Artículo de "Argentina Days" - Propietario y Director: Santiago Manuel Lozano

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N ° 01/2005 - Año 6º

Buenos Aires, 20 de enero de 2005.-

CONTRASENTIDOS DE CROMAGNON, LOS ARGENTINOS Y SU DIRIGENCIA

Aníbal Ibarra y sus acólitos construyeron su carrera política sobre la base de denostar y denunciar la barbarie y corrupción del peronismo. Metódicamente llenaron especialmente las cabezas vacías de los tilingos porteños haciéndoles creer que todos los males eran culpa de la “corrupción peronista y sobre todo menemista”.

Los problemas de la ciudad y los del país se solucionarían no bien un grupo de progres se pusiera a cargo de ellos y se terminara con la corrupción peronista. Que ellos hayan creado figuras emblemáticas del gobierno de Carlos Menem no quita que su campaña de odio estaba dirigida al peronismo.

Llegaron los K de la mano del aparato del pejota bonaerense, que mas que peronismo es un sistema de clientelismo duhaldista, pero bajo la chapa peronista al fin, y de inmediato comenzaron a repetir la campaña progre contra el peronismo de los noventa pero esta vez contra sus socios –o cómplices con mayor exactitud- duhaldistas.

Todo funcionaba de maravillas mientras los inadaptados de la cultura progre, donde todo orden y educación debe calificarse de represión, donde la “necesidad” es más importante que los derechos encendieron unas bengalas dentro de Cromagnon.

Los voceros de ese progresismo que hoy encarnan Kirchner y Ibarra salieron desde su pasquín, el Pravda 12, a denunciar que el incendio y la criminal irresponsabilidad de los dueños de Cromagnon eran la resaca de la cultura menemista, que las voces que reclaman mejores controles y orden son la resaca del Proceso. Una vez más mezclaron todo para echar las culpas sobre los “emblemáticos” de siempre.

Lo cierto es que quienes prendieron las bengalas nacieron más de una década luego de terminado el Proceso militar, que seguramente sus padres son parte de esa juventud ochentista que se compró que la necesidad va por sobre el derecho, que las amonestaciones y las calificaciones en el colegio eran parte de la represión social junto a toda la demás basura antisocial del socialismo.

Por lo tanto esos padres no pusieron, ni ponen límites a sus hijos, no les enseñan que las acciones generan consecuencias y hay que hacerse cargo de ellas. Por eso los jóvenes prenden bengalas donde quieran, se embriagan y se drogan en los boliches, se cuelan porque necesitan ver a un conjunto pero no quieren pagar para ello. El desorden parece la norma y el libertinaje, es decir la libertad sin responsabilidad, son promovidos desde las escuelas y los medios de comunicación.

El estado como institución está asociado a promover que esos jóvenes puedan tomar su necesidad, y sus vicios como normal y sanciona de muchas formas a quienes quieren hacer respetar los derechos de propiedad, a hacer responsables de sus actos a las personas en un falso sueño que todo es posible y gratis.

Pero Ibarra y Kirchner vieron frustrado el operativo de despilfarro del dinero ajeno que llamaron “feliz navidad” cuando se incendió Cromagnon.

Y cuando se vieron en medio de las cenizas que dejo la muerte de 191 personas, de otros centenares de heridos descubrieron que tal vez el peronismo no es tan malo ni el responsable de todos los males, entonces recurrieron a Juan José Álvarez, un viejo enemigo a quien se encargaron muchas veces de asociar con la “maldita policía, la corrupción del aparato del pejotismo, etc.”.

¿No era que todo el problema era la corrupción del peronismo, el autoritarismo de personas como Juanjo Álvarez que creen en la mano firme?

Pero tanto Duhalde como el mismo “Juanjo” Álvarez corrieron en auxilio de sus viejos y permanentes enemigos. A salvarles el pellejo que bien merecen tener quemado. A dejar en el olvido los graves agravios con los cuales los “Kirchner y los Ibarra” se hacen los sensibles. Pero ni Kirchner, ni Ibarra, ni sus cómplices de ruta se olvidan de sus pensamientos y sentires, para ellos es solo un retroceso táctico, una forma de salvarse mediante el auxilio de quienes prefieren el poder que ser leales a su historia y partido.

Y los otros partidos de oposición –por llamarlos de alguna manera-, Recrear y Compromiso para el Cambio, es decir López Murphy y Macri también ausentes. Sí, ausentes. Como temiendo que denunciar la corrupción de la administración de Ibarra fuera hacer política con la muerte. Cuando la política y la corrupción municipal tienen que ver con la muerte, es la oposición quien debe señalar a los culpables. ¿Sino para que están?

Porque lo que en un sistema republicano debería suceder es que Ibarra sea despedido, al menos interpelado, sancionado política y socialmente no salvado de pagar sus errores.

Si Aníbal Ibarra es Jefe de des Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires es porque es más vivo que sus adversarios peronistas, lopezmurphystas y macristas, porque es un “vivo e inescrupuloso” capaz de denunciar al peronismo por sus formas de gobernar y luego repetirlas sin vergüenza alguna, y hasta queriendo darle justificación moral, como en los casos de las renovaciones y extensiones contractuales sin descanso que hace mientras sigue estudiando pliegos de licitación por años y años. Y los mismo con el sistema de habilitaciones e inspecciones municipales. Nunca Aníbal Ibarra cambio nada, solo se puso a cargo del sistema, pero es un “vivo” porque ha convencido a muchos de lo contrario, con la inapreciable billetera del dinero municipal que reparte entre el periodismo.

