N ° 13/2003
Buenos Aires, septiembre 11 de 2003.-
Hoy se cumplen 30 años del derrocamiento en Chile del dictador comunista Salvador Allende y muchos quieren cambiar la historia de Chile, de como Allende y la Unidad Popular (UP) habían instaurado una dictadura desde un voto minoritario. De cómo un proceso revolucionario destruyo la democracia más sólida por entonces de América del Sur.
La primera cuestión a esclarecer es que Salvador Allende no tuvo un voto mayoritario, sino poco más de un tercio de los votos presidenciales. La Unidad Popular obtuvo solo el 36,23% de los votos, mientras el Partido Nacional con la candidatura de Alessandri había obtenido el 34,89%. Ni aun la mayoría absoluta de votos no da ningún derecho para violar los derechos de las minorías, ni de un solo ciudadano, pero Allende ni siquiera tenía esa mascarada.
La noche del mismo 4 de septiembre de 1970 al saberse esos resultados la Unidad Popular amenazo con hacer estallar una Guerra Civil en caso que el Congreso de Chile en cumplimiento de la Constitución pudiere elegir presidente a Alessandri u otro candidato.
La Democracia Cristiana por entonces fuertemente influenciada por sectores pro marxistas, empezando por su derrotado candidato Tomic ante la amenaza de una guerra civil decidió proponer a Allende y la UP un documento de “garantías de los derechos constitucionales” que el mismo Allende firmó para declararle al propagandista del comunismo Regis Debray que lo había firmado sin ninguna intención de cumplirlo ya que lo importante había sido tomar el poder.
Salvador Allende era por entonces también presidente de la OLAS (Organización Latinoamericana de Solidaridad) una organización basada en La Habana financiada por el comunismo internacional y cubano, cuyo objetivo declarado era exportar la revolución comunista al continente con la siguiente declaración “la revolución armada es la única solución para los males sociales y económicos de Latinoamérica”.
El gobierno de la UP desconoció en forma constante las mayorías del Congreso de la coalición que terminaron formando allí la derecha y la Democracia Cristiana, como las decisiones judiciales. Ello al punto que los partidos de la oposición reclamaban en forma constante la intervención de las Fuerzas Armadas de Chile para hacer respetar las decisiones del Congreso y la Corte Suprema.
Veamos como Allende despreciaba el estado de derecho, la vigencia de la Constitución chilena y de poderes republicanos que no controlaba como la Corte Suprema, bajo el usual pretexto que representaban intereses burgueses y contrarrevolucionarios. El 26 de mayo de 1973, ante la negativa del gobierno a cumplir con una decisión judicial, la Corte Suprema resolvió por unanimidad dirigirse así al Presidente de la República: "Esta Corte Suprema se ve obligada a representar a Su Excelencia por enésima vez la actitud ilícita de la autoridad administrativa en su interferencia ilegal en asuntos judiciales, así como de poner obstáculos a la policía uniformada en la ejecución de órdenes de los tribunales del crimen; órdenes que, bajo las leyes vigentes, deben ser llevadas a cabo por dicha fuerza policial sin obstáculos de ninguna índole; todo lo cual implica un desprecio abierto y voluntario de los fallos judiciales, con completa ignorancia de las alteraciones que tales actitudes u omisiones producen en el orden legal; como se representó a Su Excelencia en un despacho anterior, actitudes que implican además no sólo una crisis en el estado de derecho, sino también el quiebre perentorio o inminente de la legalidad de la Nación".
La respuesta de Allende se hizo como en toda dictadura mediante un discurso público a los pocos días, que los jueces no tenían medios de responder. Allende afirmó "En un período de revolución, el poder político tiene derecho a decidir en el último recurso si las decisiones judiciales se corresponden o no con las altas metas y necesidades históricas de transformación de la sociedad, las que deben tomar absoluta precedencia sobre cualquier otra consideración; en consecuencia, el Ejecutivo tiene el derecho a decidir si lleva a cabo o no los fallos de la Justicia".
Como vemos la democracia constitucional y republicana ya había sido quebrada por Allende y la UP mucho antes de la segunda liberación de Chile.
