N ° 19/2004 - Año 5º
Buenos Aires, 10 de diciembre de 2004.-
El caso de la muestra del resentido y ofensor, Ferrari en el centro cultural de la Recoleta, solo tiene el objetivo exclusivo de ofender a los católicos argentinos. Así los expreso el propio resentido que ampara su intolerancia y odio, su discriminación en una profesión de artista.
Claramente su objetivo fue un ataque a la Iglesia Católica y para ello uso un espacio que pagamos también los mismos católicos. No voluntariamente por supuesto, sino mediante impuestos que nos obligan a sostener un sistema de difusión y promoción cultural que en verdad es de propaganda ideológica.
Como dijera uno de los cuatro padres fundadores de los EE.UU. Jefferson “no existe peor pecado que un gobierno que pretende obligar a los ciudadanos a promover la difusión de ideas que le son repugnantes”.
Y es lo que hace el estado cuando se dedica a promover cultura, ideas, a hacer propaganda con el dinero que obtiene de los impuestos de sus ciudadanos.
He leído a muchos sostener que el estado debe permitir………. todas las expresiones. Ciertamente la frase es de un cuño autoritario que revela que esos mismos artistas y pseudo intelectuales serían capaces de prohibir el pensamiento ajeno diverso.
El estado “no debe prohibir” es el término correcto.
Pero la contra cara de esa libertad nuestra de expresar nuestras ideas y arte es que el estado tampoco puede, ni debe obligarnos a pagar la difusión de lo que no creemos, ni apoyamos, de lo que nos es repugnante.
En el caso de Ferrari la cuestión está agravada porque no solo expone la cuestión de la inmoralidad de poner impuestos para estas actividades sino que él mismo expreso que su “obra” era el fruto del odio que siente por la Iglesia Católica. Sino se hubiera refugiado en su izquierdismo su incitación al odio ya lo habría llevado a un juicio penal y habría clausurado su obra. Que no sería censura porque está libre de exponerla en su casa, la de Kirchner o la mansión ampliada durante los años de intendente de don Aníbal Ibarra.
El gobierno de Aníbal Ibarra ha usado un espacio público para atacar a una religión, que además es mayoritaria en el país. ¿Qué podrían esperar quienes se sienten de religiones minoritarias? El estado debe ser neutral en cuestiones religiosas, pero el pasado comunista de Ibarra lo traiciona y promueve un ateísmo contrario a la Constitución y los derechos del hombre, como se hacía en la Unión Soviética o se hace en la Cuba castrista.
La solución moral de toda esta cuestión es terminar con los presupuestos de cultura estatales, de sacarle dinero a todos para solventar artistas que hablen bien del gobierno y hagan propaganda de ideas que los funcionarios tienen y no se animan a expresar.
Y esperemos a ver cual será la reacción de la izquierda ante cualquier muestra que exponga sus crímenes genocidas, sus atrocidades. Ni hablar de si la obra de arte se tratara de fotos y muñecos que mostraran al Che Guevara, a Fidel Castro, Mao Tse Tung, Lenin, etc. siendo vomitados, vestidos con un preservativo, etc.
Aunque una muestra así se hiciera en un lugar privado ellos intentarían prohibirla sino destruirla.