Porque si María Julia Alsogaray ha sido y es perseguida hasta por incendios forestales, y se la hizo culpable de ellos en los principales medios de comunicación, se la interpeló repetidas veces en el Congreso (y jamás evitó asistir a él a dar explicaciones como si hizo Ibarra ahora) Ibarra debería con mucha más razón por esa misma lógica estar siendo convertido en un paria.

Porque si Carlos Menem debía de haber sabido de cada “irregularidad” de sus funcionarios y se lo persigue por ellas (y en muchos casos ni siquiera son tales) igualmente Aníbal Ibarra debe ser culpable de la corrupción de las inspecciones y habilitaciones municipales.

Porque Aníbal y Vilma Ibarra son el gobierno de la ciudad desde 1996. Sí, aunque pocos recuerden la Alianza UCR-Frepaso se hizo cargo de la ciudad de Buenos Aires en ese año, pasaron 8 años en los cuales primero De la Rua, luego Enrique Olivera, ambos con la presidencia del Concejo Delineante de Aníbal Ibarra, y luego este mismo hace ya 5 años es Jefe del Desgobierno porteño.

Por lo tanto si las habilitaciones están realizadas en forma incorrecta, si las normas son defectuosas la culpa, si hay un sistema de corrupción y “recaudación partidista” en los organismos municipales de la ciudad de Buenos Aires, Aníbal Ibarra y su desgobierno es culpable de ello.

Aníbal Ibarra, como Kirchner, Duhalde, los progres y los estatistas, es ante todo culpable del sistema en el cual ha hecho creer a los ciudadanos que el Estado es la solución, que el estado es capaz de cuidarnos de los malos actos propios, de la falta de educación y límites a nuestros hijos. Porque el problema es el sistema, la cultura de creer que el Estado debe hacer por nosotros lo que nosotros no hagamos, es la forma de hacernos irresponsables de todo.

Por supuesto que la culpa política de los Ibarra, Kirchner, etc. no exime de la culpa a quienes cerraron una salida de emergencia, a quienes sobre venden entradas en un 200%, como tampoco a quienes arrojan bengalas sin importarles nada de la vida ajena.

Las culpas de Ibarra son ante todo políticas y sociales, es responsable de promover un sistema estatista que solo funciona como caja de recaudación de la partidocracia. La primera sanción, y la más importante que debería caer sobre Aníbal Ibarra, Vilma Ibarra y el resto de la “famiglia” progre que desgobierna Buenos Aires es ser echados y que jamás vuelva a recibir ni un salario del estado, es decir jamás vuelvan a ser funcionarios.

Las culpas de los Ibarra y demás estatistas, progres es haber arruinado el sistema educativo, y los libros de propaganda política que transforman a los niños en perfectos ineptos para vivir en libertad. Aunque es seguramente lo que esos políticos en verdad persiguen, que les deleguemos nuestras vidas. Pero está visto que eso es suicida.

Si alguna culpa penal tiene podría ser por el incumplimiento de sus deberes, por la corrupción que el propio Juan Álvarez denunció. Pero esas culpas deberían ser probadas. Tal vez si Chaban y sus socios e Cromagnon cometieron homicidio por dolo eventual (sabían que podría resultar en la muerte y no les importó que sucediera) Aníbal Ibarra que es un ex fiscal por lo tanto pudo entender claramente que un sistema de habilitaciones y no inspecciones también podía causar muertes y aún así lo mantuvo debería ser juzgado con igual rigor.

A esta altura se debe pensar como mejorar la prevención mediante algún sistema no estatal para las discos y locales bailables. El problema es que han convencido a muchos que solo el Estado puede hacerlo pero está visto y probado con dolor y sangre que eso es falso.

Como con el caso de los medicamentos genéricos en los hospitales estatales de Río Negro (que quedaron tapados –no para mí- por la tragedia mayor de Cromagnon) el Estado es incapaz de asegurar controles de nada pero ha generado la falsa seguridad que sí o hace y de esa forma suceden las tragedias una tras otra y los políticos siempre buscan algún chivo expiatorio privado. Y todo sigue igual, todo sigue mal porque el problema es e Estado y se sigue presentando como la “solución”.

El municipio en lugar de hacer las habilitaciones e inspecciones debería fijar las normas de seguridad, evacuación y cantidad de público permitido según ellas y la superficie de cada local y obligar a los empresarios a tener un seguro de responsabilidad civil por los incumplimientos, serían los empresarios quienes cumplirían esas normas porque sino no les venderían el seguro, serían los empresarios quienes no venderían entradas demás porque sino se caería el seguro, etc.

Pero ningún sistema puede ponernos a salvo de la irresponsabilidad, de la falta de educación, de habernos vuelto una sociedad del Cromagnon, donde el pensamiento libre y el ejercicio de la libertad sin responsabilidad son una constante.

 

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