N ° 03/2004
Buenos Aires, 29 de febrero de 2004.-
Esta vez en la revista Noticias Mario Firmenich revela secretos de aquellos jóvenes que quieren presentarse como idealistas perseguidos por sus ideas. El revelador reportaje de hace una semana nos muestra la verdadera condición mesiánica de los montoneros y del setentismo al que adhiere y hoy promueven Néstor Kirchner y su banda montonera.
Una de las cuestiones más relevantes es la acusación a Juan D. Perón de instigarlos en privado a crear milicias populares mientras en público condeno esa política. Es como que aun quieren esconder tras Perón su verdadera naturaleza genocida y comunista.
¿Por qué si Perón condeno esas actitudes e ideas en público debemos creer que en privado alentaba las mismas? Es la palabra de los enemigos de Perón quienes atribuyen esto, pero que claramente tienen el mismo fin que en los setenta, hacerse los buenitos con el peronismo.
También revela la tremenda hipocresía de los “juicios populares” como el entablado al General Pedro Eugenio Aramburu. Ellos decidían un objetivo político –en el caso sería enseñar que el “bando liberal no tenía impunidad” - y luego de secuestrarlo hacían una farsa de juicio cuya sentencia estaba dictada de antemano con un fin político.
“nosotros no hicimos un juicio, no constituimos un tribunal, no deliberamos una sentencia. La sentencia estaba escrita.... y nuestro fundamento era el pueblo montonero, rosista, federal”
Típica conducta del comunismo desde 1917 en la URSS, en China, en Camboya, en Cuba, Vietnam, Etiopía, Angola, Chile, Somalía, Nicaragua y tantos otros lugares hasta sumar más de 120.000.000 de víctimas. Pero que expone a todos la verdadera naturaleza de estos farsantes, que en realidad eran comunistas camouflados.
Además reconoce la inutilidad y falsedad del proyecto que promovían a sangre y fuego cuando expresa “la patria socialista era inviable por voluntad social. Creo que la sociedad argentina es muy conservadora” Sin embargo ellos secuestraban, mataban, ponían bombas y lanzaban a jóvenes a la lucha armada por esa quimera y ahora se suelta esta liviandad como si los muertos no fueran responsabilidad de ellos que lanzaron esa guerra.
Pero en tren de conocer la verdad de los años setenta Firmenich recuerda también que la orden de exterminarlos físicamente fue dada no por los militares en 1976 sino mucho antes cuando el partido Justicialista a través de su presidente de entonces, el senador Martiarena, en documentos reservados ya en 1973 y 1974 exhortaba el aniquilamiento físico de los terroristas que se presentan ahora como jóvenes idealistas.
También tiene un nuevo reconocimiento del “genocidio” de sus soldados que fue decidido desde la propia cúpula Montonera, integrada no solo por Firmenich sino también entre otros por Rodolfo Walsh, Horacio Verbitsky, Miguel Bonasso, Carlos Kunkel, etc. Implementando la “pastilla de cianuro” para evitar delaciones en caso de captura.
Esta decisión política solo dejo el camino de la muerte a los militantes terroristas del grupo Montoneros, no tuvieron otro destino que la muerte, y por muchas excusas que los comandantes den hoy, lo cierto es que ellos están vivos y esos jóvenes a quienes les pusieron el fusil, la pistola, las granadas, las bombas en la mano están muertos.
Porque la pastilla de cianuro fue impuesta para quedar seguros ellos mismos, para evitar que sus militantes los delataran.
¿Quién decidió aquellas muertes? ¿Fueron los jefes de las fuerzas de seguridad y las Fuerzas Armadas o la cúpula terrorista montonera? Y ello sin olvidar que la guerra la empezaron ellos mismos.
Firmenich habla con la tranquilidad de una conciencia amoral, de quien sabe que su impunidad está garantizada por sus cómplices en el poder mientras a quienes ellos obligaron a una guerra sucia son perseguidos por haber evitado que impusieran una “patria socialista” que el pueblo no quería.
No se trata de un tema menor cuando en nombre de los derechos humanos se niegan estos a los hombres de las Fuerzas Armadas, y de Seguridad por una guerra que ellos no comenzaron, sino estos ex jóvenes cuya amoralidad les permitió ordenar a todos sus militantes morir matando con un arma en la mano o bien tomando una pastilla de cianuro que les repartieron quienes no la tomaron.