N ° 11/2003
Buenos Aires, agosto 15 de 2003.-
"El golpe lo dimos todos los chilenos. Nosotros. Los sectores políticos", afirma el ex diputado comunista. Y agrega: "Yo hacía discursos incendiarios. Yo levantaba a la gente... Alentaba la lucha de clases, el término de una clase por otra..., con vino tinto y empanadas como decíamos para darle una peculiaridad distinta... En la UP se postulaba el socialismo, donde no iba a haber sino una educación, una televisión, un diario, una filosofía, un partido único, todo lo que ocurría en el socialismo real..."
RAQUEL CORREA
¿Es bueno recordar tanto el 11? ¿O es mejor olvidar?
- Es bueno. Además, no hay decreto posible que obligue a olvidar. Yo creo que hay que recordar, tener muy vivo todo lo que ocurrió.
Este hombre de más de 70 años, le han ocurrido tantas cosas, que vale la pena escucharlo. Es el mismo Guastavino que figuró en las listas de los más buscados, el que se refugió en una embajada, el que vivió 10 años en el exilio como activista contra el gobierno militar, el que entró varias veces al país disfrazado de cuanta cosa imaginable. De carbonero, de argentino, de gordito de pelo negro. El mismo que en el pasado predicó el comunismo, apasionadamente, con dictadura del proletariado y lucha armada.
- Y ahora, disfrazado de Intendente...
- No - replica, rotundo y ágil, con su voz microfónica de profesor de castellano. Si bien parece algo dolido, lo disimula bien, encaramado en el piso 19 de la Intendencia, con el océano y los buques frente a sus ojos, con los cerros porteños al alcance de sus manos. Difícil encontrar en todo el mundo un escenario más hermoso que éste para ocultar la pobreza. No estoy disfrazado. Éste es Guastavino, a cargo de algo grande. Un anfibio que volvió al mar. Me siento realizado, cumpliendo mis sueños. Vinculando a los más desposeídos con el mundo empresarial. Pero - advierte- lo que hay que recordar más es lo que causó el golpe. Porque lo que ocurrió después obnubila el análisis severo y riguroso de los políticos.
- ¿Qué impera en usted? ¿La razón o la emoción?
- La recta combinación de ambas. A nadie se le puede pedir que olvide.
- ¿No quiere olvidar?
- No quiero olvidar porque no necesito olvidar para poder ser una persona que contribuye a la reintegración de este país. Mi convicción profunda es que Chile ha sido un país desintegrado y el deber patriótico, democrático, es trabajar por su reintegración. Un deber de todos, especialmente de los hombres públicos de uno y otro sector. Es una convocatoria a la grandeza.
- ¿Qué responsabilidad está dispuesto a reconocer en el golpe del 73?
- El 11 de septiembre es una fecha precisa donde ocurrió lo que ocurrió. No se puede resolver un correcto análisis de eso si no se piensa en el 10 de septiembre, en el 9 de septiembre, en el 6 de agosto, en el 6 de julio. Si se mide todo desde el 11 de septiembre del 73 se imposibilita el análisis responsable de quién dio, verdaderamente, el golpe.
- ¿Y quién lo dio?
- Los chilenos. Nosotros. Los sectores políticos. La irresponsabilidad con que llegamos a lo que se llegó.
Y se pone a hablar, como en una catarsis:
- El gran problema fue propio del siglo XX. Una dicotomía en la cual la sociedad dejó de ser sociedad y se transformó en barricada. Allá los buenos, acá los malos, los progresistas, los reaccionarios, los derechistas, los izquierdistas. Una dicotomía que va contra la inteligencia. Y en eso caímos muchos. Yo caí ¡40 años de mi vida!
- ¿Cómo se lo explica?
- Porque la utopía era deslumbrante. Enceguecía. Científicos, intelectuales, gente sumamente preparada en todo el mundo cayó seducida por esa utopía preciosa. Los desarrapados, los miserables van a cambiar de vida. Sentirse uno protagonista de la posibilidad de que llegara una primavera humana distinta, justa, superior, eso obnubiló y produjo lo que produjo, no sólo en Chile. Pero esa teoría fracasó estrepitosamente.
Y no por hermosísima puede dejarme contento no pensar en cómo fue posible que yo proclamara el término de un sector socioeconómico como el del mundo empresarial. No concibo ahora que eso me haya ocurrido. La lucha de clases, el término de una clase por otra. Y lo que se postulaba, aunque fuera con vino tinto y empanadas, como decíamos para darle una peculiaridad distinta... En la UP se postulaba honestamente el socialismo donde no iba a haber sino una educación, una televisión, un diario, una filosofía, partido único, todo lo que ocurría en el socialismo real... La Unión Soviética cayó sin que llegara un solo tanque. 60 millones de comunistas - cuatro veces la población de Chile- y Gorbachov abrió un poco las ventanas y el ventarrón de la li-ber-tad, que nunca fue resuelto por el socialismo, entró a raudales.
