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N ° 15/2003

Buenos Aires, octubre 23 de 2003.-

INTOLERANCIA PROGRESISTA, LA CAÍDA DE RUSH LIMBAUGH

Hace algunas semanas el más popular conductor de radio en los EE.UU., Rush Limbaugh fue víctima del intolerancia progresista, su pecado es ser un republicano declarado y encima popular. La popularidad de Rush Limbaugh es altísima y su programa de radio es el más escuchado de todas las radios de EE.UU., transmitiéndose por 683 repetidoras. Ni siquiera eso pudo salvarlo de una feroz campaña de odio desatada por el periodismo izquierdista de los EE.UU., lo que me recordó el brillante artículo de Carlos Manfroni en La Nación llamado “El pecado de ser de derecha”, ya que el caso Limbaugh demuestra que es un pecado casi universal.

ESPN lo contrató a Limbaugh como comentarista para NFL Countdown, un muy popular programa que sale los domingos en la mañana para comentar las alternativas de la fecha de football americano.

Rush Limbaugh comento un domingo que “el mariscal de campo de los Phipadelphia Eagles, Donovan Mac Nabb (es negro) estaba siendo ‘inflado’ por el periodismo progresista”.

Lo cierto es que desde hace años muchos criticaban que hubiera pocos mariscales de campo negros, por lo tanto ahora que hay algunos existen muchos periodistas “progresistas” que hacen hincapié en el juego de ellos. La habilidad de estos jugadores es básicamente que además de pasar bien la pelota resultan buenos corredores en muchos casos, y Mac Nabb es un gran corredor. También es cierto que los deportistas negros por regla general son mejores corredores que los blancos y estos son mejores en los deportes donde se usa más el brazo.

Un día después el periodismo “progresista” denunció que el comentario de Limbaugh era racista. Cuestión claramente falsa porque Limbaugh se había referido a la actitud de algunos periodistas en inflar por demás a Mac Nabb y a su especial motivación para ello. Rush Limbaugh dijo la verdad sobre esos periodistas, y lo cierto es que los racistas serían ellos aun cuando Mac Nabb, a mí juicio, es uno de los mejores mariscales de campo de la NFL de hoy.

Pero la cuestión del supuesto racismo de Limbaugh se instaló rápidamente y tres precandidatos presidenciales del partido Demócrata llamaron a las autoridades de ESPN para pedir que se lo echara a Rush Limbaugh del programa. Actitud escandalosa como presión política a un medio independiente, y peor aún ESPN cedió a semejante intromisión para despegarse del supuesto racismo de Rush Limbaugh aunque los demás miembros del panel, aun los de color, declaraban que Rush Limbaugh no les parecía racista y no habían advertido que el comentario pudiera ser racista.

La prensa amarilla levanto una semana más tarde una historia donde acusaron a Rush Limbaugh de ser “miembro de una red de traficantes de recetas médicas para pain killers” (remedios muy potentes para calmar dolores físicos). La cantidad de pastillas que se acusaba de tomar a Limbaugh diariamente eran 92 durante varios años, lo cual hubiera sido mortal como dosis antes de pasar el primer día. Pero la acusación siguió.

Todo ello aunque Rush Limbaugh admitió tomar pain killers desde hacía tres años cuando luego de una operación de huesos siguió sufriendo fuertes dolores.

Para entonces el periodismo de izquierda, el progresista y pro Demócrata ya trataba a Limbaugh como si fuera el peor criminal y un racista imperdonable. Los mismos periodistas que se enojarían si uno les recordara que Howard Dean uno de los precandidatos demócratas que pidió a ESPN despedir a Limbaugh fue un alcohólico confeso.

¿Cuál es la diferencia? Que Rush Limbaugh cuando se supo del pasado alcohólico de Howard Dean celebro el esfuerzo de quien había luchado contra una adicción y la había vencido. La diferencia de Rush Limbaugh y esos periodistas izquierdistas está en la objetividad en el trato de los casos, en la que Limbaugh no tiene una doble moral, que condena por sus problemas o enfermedades personales a quienes piensan políticamente distinto como hacen con él hoy otros periodistas. 

Pero lo cierto es que la izquierda siempre desnuda su intolerancia, su falsa moral, sus dobles estándar por el cual jamás aplica un criterio similar a sus camaradas, sus candidatos que a quienes pensamos distinto.

No leí un comentario de ningún periodista siquiera comentando la peligrosa intromisión de los precandidatos demócratas y el peligro para la libertad de prensa que ha pasado a establecerse en los EE.UU. El caso de Rush Limbaugh desnuda cuan amenazada hoy está la libertad también en los EE.UU., porque la izquierda periodística es uniformemente intolerante y mentirosa en la mayoría de los casos.

 

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