N ° 12/2004 - Año 5º
Buenos Aires, agosto 27 de 2004.-
Los defensores del "modelo productivo" de la posconvertibilidad depositaron muchas esperanzas en el "boom exportador" que se produciría luego del abandono del uno a uno e imaginaron un fuerte crecimiento traccionado por las ventas de productos argentinos al mundo, de la mano de bajos salarios y un muy alto tipo de cambio. La realidad contrasta con estas ingenuas y superficiales expresiones de deseo:
l Durante el primer semestre de este año las exportaciones se han estancado en volumen y sólo han crecido en valor por el aumento transitorio de los precios del complejo sojero;
l Las exportaciones industriales están estancadas y se observa que en importantes rubros donde la Argentina era netamente exportadora (energía) han comenzado a crecer las importaciones;
l Con excepción del sector agropecuario, no se registran inversiones significativas en sectores de fuerte vocación exportadora.
Varios factores explican este fracaso. En primer lugar, la Argentina carece de nuevos espacios de integración para crecer. El mercado brasileño fue durante la década pasada una extraordinaria oportunidad para nuestros exportadores; en particular para los alimentos procesados, la metalmecánica y las materias primas semielaboradas. Su potencial, luego de más de diez años de integración, está en vías de estabilizarse y hacia adelante las exportaciones crecerán al ritmo del PBI brasileño. La Argentina necesita desesperadamente alcanzar acuerdos de libre comercio con Europa y los EE.UU. para recrear nuevas oportunidades y acceder a mercados de muy alto poder adquisitivo que demandan productos de mayor elaboración y fuerte valor agregado.
En segundo lugar, a pesar del tipo de cambio alto, subsiste un fuerte sesgo antiexportador en nuestro sistema tributario. El impuesto de ingresos brutos acumula sus efectos distorsivos en los sectores de escasa integración vertical, típicamente donde predominan las pymes, las cargas sociales que pesan sobre la nómina salarial están entre las más altas de la región, y las absurdas retenciones a las exportaciones industriales (5%) absorben en muchos casos más del 50% de la utilidad neta de la empresa exportadora. En muchos sectores es conveniente vender en el mercado interno menores volúmenes antes que encarar un esfuerzo exportador de escasa rentabilidad.
Batalla regional
Finalmente, la Argentina está perdiendo la batalla por la captación de nuevas inversiones frente a países como Chile y Brasil, que ofrecen seguridad jurídica, estabilidad tributaria (en lugar de retener sobre las exportaciones devuelven impuestos) y un favorable clima de negocios. La sostenida prédica anticapitalista del Gobierno, la inseguridad personal y la creciente desvinculación de la Argentina con el mundo están haciendo estragos en el ánimo inversor. La incertidumbre energética y las continuas postergaciones de la reestructuración de la deuda agravan el panorama.
La política exportadora de la Argentina está a la deriva. Nuestra diplomacia está gobernada por consideraciones puramente ideológicas, imaginando ejes y alineamientos (Caracas-Buenos Aires) contra enemigos inexistentes, mientras se debilitan las relaciones con los países más prósperos (España, Italia, Alemania, Reino Unido, EE.UU., Chile). La apertura hacia el mercado chino es la única iniciativa promisoria, aunque entraña serios riesgos para numerosos sectores industriales (textil, plásticos, material eléctrico, metalmecánica, electrónica).
La mediocridad del Gobierno es de tal magnitud que ni siquiera ha sido capaz de instalar las bases de un debate nacional sobre el crecimiento exportador tendiente a delinear las políticas de mediano plazo. Se mantiene la creencia antisocial y absurda de que la persistencia de bajos salarios y alto tipo de cambio constituyen instrumentos suficientes para crecer.