- Ustedes decían que era la libertad para morirse de hambre...
- ¡Exactamente! Porque todo esto va lleno de discursos muy elaborados. La responsabilidad que yo siento ahora es enorme. Chile está cargado de responsabilidades pero yo respondo de las mías.
- ¿Cuál es su responsabilidad?
- Yo instigué. Yo hacía discursos incendiarios con esa utopía. Yo levantaba a la gente. Organizaba juntas de vecinos, sindicatos, poblaciones, estudiantes para la consecución de ese logro que, honestamente, creía esplendente para el ser humano. Es una responsabilidad tremenda, no delictual.
- Pero se pasó de las palabras a las armas...
- Bastaba el discurso. Aquí se polarizó la sociedad a través del discurso, del planteamiento ideológico.
- ¿Se olvida del MIR, del Frente Patriótico...?
-No me olvido. El Partido Comunista jugó un papel de tremenda responsabilidad dentro de ese cuadro. Llegamos a un punto sin retorno.
- ¿Ustedes también tienen las manos manchadas de sangre?
-Es una manera de decirlo. Yo no tengo nada que ver con algún acto de sangre. Pero murió mucha gente y tenemos una responsabilidad que no sólo cae sobre los que se hicieron cargo del país. La política que nosotros llevamos en los tiempos finales, esta ideología que yo sustentaba, iba inevitablemente a un choque que tenía que producir efectos tremendos.
- Yo me siento profundamente responsable del golpe. Y espero que mi reflexión contribuya a juntar a la sociedad hoy día, dentro de un respeto que en esa época no existió. Ahora, ¿qué pasó del 11 de septiembre para adelante? ¡Eso es otra cosa! Lo que quiero decir es por qué llegamos adonde llegamos.
-Por la aplicación de nuestra ideología. Las tomas que se producían, el respaldo irrestricto a movimientos de obreros y campesinos espontáneos o prohijados por nosotros. Yo hacía discursos que levantaban a la gente contra el sistema establecido. Chile es el país que tuvo el movimiento social más grande que yo conozca. El movimiento estudiantil desde el año 20 hacia adelante; de pobladores, de obreros agrícolas, enormes juntas de vecinos, el movimiento sindical desde Recabarren. Un movimiento social ¡impresionante! que respondía a una potencia ideológica y política en que la izquierda era muy fuerte. Comunistas y socialistas éramos un tercio en el país.
La inmensa mayoría, desde la izquierda hasta la Democracia Cristiana, pugnaba por un cambio social. Desde el cristianismo, la socialdemocracia o el marxismo leninismo. Una mayoría impresionante. El sindicato chileno nació para cambiar la sociedad chilena. Esa esperanza, ese sueño hace participar a la gente. Y, finalmente, ocurrió lo que ocurrió.
-¿Es menos atractivo convocar a construir la democracia que a construir la dictadura del proletariado?
-Construir la dictadura del proletariado hoy día no convocaría a ¡nadie! Pero no convocábamos a construir la dictadura del proletariado sino el socialismo y sabíamos que hacia allá teníamos que ir. Habíamos vivido la dictadura de la burguesía - según el lenguaje de aquella época- y teníamos que llegar a ser todos uno solo, pasando por un período de dictadura del proletariado. No pensamos qué consecuencias tendría eso... Pero la idea del socialismo - que todos fuéramos convivientes de una sociedad igualitaria, solidaria- era muy, muy atractiva. Todavía hay gente que tiene la resonancia romántico-social de esa cosa maravillosa.
- ¿Atribuye toda la responsabilidad a la extrema izquierda?
-No. También hay una responsabilidad indudable del sector medio de la Democracia Cristiana. Nadie del campo civil puede hacerse a un lado. Había odio. Y el odio es enemigo de la inteligencia. La inteligencia es un valor y no puede aplicarse a cosas negativas y negras.
- Yo - continúa- era un comunista convencido, muy integral. Abnegado, entregado. Para mí era una misión. Fui de la Asociación Cristiana de Jóvenes, estudié en colegio de sacerdotes. De comunismo no sabía nada pero el tema de los pobres y de los ricos me tenía obsesionado. Las diferencias sociales tan brutales me conturbaban.
Y recuerda, como si estuviera pasando ahora, delante de sus ojos, lo que vio un día del año 49 mientras esperaba el tren en la estación de La Serena.
"Un tren de La Calera al norte repleto de hombres modestísimos. Pregunté quiénes eran esos hombres que cantaban la Canción Nacional con el puño en alto y me dijeron 'son comunistas'. Eran presos políticos que llevaban al campo de concentración de Pisagua... Eso no lo podré olvidar en el resto de mi vida".
