N ° 04/2004
Buenos Aires, marzo 10 de 2004.-
Mientras la mayoría del periodismo y políticos analizaban los resultados de las elecciones primarias del “súper martes” del partido Demócrata una pequeña y simple noticia comentada al pasar señala el renacimiento del verdadero espíritu del federalismo y de la revolución norteamericana de 1776.
El mismo martes un condado de Vermont llamado Killington aprobó en un referéndum por arrasadora mayoría separarse de ese estado y pasar al de New Hampshire.
Vermont es el estado “más izquierdista, estatista” de los EEUU y su gobernador es nada menos que Howard Dean desde hace 12 años. Mientras tanto vecino a él está New Hampshire considerado hoy el estado menos intervencionista, menos regulador y además donde no se ha establecido jamás ni el impuesto a las ventas (un equivalente al IVA nuestro que en los EEUU es un impuesto estadual), ni alguna forma de impuesto a las ganancias. Reflejo de ese estado mínimo es la decisión de miles de familias “libertarias” de radicarse en New Hampshire a fin de reestablecer un estado bajo el marco de las ideas de los “Padres Fundadores” de los EEUU.
Los votantes y autoridades de Killington señalaron además que el condado recauda más de U$ 20 millones anuales en impuesto a las ventas (sales tax) pero el gobierno solo devuelve al mismo un millón de dólares anualmente. Saben que el gobierno y los demás habitantes de Vermont los están explotando y les han dicho: ¡Basta!
En otras palabras los ciudadanos de Killington reeditan la revolución americana en varios sentidos fundamentales empezando por no soportar tributos expoliatorios establecidos por otras personas. Solo aceptan los impuestos establecidos por sus representados. También rescatan el derecho de secesión, que es esencial al federalismo, ningún territorio está obligado a pertenecer a un estado que no desee.
Los ciudadanos de Killington dicen con su voto, basta de saquearnos. No aceptamos ser robados ni aún por el gobierno y los demás votantes del estado.
Y la lección es importante para pensar que también en nuestro país ese derecho debe ser establecido de forma tal que se evite la prepotencia política de gobiernos o de mayorías transitorias, de una región sobre otra. Es la mejor garantía que todo ciudadano, municipio, provincia puede tener de no ser explotado por otros, de ser bien administrado, de no ser un “esclavo” de los demás sin posibilidad de cambiar de amo por uno más benévolo o conveniente.
Imaginemos los distritos rurales de la Provincia de Buenos Aires cuyo peso electoral es mínimo frente al conurbano, pero su contribución a la creación de riqueza es altísima y por lo tanto pagan impuestos para recibir del gobierno de La Plata nada, ni seguridad, ni servicios de justicia, de salud y educación mejor no hablar.
El ejemplo de Killington también obligaría a que los restantes ciudadanos deban respetar a las minorías sin poder someterlas a trabajar y producir como esclavos de alguna mayoría.
El voto con los pies, el derecho de secesión es la forma de asegurarnos que nuestros gobernantes sean administradores, y no esclavistas. De ser ciudadanos y no esclavos a quienes cada tanto se nos permite votar quien será el amo más simpático para nuestra tribu.