Artículo de "Argentina Days" - Propietario y Director: Santiago Manuel Lozano

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N ° 08/2005 - Año 6º

Buenos Aires, junio 3 de 2005.-

Señores de la UIA, ¿se les ofrece algo más?

Roberto Cachanosky en www.economiaparatodos.com.ar

Algunos empresarios argentinos creen que las ganancias tienen que “gestionarse” ante los funcionarios públicos en vez de ser producto de haberse ganado el favor del consumidor. El resultado es que la Argentina se ha convertido en un país donde todos pretenden vivir a costa de los demás.

Los diarios del viernes pasado cuentan que durante un foro realizado en Mar del Plata, directivos de la Unión Industrial Argentina (UIA) reclamaron algunas políticas para el sector como: 1) incentivos fiscales, 2) mantener alto el tipo de cambio y 3) la creación de un banco nacional de desarrollo. Al leer este listado de “pedidos”, la pregunta que surge es: ¿perdón, se les ofrece algo más?

Cuando uno lee este listado comprende por qué en la Argentina está mal visto ganar plata. Es que algunos empresarios argentinos creen que las ganancias tienen que “gestionarse” ante los funcionarios públicos en vez de obtenerse ganándose el favor del consumidor. Gestionar ganancias no es otra cosa que pedirle al Estado que abuse del monopolio de la fuerza para explotar a otros sectores y darme a mí lo que no me corresponde.

Cuando algunos directivos de la UIA reclaman incentivos fiscales, ¿están pidiendo una reducción de impuestos para todos los sectores de la economía o sólo para ellos? Porque pedir una baja de impuestos para todos tiene lógica dada la asfixiante política impositiva que todos padecemos. Ahora, pedir que unos sigan siendo asfixiados impositivamente y otros no, luce como muy rentable desde el punto de vista microeconómico, pero poco constructivo desde el punto de vista del país, dado que no se apela a la cooperación entre todos los sectores de la economía, sino que se apela a la explotación del prójimo en beneficio propio. Se lucha por obtener una porción mayor del ingreso disponible (cada vez menor) y no por generar más ingreso.

El mismo razonamiento se aplica al pedido de un tipo de cambio alto. ¿Quién paga un dólar caro? El asalariado y los jubilados porque para sostener alto el tipo de cambio el BCRA debe emitir a paso acelerado. Y si el tipo de cambio alto se sostiene destinando plata del superávit fiscal, el que paga es el contribuyente. Por supuesto que detrás de ese pedido no hay otra cosa que un reclamo de proteccionismo vía la política cambiaria y salarios deprimidos. Quien pide semejante cosa está diciéndole al Estado: “haga que los asalariados y jubilados financian mis utilidades, ya sea pagando el impuesto inflacionario, ya sea matándolos a impuestos”.

Sobre el banco nacional de desarrollo, ¿podrían explicar las autoridades de la UIA de dónde va a salir el capital para prestarles a ellos? ¿Pueden explicar qué justificación hay para que otros pongan plata de su bolsillo para financiarlos a ellos? Y, además, ¿quién pagará el diferencial de tasa de interés entre la tasa de mercado y la tasa subsidiada? ¿Por qué se sienten con derecho a que otros los financien a ellos? ¿Por qué la industria tiene que tener financiamiento por debajo del precio de mercado y no el comercio, el campo, la construcción, las empresas de publicidad, los médicos, los ingenieros, los dentistas o los jardineros? ¿Por qué los dirigentes industriales se sienten con más derechos que el resto de los ciudadanos que también padecen la falta de mercado y crédito a tasas pagables?

Cuando uno mira los tres pedidos, no puede dejar de lamentarse de la falta de grandeza que existe en muchos sectores para construir un país próspero para todos. Es justamente esta voracidad por apropiarse de los ingresos del otro una de las causas fundamentales de la larga decadencia económica argentina. En vez de ganarse el favor del consumidor produciendo bienes de buena calidad y a precios competitivos, se pide utilidades basadas en la explotación de terceros. Y esos terceros, en algún momento, van a reclamar alguna compensación por asumir el costo de financiar compulsivamente a los industriales, con lo cual, la lucha por un mínimo ingreso disponible termina haciendo estallar, económica, social y políticamente, al país.

Siempre siguiendo lo informado por los diarios, algún dirigente fabril dijo que estos instrumentos no tenían por qué generar corrupción. Es que los créditos baratos y los subsidios siempre son bienes escasos, por lo tanto, el que los reparte tiene que decidir a quienes beneficia y a quienes perjudica. Semejante poder de arbitrariedad termina generando corrupción porque los escasos “beneficios” finalmente se venden al mejor postor. Cuando el burócrata tiene el poder de declarar ganadores y perdedores, se va a aprovechar de esa circunstancia para estar entre los primeros gracias a las coimas que recibirá para repartir la plata de otros.

No es casualidad que la Argentina haya entrado en un cono de sombra a partir del momento en que se cerró al mundo aplicando un modelo de sustitución de importaciones, desgravaciones impositivas que dieron lugar a todo tipo de escándalos, bancos estatales que “financiaron” proyectos inviables dejándole el muerto a los contribuyentes de la nación o de las provincias y “desarrollando” sectores que jamás hubiesen existido en condiciones de libre competencia. Es decir, en condiciones bajo las cuales el consumidor ejerce su soberanía, comprando o dejando de comprar.

Señores directivos de la UIA, si el país tiene reglas de juego perversas como una legislación laboral que desincentiva la contratación de personal, un sistema impositivo demencial y un riesgo institucional que eleva las tasas de interés hasta niveles impagables, la solución no pasa por agregar más reglas de juego perversas. La solución pasa por pedir que se eliminen los obstáculos que les pone el Estado para poder competir.

La Argentina vive en decadencia porque todos pretenden vivir a costa de terceros en vez de invertir y ser competitivos para satisfacer al consumidor.

Que quede bien en claro, es imposible tener empresas prósperas en un país en el que las reglas de juego tienden a excluir socialmente a la mayor parte de la población. Y cuando un sector excluye a la mayor parte de la población gracias a que “gestionó” sus utilidades, es víctima de la extorsión tanto de los funcionarios públicos como de los sectores excluidos, porque en algún momento le van a pasar la factura por disfrutar de semejantes privilegios.

Si los argentinos no entendemos de una vez por todas que el modelo a seguir es aquel en que la prosperidad de uno depende de hacer progresar a los demás y seguimos insistiendo con obtener ganancias a costa del ingreso de terceros, nuestro país seguirá su implacable camino hacia la africanización.

 

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