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N ° 05/2002

Buenos Aires, junio 10 de 2002.-

  A 20 AÑOS DE MALVINAS HONREMOS A NUESTROS HÉROES

Como hace 20 años los argentinos aparecimos esta semana ocupados y preocupados por nuestra selección de football en el campeonato del mundo. Este año en Japón y Corea del Sur, hace 20 en España. Igual que hace 20 años nuestra selección ha sido eliminada.

Igual que hace 20 años la gran mayoría de los argentinos dormimos en una cama al abrigo del frío.

Dejemos de matarnos por la selección de football y por un momento, al menos, pensemos que hace 20 años miles de argentinos estaban ofrendando un sacrificio por su patria. Hagamos algo que nos honre a nosotros como Nación. Quienes dieron su vida y sus familias merecen que de una vez nos pongamos de pie y hagamos de ese sacrificio un punto de partida para algo bueno.

Hace 20 años las noches de mayo y junio otros miles de argentinos dormían con frío y no pensaban en el campeonato mundial, ni en nuestra selección, ellos estaban en las Islas Malvinas con peligro de sus vidas, enfrentando al enemigo.

Cuando lean estas líneas también se cumplirán 20 años de la derrota en Puerto Argentino. La rendición de las fuerzas argentinas ante los ejércitos británicos.

En las noches anteriores a esa rendición cientos de jóvenes oficiales, suboficiales y soldados entregaron sus vidas, sus sueños, dejaron hijos, familias, amigos. Otros volvieron con sus heridas, sus dolores.

¡Y nosotros estamos preocupados por la performance de nuestra selección nacional de football!

En aquellos días me sentía un extraño cuando sostenía que era una guerra estúpida. El patrioterismo de la gran mayoría de los argentinos rechazaba analizarla sin oír razones. Me refiero a la sociedad civil, no a los militares, ni mucho menos a quienes combatieron allí. Casi todos estaban encolumnados con el gobierno en una forma irracional y hasta resentida, llevándonos a un precipicio en pos de una causa común.

No eran días fáciles para oponerse a la guerra. Para algunos eso era ser derrotista, para otros un antipatria. Yo sentía el conflicto armado como un suicidio nacional en cuanto establecería un enfrentamiento con las naciones occidentales, y serviría al fin para abonar el camino de los resentidos y la izquierda para tomar el poder. De la mano de Margaret Thatcher y los soldados británicos caía el gobierno militar, abrazado en sus últimos días de combate a la esperanza de una ayuda de la URSS. Llegaría un gobierno civil, pseudo democrático con un programa de exorcización de la victoria contra el comunismo y una desmalvinización.

Alfonsín con su política de resentimiento y auto encubrimiento desmereció la gesta de quienes combatieron, y en especial de quienes dieron sus vidas en Malvinas. Es que Alfonsín fue abogado de los primeros guerrilleros castro comunistas del PRT-ERP, pero luego se auto ofreció al general Harguindeguy como la cara civil del Proceso (ver Para Recordar de este número)

Por lo tanto su política se dirigió a generar la condena pública de los militares, de todos sin exclusiones. Tanto por su filiación prosocialista y anticapitalista como para encubrir su colaboración con el gobierno militar.

Esa política aún hoy hace que ni nos demos cuenta que han pasado 20 años de nuestra rendición en Puerto Argentino.

Que en 20 años no hayamos logrado hacer de una derrota semejante un elemento de aglutinamiento nacional que nos permita unir la identidad nacional en pos de construir una nación en paz y con prosperidad.

Hace 20 años más de mil argentinos dejaban sus vidas tronchadas en las islas Malvinas, dejaban viudas, hijos, padres, hermanos y aún hoy los tratamos como si fueran un incómodo recuerdo.

Pues bien creo que es tiempo que veamos lo positivo de aquella guerra, que busquemos hacer del sacrificio de esos miles de argentinos, de sus familias, de los hijos que no conocieron a sus padres algo positivo, bueno, que nos haga merecedores del sacrificio de esa sangre derramada por nuestra nación.

Desde nuestra guerra de independencia hasta la guerra de Malvinas todos los conflictos nacionales armados fueron fratricidas. Argentinos contra argentinos, algunas veces con auxilio extranjero como resulto necesario para Justo José de Urquiza en Caseros, o como en el siglo XX cuando los guerrilleros terroristas recibían armas, dinero y apoyo de la Cuba de Castro, el Chile de Allende y la URSS de Bhreznev. Pero siempre argentinos contra argentinos, derramando sangre hermana.

Aquellos criollos que lucharon por la independencia, por la organización nacional y la guerra del Paraguay, mezclaron su sangre con los inmigrantes. Pero jamás hasta la guerra de Malvinas habían combatido hombro con hombro, bajo la misma bandera contra un enemigo bajo otra bandera extranjera.

Un hecho que en cualquier nación debió servir para deponer odios y rencores, para unir y construir, como es derramar la sangre de sus hijos aquí ha sido, y es, usada para dividir, alimentar odios, rencores.

Los muertos pueden resucitar, pero los suicidas no. Argentina tiene una dirigencia suicida, pero no pueden obligarnos a acompañarlos. Tampoco queremos morir.

Argentina necesita de sus hombres de bien, de un programa de reconciliación y libertad, necesita que la izquierda terrorista derrotada deje su guerra y permita que todos juntos construyamos una nación de hombres libres y prósperos como soñaron quienes nos dieron la Constitución de 1853.

Basta de odios y resentimientos.

Hace 20 años muchos jóvenes dieron su vida con valor y desinterés, dejaron sueños, familias, y nos privamos de su aporte.

Hagamos que el sacrificio de quienes murieron, el de sus familias con su dolor por quienes allá dejaron su vida valga la pena.

Vivamos esta fecha como un compromiso por reconstruir nuestra nación, la unidad nacional, afianzar la justicia y asegurar los beneficios de la libertad para cada uno de los habitantes de nuestra patria.

De una buena vez vivamos con honor, honremos a nuestros héroes, y de no, recordemos a aquella mujer cuando cayo el califato de Granada "no lloremos como mujeres lo que no supimos defender como hombres"

 

 

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