N ° 05/2002
Buenos Aires, junio 10 de 2002.-
En su campaña electoral a comienzos del 2000 Aníbal Ibarra, por entonces ya concejal veterano con 11 años de gestión prometía terminar con cepos y parquímetros. Las concesiones de STO y SEC vencieron en marzo del 2001, desde entonces el sistema sigue vigente por renovación directa vía decreto.
¿Es que dos años de gestión no alcanzan para una licitación? ¿Es que el sistema solventa alguna caja política? ¿No era que las contrataciones directas eran peor que malas, corruptas y delictivas?
Pero nuestro progresista intendente y ex militante de la Federación Juvenil Comunista puede hacerlo. Pudo decir y hacer campaña por años contra el justicialismo porque las contrataciones directas, las prórrogas por decreto eran delictivas, corruptas, pero como viejo militante comunista se le perdona.
Pero el camarada Aníbal también debería explicar porque hoy en Buenos Aires, con una caída de ventas de alimentos muy importante, con el cirujeo se pesa más basura que hace tres y cuatro años. ¿Como hacemos los porteños para producir más basura comprando menos, con tanto piruja suelto?
Claro deberíamos saber que la zona más importante de servicios de residuos de la ciudad es atendida por una empresa del grupo Roggio, los mismos que piden seguro de cambio.
Mejor arreglen la balanza. Perdón; arreglada la tienen ahora, no existe otra explicación para tanta basura. Claro que tampoco se trata de basura real, sino basura pesada y pagada.
En dos años de gestión Aníbal Ibarra conduce la gestión municipal por decreto, sin licitaciones, con prórrogas que jamás terminan. Hasta 1999 el camarada lo consideraba delito, ocupaba las pantallas de sus amigos periodistas políticamente correctos, iba por los tribunales llenando de denuncias a los emblemáticos del menemismo.
Otra cuestión bien pensada del Ibarra es que planea hacer un revalúo inmobiliario para subir las valuaciones de los inmuebles y aumentar el impuesto inmobiliario, cuando todos sabemos que el valor de los activos en Argentina ha caído a menos de la mitad. Lo que debería pasar es que se reduzcan las valuaciones inmobiliarias y bajen los impuestos.
Ahora todos miran para otro lado, se hacen los tontos.
Un manto de silencio engrasado con buenas pautas publicitarias, de la ciudad -nuestro dinero- y de empresas beneficiarias de prórrogas, balanzas "arregladas" y ese también es nuestro dinero. Algo huele mal en Buenos Aires.