Claudio Véliz, es un historiador y fue amigo personal de Salvador Allende, sostiene que los viajes de este a Cuba tuvieron "una incidencia fundamental en el proyecto que pretendía aplicar en Chile. Tras ver Cuba, Allende pensó que podía acortar el camino. Pero la verdad es que se apartó de la tradición chilena... No cabe ninguna duda que el gobierno de la Unidad Popular fue un desastre que nos llevó a la guerra civil" (El Mercurio, 28 de noviembre, 1999). Estas son palabras de quienes formaron parte de aquella revolución encubierta en formalismo electorales.
En 1973 el Senador Patricio Ayllwin, que luego alcanzo la Presidencia presento una moción que resulto aprobada donde se acusaba sin vueltas al gobierno de Salvador Allende de buscar establecer “una tiranía comunista”. Y quien fuera el Presidente de Chile que entrego el poder a Salvador Allende en una carta a Mariano Rumor, presidente de la Democracia Cristiana Internacional del 8 de noviembre de 1973 (es decir casi 60 días luego de la victoria contra el comunismo de la UP) "Trataron de manera implacable de imponer un modelo de sociedad inspirado claramente en el Marxismo Leninismo. Para lograrlo aplicaron torcidamente las leyes o las atropellaron abiertamente, desconociendo a los Tribunales de Justicia... En esta tentativa de dominación llegaron a plantear la sustitución del Congreso por una Asamblea Popular y la creación de Tribunales Populares, algunos de los cuales llegaron a funcionar, como fue denunciado públicamente. Pretendieron asimismo transformar todo el sistema educacional, basado en un proceso de concientización marxista. Estas tentativas fueron vigorosamente rechazadas no sólo por los partidos políticos democráticos, sino por sindicatos y organizaciones de base de toda índole, y en cuanto a la educación ella significó la protesta de la Iglesia Católica y de todas las confesiones protestantes que hicieron públicamente su oposición. Frente a estos hechos naturalmente la Democracia Cristiana no podía permanecer en silencio. Era su deber –y lo cumplió- denunciar esta tentativa totalitaria que se presentó siempre con una máscara democrática para ganar tiempo y encubrir sus verdaderos objetivos"
La revolución contra la democracia y la constitución chilena la hicieron Salvador Allende y sus camaradas de la UP. El 11 de septiembre las Fuerzas Armadas Chilenas hicieron una contrarrevolución deteniendo el avance del comunismo por primera vez en el orden mundial. Lo que no es poco.
Las Fuerzas Armadas chilenas habían recibido pocos días antes un “acuerdo” del Congreso que les reclamo la “restauración de las leyes del país”. Es que la tiranía de Allende y la UP se habían alzado con la suma del poder desconociendo a los poderes legislativo y judicial., quienes entonces se volvieron a sus Fuerzas Armadas para reclamarles restaurar el orden constitucional que el mismo Presidente Salvador Allende había violentado.
Y veamos la amenaza del diputado Jorge Insunza (comunista e integrante de la UP) en el debate del Acuerdo legislativo que reclamaba al Presidente Allende Salvador cumplir la Constitución ”si se aprueba el proyecto de Acuerdo, fuerzas extranjeras invadirían de inmediato el país”. Es de destacar que este diputado antes de proferir la amenaza pidió que la sesión de transformara en secreta como forma de evitar que ella quedara en descubierto de todo el pueblo chileno.
Es por esa derrota del comunismo que la izquierda no perdona la liberación del pueblo chileno del 11 de septiembre de 1973, no por otra cosa. El comunismo estuvo vivo y con fuerza, mediante el mito del modelo inevitable, de una fuerza arrolladora que Occidente no podría detener, tal vez demorar en su llegada definitiva. Cuando no pudo expandirse más, cuando comenzó a retroceder sus contradicciones internas, sus crímenes comenzaron a resquebrajar el sistema totalitario autor del genocidio más importante de la historia humana.
