N ° 07/2005 - Año 6º
Buenos Aires, mayo 26 de 2005.-
El gobierno ya desarrolla su estrategia en el único terreno que realmente le preocupa –el mediático- para hacer aparecer los resultados de las elecciones legislativas de octubre próximo como un plebiscito a su gestión. En lo que seguramente considera una gran astucia, y convencido de que las listas del PJ en los diferentes distritos harán un papel relativamente bueno, se propone cantar victoria.
Es posible que logre concretar esta impostura –que, como todas, tendrá patas cortas- merced al concurso de varias circunstancias. Primero, la prensa, siempre lista –con honrosísimas y solitarias excepciones- a describir como triunfos lo que en realidad son fracasos rotundos para el país.
Aquí vale una digresión para recordar la última operación mediática de este tipo: el viaje de Kirchner a Alemania. Esa gira tenía tres objetivos declarados: uno, obtener el respaldo del gobierno alemán ante el Fondo Monetario Internacional; dos, que la empresa Siemens retirase su demanda contra el país ante el CIADI; y, tres, el anuncio de importantes inversiones alemanas en el país. El gobierno volvió con las manos vacías. Gerhard Schröder hizo la más ambigua declaración posible respecto a nuestra reinserción financiera mundial (Argentina “está en la buena senda” y “los problemas financieros y bilaterales se solucionarán con un espíritu de amistas”) mientras que su Ministro de Finanzas, Hans Eichel, decía con todas las letras que debíamos solucionar el problema de los tenedores de bonos que no entraron al canje (lo mismo que en simultáneo pedían el FMI y el G7 en pleno).
Al tiempo que la comitiva K festejaba el éxito imaginario de la visita a Alemania, el Financial Times (18 de abril de 2005) manifestaba su sorpresa por la unanimidad en contra que el actual gobierno supo conseguir: “Algunos funcionarios presentes en la reunión del Comité Monetario y Financiero Internacional, órgano de conducción del FMI, expresaron su sorpresa por el hecho de que el comité acordara hacer en su declaración fuertes demandas que requieren de la aprobación unánime de sus miembros. Los 24 miembros de este comité provienen tanto de países desarrollados como en vías de desarrollo, pero la declaración sugiere que todos han perdido la paciencia con Argentina. Además de los países del G7, entre los miembros del comité directivo del Fondo figuran China, India, Indonesia, Rusia, Angola y Gabón” . En Argentina, silencio de radio. Siemens, por su parte, se negó a retirar la demanda y, en vez de anuncios de inversiones, hubo una declaración de la Confederación Alemana de la Industria expresando que las industrias de ese país no tienen en sus planes realizar nuevas inversiones en el nuestro hasta que se logre un mejor clima de negocios en la Argentina: “Es necesario que haya medidas que inspiren confianza en los mercados y un incremento de la seguridad jurídica”. Por último, la prensa alemana, decía lindezas del tipo: “Kirchner hace de todo para provocar inseguridad en las grandes empresas extranjeras”.
En concreto, el gobierno trajo un cero en todas las materias, pero no faltó el editorialista que escribió que “el paso de Kirchner por Alemania fue realmente bueno”....
A diferencia del mediático, el otro factor que le puede facilitar al Gobierno “festejar” en octubre es de orden más estructural: se trata de la total ausencia de lucha y debate políticos en el seno del justicialismo. La única disputa interna es por cargos. Nadie pelea por una idea, nadie propone nada, ningún sector se plantó ante el Gobierno en defensa de los intereses permanentes de la Nación. Para no perder (o con la esperanza de conseguir) ventajas transitorias y sectoriales, se toleran, sin oposición alguna, políticas que atentan contra el mismo Estado argentino. Víctimas de las encuestas y del país de fantasía que éstas venden, el grueso de los referentes justicialistas (gobernadores, legisladores, sindicalistas) ha renunciado a pelear por lo que piensa. La consecuencia, inexorable, es la licuación de su autoridad y su desdibujamiento como alternativa al kirchnerismo. Pareciera como si el pasaporte para existir hoy en política fuese la renuncia a todo principio. En nombre de un realismo barato, se entregan de pies y manos al dueño –de turno- de la pelota.
