N ° 13/2005 - Año 6º
Buenos Aires, septiembre 08 de 2005.-
El caso del ex Obispo Juan Carlos Maccarone, ese que Kirchner pretendía hacer candidato para ser Papa) desnuda una vez más la cobardía hasta de la máxima jerarquía de nuestra Iglesia Católica.
Seamos claros con los hechos. Ya el ex Obispo Juan Carlos Maccarone había sido trasladado de Chascomús a Santiago del Estero para diluir denuncias de abuso sexual a varones menores de edad. No solo no se arrepintió de sus pecados y delitos, sino que ahora sabemos continuo su licenciosa vida sexual a pesar de estar traicionando sus votos libres y voluntarios y a toda su Iglesia.
Dicen algunos ahora que no es correcto juzgar la vida privada del ex obispo Juan Carlos Maccarone, pero no estamos juzgando eso sino que él tomó por su propia decisión un compromiso frente a Dios y la Iglesia Católica de ajustar su vida a la moral y ha traicionado eso en forma continua.
Su pedido de perdón tampoco se ajusta a la noción de arrepentimiento cristiano. Juan Carlos Maccarone no se arrepintió de su pecado (y se trata de un pecado mortal) solo pidió disculpas cuando supo que esta vez no podría taparse su escandalosa conducta.
A esta altura un poco prevenido lector podría preguntarse entonces porque el Episcopado y la prensa en general salieron en su defensa. Por el viejo principio que a un “progre”, a un izquierdista se le intenta perdonar todo. Porque además el pecado de Juan Carlos Maccarone es conveniente a establecer una ruptura de los valores morales, de promover la disolución de la familia que es una de las herramientas del totalitarismo cualquiera sea el color que vista en sus uniformes.
Quien agravo todo fue el Episcopado al intentar justificar o disimular, elija cada uno lo que quiera, el pecado de Juan Carlos Maccarone y para ello no encontró mejor camino que politizar el tema y sumarse a la “teoría conspirativa” de la venganza política. Como si ello pudiera siquiera disimular la escandalosa conducta del ex obispo Maccarone. Se intentó así desviar el centro del escándalo, convertir una disculpa en un arrepentimiento.
Pero justamente de la Iglesia Católica es que no esperamos que actúe en forma tan cobarde y ajustándose a quedar como “políticamente correcta”. El Episcopado al respaldar a Juan Carlos Maccarone, al darle su respaldo y dirigir su condena a la “acusada extorsión, venganza política” (ni siquiera probada aún hoy) quedo bien con el gobierno que promueve dar igual tratamiento a las familias que a las uniones de homosexuales, que promueve la disolución del valor familia, la elevación de conductas no naturales y viciosas como recomendables. Y en ese camino justificaron o eximieron de culpa a una conducta escandalosa y pecaminosa de un obispo, ¿Qué ejemplo queda entonces para los demás fieles?
¿Qué podemos pensar los demás fieles si los Obispos protegen a un pecador público?
El Episcopado como bien dice Víctor E. Ordóñez negó la verdad y orwellianamente creo una nueva, “lo que han hecho los obispos argentinos al manejar el episodio Maccarone con una estrategia de virtualidad: ocurrió como ellos lo describieron y obedeció a las razones que ellos dieron.”
Hace una semana el Obispo de La Plata recibió amenazas de muerte porque algunos consideran que sus palabras en sermones y cartas pastorales son opositoras al gobierno. La amenaza de muerte expresaba con claridad que debía cesar en sus palabras opositoras al gobierno de Néstor Kirchner.
No solo los medios permanecieron en silencio, el locutor de un informativo en radio América leyó el cable con la voz monocorde como quien anuncia que el cielo continúa despejado pero luego no encontré la noticia en los diarios del día siguiente. Es igual, ¿O no?
Kirchner y el gobierno, incluyendo al gobernador Felipe Solá hicieron un auto incriminante silencio. El Episcopado también permaneció en vergonzoso silencio, como cuando antes el gobierno abiertamente hizo una campaña contra el Obispo Aguer.
Pero tampoco el Episcopado tuvo agallas para defender a Monseñor Baseotto cuando el gobierno pretendió ensuciarlo en una campaña mundana y política, que incluyo una persecución penal infundada como se demostró a las pocas semanas. Y no está demás recordar que monseñor Baseotto como Obispo de Añatuya hizo mucho más por los pobres que el indigno Juan Carlos Maccarone, si esta fuera la causa para defender a un sacerdote.
Y cuando el Grupo Clarín desde Canal 13 se lanzo a infamar al Padre Grassi tampoco el Episcopado se ocupó de defenderlo con el riesgo incluido de perder una obra que sostiene a miles de niños indigentes.
En ninguno de esos tres casos se ocuparon de defender el buen nombre y honor, la dignidad de sus conductas, ni Aguer, ni Baseotto, ni Grassi merecieron ante la calumnia la defensa del Episcopado. Esto es una simple observación de los cuatros casos y la distinta actitud de los Obispos que ahora respaldaron a Maccarone y de quienes si piensan distinto han mantenido un espíritu de cuerpo permitiendo que se entienda que todo el Episcopado argentino justifica un pecado mortal de uno de sus miembros que ni arrepentido está mientras silencia las infamias y calumnias de otros sacerdotes solo porque la prensa “progre” los considera políticamente incorrectos.
Ahora sabemos que muchos de nuestros Obispos están más preocupados de quedar como “políticamente correctos, del que dirán” y por eso pueden saltearse un pecado, una conducta escandalosa que la prensa progre promueve y los Kirchner buscan imponernos antes que defender los valores cristianos y mucho menos ocuparse de aquello inalterable por lo que Dios ha de juzgarnos a todos.
Son un Episcopado a la altura de la decadencia moral argentina pero eso no lo excusa, no los justifica, porque de la Iglesia se espera lo que es debido, una actitud trascendente no una cobarde y lenta “retirada” entregando a sus fieles.