Es muy bueno analizar quienes pretenden condenar aquella segunda liberación de Chile, ya que son los mismos que apoyan sin rubor alguno al genocida Fidel Castro luego de 44 años de sangrienta tiranía en Cuba. Personas como el autor español Saramago que ante 3 nuevos fusilamientos solo dijo “hasta aquí he llegado” para explicar porque dejaría de apoyar a Fidel. Pero sus palabras son las de quien quiere así disolver que apoyo los miles y miles de fusilamientos anteriores, la exportación de la revolución marxista por toda América y parte de África. Con torturas, desapariciones, muertes por razones políticas, secuestros extorsivos, etc. y la provocación de la reacción de las fuerzas armadas y de seguridad frente a la guerra revolucionaria y terrorista que llevaron a cabo.
Fidel Castro lleva más de 44 años de sangrienta dictadura, sigue siendo el culpable de gran parte de las matanzas sucedidas desde 1960 en toda América latina, donde pretendió exportar su revolución comunista, pero a esos supuestos líderes de la democracia no les importa, por el contrario quieren estigmatizar e imponer casi a fuego que Augusto Pinochet y los demás militares chilenos fueron no unos libertadores, sino unos genocidas.
Extraña situación donde una vez más las palabras y la mentira parecen ser más importantes que la realidad y los hechos. Pinochet dejo tras de sí un Chile en crecimiento, en progreso, libertad y con una democracia estable, lo hizo en 16 años de gobierno.
Mientras Fidel Castro en 44 años solo ha producido muerte, torturas, hambre, pobreza y prostitución.
Pero a quien debe condenarse es a Pinochet no a Castro, ya que obviamente a cometido el grave pecado de establecer un sistema de economía social de mercado llevando progreso a todos los chilenos. Y para ello además terminó con una dictadura comunista. Eso les resulta imperdonable.
Los que pretenden homenajear a Salvador Allende, presentarlo como un hombre de paz e idealista bien podrían condenar a Winston Churchill y Theodore Rooselvet por los bombardeos de Alemania, o a Truman por lanzar dos bombas atómicas para terminar la segunda guerra mundial. Porque su lógica es la de condenar la reacción tapando la agresión previa.
Son personas que con su lógica podrían haber condenado al coronel del Ejército Alemán von Stauffenberg, en caso de haber tenido éxito su intento de golpe de estado, porque Hitler había sido elegido por el voto de los ciudadanos. Son los que confunden votación y democracia, los que dirían que Fidel Castro ha sido votado por su pueblo sin que se les mueva un pelo.
Alguno podrá creer que es un exceso, pero lamentablemente es la lógica del homenaje a Allende, que sería como hacerle un homenaje a Hitler ya que ambos habían sido elegidos por una votación popular. Lo cual además es falso ya que ambos asumieron el poder siendo minorías electorales por decisión de sus congresos. Pero desde el poder sí ambos montaron sangrientas tiranías y destruyeron la democracia de sus países.
Sucede que la guerra misma es un “exceso”. Que no hay forma de hacer guerra sin violencia, pero resulta inmoral condenar la reacción frente a la agresión. Y en la guerra revolucionaria quienes eligieron las reglas fueron los comunistas, por el contrario para todas las fuerzas armadas institucionales se transformó de hecho en una ruptura de toda doctrina de combate regularmente establecida luego de siglos de guerras entre estados. Soldados sin uniforme, camuflados entre civiles, y todo el restante arsenal del terrorismo obligaron a ese tipo de guerras.
En septiembre de 1973 en Chile el comunismo sufrió una derrota importante que desorganizo los planes terroristas y revolucionarios de poner a las demás democracias de América del Sur entre las pinzas de las revoluciones cubana y chilena. Además quedo al descubierto que la única oportunidad en que los comunistas habían llegado al poder mediante un sistema de elecciones lo habían usado como medio pero con el mismo sectario y genocida proyecto de establecer una dictadura pro soviética.
Hoy se cumplen 30 años de una importante y trascendente derrota del comunismo mundial. Esa victoria sucedió en Chile donde se derrotó la dictadura de la UP que encabezo Salvador Allende.
Hace 30 años Chile iniciaba su segunda liberación, tal vez la más difícil de su historia, porque tenía frente a sí a un enemigo cruel, inhumano y despiadado que sentía que su victoria era inevitable.
30 años después Chile goza de una sólida democracia, apoyada en una economía social de mercado siendo la sociedad más libre y progresista de América Latina.
¡Salud Chile! ¡Salud a tus libertadores!