N ° 17/2003
Buenos Aires, diciembre 10 de 2003.-
El escritor de esta carta vive en Los Ángeles, Estados Unidos. El y su esposa trabajan para el Gobierno federal.
Queridos Amigos y sus familias,
Espero que ustedes me darán unos pocos minutos de su tiempo de decirles algo que viví el lunes 27 de octubre.
Había estado en una conferencia en Anápolis, volviendo a casa el domingo. Como se puede recordar, el aeropuerto de Los Ángeles se cerró el domingo 26 de octubre a causa de los incendios que afectaron el control del tráfico aéreo. Mi vuelo, y muchos otros, se cancelaron y me hicieron la noche en Baltimore.
Al día siguiente cuándo fui a verificar en el mostrador United Airlines el lunes mañana vi a muchos soldados que volvían a casa de Irak. La mayoría del eran muy joven y todos vestidos en sus uniformes de camuflaje de desierto. Esto era como cambio de cuando ellos tuvieron que comprar la ropa civil en Kuwait para volar en casa. Un recordatorio visible que estamos en una guerra. Era probablemente bastante cercano de lo que eran una estación de trenes en la segunda Guerra mundial.
Muchas personas se paraban con nuestros soldados para hablar con ellos mientras pedían café en la línea de Starbucks o diciendo al cruzarlos apenas " bienvenidos a casa."
Además de todos los vuelos cancelados el domingo, el tiempo era terrible en Baltimore y los vuelos tuvieron que ser demorados.
Había muchas personas de mal humor y frustradas en el aeropuerto intentando regresar a casa, pero no vi a nadie que diera un mal trato a los soldados.
Ya en la tarde, un vuelo a Denver que llevaba varias horas demorado y el personal de United solicito voluntarios para renunciar sus asientos y tomar otro vuelo posterior . Casi no hubo voluntarios para cambiar el vuelo.
Finalmente, una portavoz de United se trepó al mostrador y dijo: "Compatriotas, como ustedes pueden ver hay muchos soldados en la área de espera, ellos sólo tienen 14 días de licencia y nosotros tratamos de obtener asientos para que ellos puedan ir a donde necesitan sin perder más tiempo del imprescindible en un aeropuerto. Nosotros les vendimos pasajes, y sobre vendimos el vuelo. Si podemos, queremos obtenerles asientos para que todos ellos puedan salir en este vuelo. Queremos que todos los soldados sepan que respetamos y sabemos lo que ellos hacen, que estamos aquí por ellos y nosotros los adoramos."
En ese mismo instante, la terminal entera llena de personas fatigadas de esperar su viaje, cansadas y malhumoradas, un corte transversal de nuestra América rompió en el aplauso sostenido y sincero, sentido desde lo más hondo de sus corazones. Los soldados miraron sorprendidos y con modestia la mayor parte de ellos solo miraban sus botas. Muchos de nosotros enjugábamos las lágrimas.
Las personas formaron fila para dejar sus asientos y tomar el vuelo posterior, todos los soldados fueron a Denver en ese vuelo.
Ese pequeño momento me hizo sentir orgulloso de ser un americano, y también me dijo por qué nosotros ganaremos esta guerra.
Si usted quiere mandar mi pequeño cuento pequeño a sus amigos y a su familia, siéntase libre de hacerlo. Esto no es alguna leyenda urbana, yo estaba allí, fui parte de ello, lo vi suceder.
Will Ross el Juez Administrativo del Departamento de Defensa
N. de la R. Viene a mi memoria como tratamos la sociedad argentina a todos nuestros soldados, oficiales, suboficiales y simples soldados y me cae una lágrima donde se confunden la tristeza y envidia. Me viene a la memoria la ausencia del Presidente Kirchner en el homenaje a los caídos por la patria, los asesores y funcionarios que integran su gobierno y hace 30 años mataban a nuestros soldados y policías para imponernos la dictadura genocida del socialismo soviético y guevarista. Y también nuestro olvido por quienes además de combatir los ejércitos terroristas, fueron a combatir en Malvinas. Y de corazón me digo no hay país en serio, no hay nación grande cuando se vuelve la espalda a quienes la defendieron y la defienden.