Pero después de 40 años de comunista ferviente, ese mundo se le hizo pedazos, como lo consigna en su obra "El derrumbe de las catedrales". Recuerda:
- Había justificado los tanques soviéticos invadiendo Praga el 68. Había surgido el eurocomunismo, pero yo era contrario a eso porque los comunistas chilenos éramos de un dogmatismo... En Italia me tocó Afganistán. ¡Tremendo! Diez años tropas extranjeras para defender la revolución... Me tocó Walessa. Y eso me golpeó muchísimo: los mil años de catolicismo de Polonia y, sin embargo, llega el socialismo y las iglesias se cierran y la gente no tiene derecho a ir a rezar. Todo eso me iba llegando, y sentía que algo no andaba.
- Curiosamente fue la política del Partido Comunista de Chile y en Chile, con el Frente Patriótico Manuel Rodríguez, y la negativa en la práctica para inscribirse en los registros electorales, lo que terminó por abrirme los ojos. No fue el cúmulo de problemas ideológicos lo que estalló en mi interior sino el preguntarme por qué no estamos con los demás en la lucha contra la dictadura, por la libertad y la democracia. Se creaba el tremendo movimiento del comité por las elecciones libres con mi amigo Sergio Molina, Aylwin, Jaime Castillo. Y nosotros, en otra.
- ¿En la lucha armada?
- Claro, pero -reflexiona- ¿qué impide que reconozcamos eso? El que desde el 11 en adelante ocurrieron las atrocidades con lo cual se levanta el gran pretexto para no reconocer las responsabilidades reales que tenemos nosotros en este cuadro. Esos tres años de discusión, de vuelta en Chile, me llevaron a leer de nuevo a Marx y Engels. La dictadura del proletariado. Y vi que no era Stalin el culpable sino ¡Engels y Marx! Porque la teoría viene así. Es cuestión de leerlos para darse cuenta.
- ¿Era inevitable el golpe militar?
-Era inevitable la interrupción de ese proceso. Esa realidad no podía continuar. La forma en que se interrumpe y cómo se sigue de ahí en adelante es lo que impide un análisis sereno. Una gran interrupción sin necesidad de todo lo que vino después.
-Lo justifican porque hubo "guerra irregular".
-Una resistencia mínima. A las siete de la tarde de ese día ya estaba todo clarito. Hubo guerra por parte de un sector: las FF.AA. que tenían la idea errada de que por la UP venía una reacción violenta.
-¿Qué solución espera para el problema de los derechos humanos?
-La solución ya está dándose. Están los procesos. Creo que no hay fórmula mejor que lo que está ocurriendo en Chile . Debemos tener la grandeza de sanear esta sociedad. No puede haber una ley que ponga fin a esto, hay asuntos que tienen que resolverse en los Tribunales de Justicia. Longueira ha traído de vuelta esto, pero no es posible que se ponga de acuerdo la superestructura cuando la estructura tiene sentimientos. Debemos trabajar para que esto nunca más ocurra, sobre la base de mantener vivo el recuerdo horrendo de que eso pasó algún día.
-¿Qué le resultaría insoportable?
-El "borrón y cuenta nueva". Es inviable. Nada de punto final, sino una gran convocatoria a los chilenos. La sociedad chilena viene caminando muy bien en esto. Aquí hay reparaciones, hay procesos. Sólo hay que agotar los medios para encontrar los restos de los desaparecidos.
-¿Y qué castigo debieran recibir los que instigaron la revolución?
-¡Ufff! Todo lo que hemos sufrido, ¿le parece poco? Además, la palabra castigo no cabe en la lucha política que es una secuencia histórica.
-Pero, ¿cuando la lucha política desemboca en la lucha armada?
-La gente de izquierda que cometió atrocidades, crímenes, también merece castigo.
Luis Guastavino Córdova, Profesor de Castellano U. de Chile con postgrados en Europa y EE.UU., 71 años. Estudios: Colegios David Trumbull y Salesiano. Miembro del partido Socialista de Chile, Diputado por Valparaíso por tres períodos. Exilio en Italia. Asesorías en ONU, Ginebra y Nueva York. Hoy: Intendente de Valparaíso (Desde 9/IV/2003).
N. del autor: sería bueno que muchos argentinos tuvieran esta grandeza frente a nuestra historia, que supieran aceptar que el 24 de marzo de 1976 y el gobierno militar que surgió ese día no fueron algo enloquecido sino la consecuencia de la sinrazón de muchos otros antes, de la violencia de algunos y de sus errores, de las prédicas equivocadamente violentas de periodistas, profesores, sacerdotes y políticos.