El liderazgo no deriva del poder sino de la justeza de la política que se defiende, aunque haya que quedarse solo.
Caso paradigmático es el de Eduardo Duhalde que, salvo alguna hesitación al inicio de la gestión K, viene renunciando sistemáticamente a toda discusión de línea política con éste. No lo trabó en nada. No defendió ninguna de las banderas arriadas por Kirchner: desde la soberanía jurídica de la Argentina hasta la defensa de la vida, a todo fue renunciando en nombre de las encuestas que le gobiernan la cabeza.
La consecuencia de esa pérdida de autoridad será la pérdida de poder político, entendido éste como control del aparato del PJ y del poder legislativo. Ya que si, como proclama constantemente, Duhalde no tiene diferencias políticas con Kirchner, ¿qué es lo que está discutiendo? Cargos. Por eso le cabe el esmerilamiento de Felipe Solá ya que, en el concurso de deslealtades, éste supera a todos por varios cuerpos. Si no defiende una política, ¿qué está defendiendo Duhalde? Su poder personal, en nombre y al servicio de cualquier política.
Lorenzo Miguel ha muerto, pero el “miguelismo” está vivito y coleando: las 62 Organizaciones se reconstituyen; sin embargo, no lo hacen para formular una política o proponer una idea. No, el único objeto de este resurgimiento es “pelear” el tercio de los lugares en las listas del PJ. ¿Para qué política? Eso no tiene la menor importancia. Hoy es una, mañana otra, lo importante es “estar” y en el “estar” se les va evaporando el “ser”.
Duhalde dilapidó la autoridad que había acumulado cuando fue capaz de “hacerla” para otro. Que la elección del candidato haya sido desafortunada o que Kirchner sea un ingrato, por decirlo suavemente, no cambia el hecho esencial de que, en tiempos en que nadie renuncia a nada, Duhalde fue capaz de priorizar el interés de su fuerza política y del país por encima del personal. Por eso hoy resulta triste escucharle decir, en contra de lo que verdaderamente piensa y sólo porque las encuestas mandan: “La Provincia lo va a plebiscitar (a Kirchner), no tenga dudas”.
Plebiscito: ¿y?
De momento, entonces, lo que se discute no es la línea política, sino tan sólo el incremento o la conservación del poder de la facción a la que cada cual pertenece. Eso facilitará las más caprichosas lecturas de los resultados. En este contexto, suena a chiste que, como apertura de un discurso durante el cual no se le cayó una idea, la Primera Dama haya dicho que “no se trata de hablar de candidaturas, se trata de proyectos políticos”.
Por otra parte, los estrategas del pase de la Señora a la provincia de Buenos Aires harían bien en recordar que también Graciela Fernández Meijide fue “plebiscitada” allí.
Es que una política contraria a los intereses del país, por más votos que circunstancialmente pueda reunir, no deja por ello de ser una política en contra del país. Una política antinacional no deja de serlo porque reciba un eventual respaldo electoral. Ya sucedió con Alfonsín. Por algo Kirchner se identifica con él. Con él va de la mano al Te Deum, con él viaja a Roma. A él le hace un guiño cuando asume como propia la excusa favorita de Alfonsín: no lo dejaron gobernar, fue una víctima de complots, conspiraciones e “intereses”.
Como todos los éxitos que dibuja el gobierno –canje de deuda, reinserción en el mundo, negocios chinos, etc- también el “plebiscito de octubre” durará lo que un suspiro. Y, cuando más confiado esté el oficialismo, es cuando la realidad golpeará a su puerta. Ya pasó con Blumberg. Volverá a suceder.
Es que en las cuestiones importantes, el gobierno dejó ya en claro cuál será su política. “Es un tema a largo plazo que seguramente no va a resolver nuestro gobierno”, decía Lavagna en referencia a los bonos que siguen en default. Cabe temer que la misma estrategia se aplique a todo. Así, los fardos serán para el próximo gobierno ya que Kirchner gestiona con la mira puesta en un plazo tan largo como... octubre de 2005.