N ° 03/2005 - Año 6º
Buenos Aires, marzo 23 de 2005.-
"La tiranía más insoportable es la tiranía de los subalternos" Napoleón
Alfonsín solía representar al mercado como la libertad del zorro en el gallinero. Sin embargo en el orden basado en la libertad, que tanto aborrecen las almas pequeñas, no hay zorros sino individuos desarmados compitiendo y colaborando y que por definición no utilizan la fuerza. El kakismo, que es una especie de versión dark del alfonsinismo (después de todo son hermanos de odio setentista), ha desenmascarado la realidad: El gobierno del señor K, cuya única fuente de alimentación es la agresión a los subordinados, inermes, débiles y cobardes, es el único zorro a la vista y se ha beneficiado conquistando un país de gallinas.
Dialéctica violenta
Alfonsín que fue con simpatía con personajes del ERP y Kirchner que expresa sus simpatías por los Montoneros y formó un gobierno con ellos, comparten la misma dialéctica: La agresión se enmascara de defensa alegando que la víctima es la verdadera agresora. De ahí la necesidad de presentar al ganador pacífico del mercado, a aquél que es el más eficaz en proveerlo, como un zorro; y al verdadero zorro que es el Estado depredador como si fuera el defensor de las gallinas. A todos aquellos a quienes se ataca se los señala como agresores. Truco viejo, pero que sigue dando resultado.
La misma dialéctica manejaban los terroristas setentistas cuando hablaban de "la violencia de arriba que genera la violencia de abajo" o la señora Patricia Vaca Narvaja, Subsecretaria de defensa del consumidor cuando dice que el aumento de precios de Shell es un "acto de patoterismo", o el jefe de la SS kakista Luis D'Elía, que se reúne con ella para "coordinar acciones" al decir que la Shell es la "verdadera extorsionadora".
Como decía antes, todo zorro necesita de gallinas. Nuestras gallinas no son de cualquier especie. No ceden ante una fuerza incontenible dado que el señor K sigue siendo un presidente que llegó al cargo con el 16% del electorado, sino que se sienten culpables ante el zorro y lo consideran con autoridad moral. El señor K acusa a todos los sectores que le molestan, de pecados en los que él mismo incurre como nadie. La retirada de las gallinas es por lo tanto moral. Todos terminan "negociando" y agradeciendo a un gobierno despótico por permitirles seguir respirando.
Síndrome de Estocolmo
La última agresión oficial se produjo contra la Iglesia. En este caso monseñor Baseotto, obispo castrense fue acusado de pretender tirar al ministro de salud al mar por haber citado un pasaje evangélico que habla de el castigo que merecerían quienes escandalizan a los niños. Baseotto no sugiere en momento alguno que se tire al ministro al mar, pero todo el gallinaje mediático se hace eco de la falsa versión oficial, con lo cual la arremetida aparece como una respuesta.
La conferencia episcopal emite un comunicado lamentando la reacción del gobierno, pero no realiza una defensa de Baseotto. La falsa imputación ha dado el resultado buscado y el obispo castrense está descalificado aún cuando el gobierno haya actuado contra la ley, los tratados, el derecho a expresión y la libertad de cultos. El gobierno logra aparecer como si hubiera reaccionado demasiado, cuando ninguna reacción era justificable. Hay culpa (indispensable para el crecimiento del dictador), en las palabras del episcopado. No hace falta siquiera compartir los dichos de monseñor Baseotto. Argumentar o aclarar algo al respecto también es una forma de conceder razones al agresor.
El canciller impresentable que tenemos acaba de "conceder" que el obispo pueda ofrecer misa en la parroquia Stella Maris y ejercer su misión pastoral, aún cuando se lo prive de los ingresos y de las formalidades que rodeaban su cargo. La reacción hasta ahora fue casi de agradecimiento. Kirchner golpea y "perdona", las víctimas le agradecen, el tirano alimenta su ego enfermo con este juego de sumisión que es permanente desde que llegó al gobierno de la mano de la mafia peronista. La relación de K con la sociedad se parece cada vez más a la del secuestrado liberado que siente que le debe la vida al secuestrador, patología que se conoce como "síndrome de Estocolmo".
Gallinas profesionales
Párrafo aparte merecen los que asumieron frente a la sociedad la responsabilidad de contrarrestar al poder oficial. En el diario Clarín del lunes 21 de marzo López Murphy, Macri y Sobisch coinciden en que no hay problemas ideológicos que los separen del gobierno.
Para López Murphy tal parece que da lo mismo ser marxista que liberal, siempre que se sea republicano, como si pudiera ser republicano sin ser liberal o como si eso fuera compatible con ser marxista.
Para Macri lo importante es que la sociedad sea productiva. Y la verdad es que es productiva ya, con lo cual no se sabe qué tiene este señor de novedoso para ofrecer.
Sobisch coincide con López Murphy. La izquierda en Latinoamérica resurge sin vergüenza, como si no tuviera pasado, como si no hubiera provocado suficientes baños de sangre en la región, pero la única avergonzada es la derecha.
No hay confusión en estos personajes, sino evasión. Si con los cien millones de muertos y los infiernos que ha creado la izquierda en el siglo XX nadie se avergüenza de serlo ¿por qué alguien debería sentirse culpable ante ellos por ser lo contrario a lo que ellos son? ¿Acaso se piensa que las perversiones oficiales son independientes de la perversión de la filosofía que los mueve?
Es imposible pasar por la experiencia de oír a alguien que se declare de izquierda que se ponga a aclarar que no tiene nada que ver con Stalin o con Castro. Más bien los reivindican sin problema. Ante esas mismas personas nuestros indefinidos "centristas" se sentirán identificados con Hitler o Mussolini si se les dice de derecha o siquiera de "centro derecha". Hitler y Mussolini ni siquiera eran de derecha (odiaban a la derecha tanto como los marxistas, y buscaban una forma "nacional" se ser socialistas), pero Stalin y Castro sí son de izquierda. Kirchner es de izquierda y ejerce el poder del modo fascista y no hay en esto contradicción alguna, es perfectamente coherente.
Pero el problema no es terminológico o de confusión histórica. La huida moral en cambio es mortal para el destino del país. No hay oposición porque no hay valor y no hay valor porque no hay convicción. El zorro disfruta su cacería en el gallinero.