N ° 06/2001
Buenos Aires, febrero 12 de 2001.-
El posible voto del gobierno argentino condenando las violaciones de los derechos humanos del dictador Fidel Castro y su régimen contra el pueblo cubano desato un ataque verbal de todo el gobierno cubano. Los insultos de Fidel Castro y su pandilla de genocidas contra el Presidente Fernando de la Rua y el Ministro de Relaciones Exteriores, Adalberto Rodríguez Giavarini desbordaron el cauce del debate.
De inmediato los agentes castristas y pro comunistas se lanzaron a lamentar que las palabras del dictador perjudicaban su “causa”. Como loa causa de Fidel castro es la de establecer una revolución comunista estos lamentos de dirigentes de la Alianza demuestran que nuestro país se halla gobernado por muchos dirigentes antidemocráticos.
La actitud del alfonsinismo y el Frepaso, liderados por Raúl Alfonsín, Raúl Alconada Sempé, Federico Storani, Chacho Kimble Álvarez y Aníbal Ibarra no se trata de un problema de Cuba o que resulte estéril y sin importancia, porque en rigor demuestra los pensamientos y valores que alientan los dirigentes pro castristas.
Los defensores de Fidel Castro son los mismos que defendieron la liberación de los guerrilleros asesinos del MTP que atacaron el Regimiento de La Tablada en 1989, los que se alegraron con la suelta de guerrilleros el 25 de mayo de 1973, quienes aún militan a favor de la más antigua dictadura de América.
Algunos defienden a la dictadura castrista porque el pueblo cubano tiene buena salud pública y educación. Ello es falso, pero si aún fuera cierto sería como justificar al nazismo porque tenía buena educación pública, buena salud pública y además construía autopistas.
La salud pública en las dictaduras es solo un herramienta de propaganda más. Los buenos hospitales son para los jerarcas del régimen, acaudalados y notables extranjeros que sirvan para difundir “la pantalla”, pero esa salud no llega al pueblo. En cuanto a la educación es claro que es solo una forma de lavar cerebros y adoctrinar a los más jóvenes de modo tal que si el régimen necesita carne de cañón los jóvenes pioneros, komsomoles o hitleristas sirvan con eficiencia en sus guerras, sean delatores de sus padres y vecinos, buenos soplones de la policía política.
Fidel Castro lleva más de 42 años sin prensa libre, sin permitir la libertad de expresión, monopolizando la educación y los medios de comunicación, creando un ejército y policía política dedicados a la represión del propio pueblo. La patria potestad está estatizada, a los padres solo se les deja la “tenencia” de sus propios hijos. Uno es libre de expresar ideas en forma libre si se ajusta a los principios y objetivos de la revolución socialista.
Todo ello no tiene relación, ni mucho menos justificación, en el embargo de los EEUU, o en la política exterior norteamericana sino en la lógica perversa del régimen castrista. Que por cierto, fue mientras duró, el más importante lame botas de los dictadores soviéticos. Siguiendo la propia lógica castrista, Fidel recibía más de U$ 10.000 millones anuales como ayuda a cambio de exportar su revolución, entrenar guerrilleros, darles asilo, enviar ejércitos a Angola, Etiopía, torturadores a Vietnam, etc.
Entre los países que sufrieron la agresión cubana guerrillera está nuestra Argentina, que culminó en el baño de sangre de la década del ’70. Que nos sacudió en enero de 1989 cuando intentaron los agentes castristas y sandinistas reeditar la guerrilla comunista.
A comienzos de enero de este año Fidel castro detuvo y encarceló a dos dirigentes de la revolución checa, el diputado Ivan Pilip y el dirigente juvenil Jan Bubenik. Los arrestó soplo por haber mantenido una entrevista con personas que castro califica de disidentes, y eso los convierte en delincuentes. Un mes más tarde solo los libero en un canje para evitar que se cancelara la reunión Interparlamentaria Mundial, y previo obligarlos a “reconocer que sus actos eran castigados por la ley cubana como espionaje aunque ellos desconocían la misma”.
En realidad a los dos hombres los detuvo en venganza porque pertenecen al partido de Vaclav Havel que derrumbó la dictadura comunista checa y conocen la verdadera y atroz cara del comunismo. Son sus enemigos más peligrosos porque a ellos no los engaña la propaganda, ni la fachada castrista, saben que es un sanguinario dictador.
Pero todavía podemos ver algo más en los políticos pro castristas o progresistas, su odio por los EEUU, tiene alguna cuestión profunda de odio por el capitalismo, por el necesario sacrificio para progresar. Son políticos profesionales, jamás trabajaron en nada productivo. Sueñan con vivir del esfuerzo ajeno y esclavizar a su pueblo, por eso admiran a Castro.
No en vano Alfonsín cambio moneda por decreto, desagio contratos privados, congeló jubilaciones generando miles de millones de deuda pública, estableció una confiscación llamada “ahorro forzoso”, detuvo ciudadanos por decreto, la confiscación inflacionaria, las quiebras empresarias, y esto es solo una muestra de los abusos alfonsinistas. Continuaron desde que asumió el actual gobierno con el impuestazo, la retroactividad de impuestos, el robo de salarios públicos, el asalto a los fondos jubilatorios de las AFJP, etc.
Por eso el debate sobre el voto argentino en Naciones Unidas acerca de las violaciones de los derechos humanos por la pandilla de Fidel Castro contra el pueblo cubano es más importante que un tema caribeño. Se trata del rumbo de nuestras libertades, de nuestros derechos individuales y de propiedad, este debate le quita la máscara a los políticos progresistas y los muestra como son, unos fanáticos autoritarios.
El “tercer triunvirato” que integran Alfonsín, Kimble Álvarez y De la Rua está aparentemente dividido. Porque dicen que De la Rua quiere condenar al gobierno cubano, pero sigue en silencio. Solo el Ministro Rodríguez Giavarini ha demostrado firmeza frente a los excesos de Fidel Castro y su embajador, que por cierto debe ser expulsado de inmediato. Mientras tanto Alfonsín y Kimble Álvarez se lamentan que los ataques verbales del dictador Castro les impida forzar el cambio de voto de nuestro país. Es de esperar que el Presidente escuche a su ministro y no a sus camaradas triunviros, que solo le generan problemas.