la clase política por la independencia de cualquier institución que no controle. Ruckauf y Alfonsín hasta ahora han demostrado bastante incompetencia en la administración del estado. Al menos por precaución debería sostenerse a Pedro Pou en la presidencia del BCRA.
Se trata ante todo de preservar la presunción de inocencia y evitar que la maldición mediática sea razón para destruir a las personas y las instituciones.
La época en que el BCRA era una herramienta de la política reactivadora nos hundía cada tanto en la hiperinflación. Hoy el BCRA tiene por ley ante una función el resguardo del dinero de los argentinos, de nuestros pesos, no de financiar los planes de los políticos.
Nuestro dinero es un derecho de propiedad. Cada vez que se tocaron las reservas, los encajes para hacer política el país sufrió serias crisis económicas y financieras que se pagaron con mayor pobreza.
Si Alfonsín, Ruckauf, Ibarra, Lilota Carrió, el marciano Moreau toman por asalto la timonera monetaria (el Banco Central) no van a alcanzar los botes de nuestro Titanic (Argentina). Pero todos ellos siguen bailando en la cubierta de nuestro barco.
Aunque no se traguen personalmente a Pedro Pou como todos podemos imaginar José Luis Machinea y Cristian Colombo iniciaron la defensa de la autonomía institucional del Banco Central y su conducción, lo que merece aprobación. Finalmente en forma un poco más lenta y vacilante el propio Presidente de la Nación Fernando de la Rua expreso que no existían “motivos objetivos” para remover a Pedro Pou. Y señalo que en forma vacilante porque a las pocas horas intento expresar que Raúl Irresponsable Alfonsín y Carlos Kimble Álvarez no habían pedido la remoción de Pou, lo cual todos sabemos sucedió solo por odio a su condición de liberal y pro dolarización.
En cuanto a descontrol y falta de vigilancia por el Banco Central, si van a investigarla no se olviden del Banco de Italia y del Río de la Plata, del Banco Alas, solo para que Alfonsín y sus seguidores rindan cuentas antes de poder juzgar a otros. Primero sepamos cuanto daño hicieron y después veamos si están capacitados para juzgar la gestión de Pedro Pou.
Los radicales y en especial los alfonsinistas, juzgando la gestión de Pedro Pou en el BCRA, es como tener piromaniacos cuidando la santabárbara.
La demostración que nuestro país está quebrado moralmente es que Alfonsín se permita opinar sobre política exterior, justicia y economía, tres materias en las cuales su gobierno fue más que aplazado. La impunidad de su accionar resulta triste, al menos debería tener el pudor de dejarnos a todos los demás, Machinea incluido, intentar reconstruir un país que Alfonsín desbastó moral y económicamente.
Y para Raúl Alfonsín que se escandaliza porque Pedro Pou ha apoyado la dolarización, vendría bien recordarle que entre el Austral y el Dólar, el pueblo eligió y elige el Dólar. En otras palabras confía más en el Tío Alan Greenspan y Ronald Reagan que en el papá burro de Alfonsín.
Cuando Alfonsín sostiene que debe ser removido Pedro Pou por haber querido dolarizar la moneda, es bueno recordar los arbolitos de la calle San Martín, los 29 tipos de cambios diferenciados (verdadera fuente de corrupción política y administrativa), las angustias de 1983 a 1989.
Por eso si Alfonsín quiere echar a Pou creo el beneficio de la duda debería estar a favor de Pou, solo la perversa mala memoria selectiva de muchos periodistas puede tomar las declaraciones de Alfonsín sin siquiera preguntarle sobre sus conocimientos y experiencia en política monetaria.