N ° 7/2003
Buenos Aires, mayo 28 de 2003.-
Doña Cristina Fernández de Kirchner ha declarado que ella no será la “primera dama” sino la “primera ciudadana”. En realidad es la “primera equivocada”, porque en esta república desde la Asamblea General del año 1813 se han abolido esos rangos, y todos somos ciudadanos de primera. Mi madre, mis hermanas, mis amigas y millones de mujeres que no conozco son ciudadanas de primera, y mucho más que ella.
Será Senadora Nacional y es la primera dama aunque quiera hacerse la revolucionaria francesa de 1789, porque eso es un tratamiento protocolar y solo el infantilismo permite no ridiculizar su pretensión de ser la primera ciudadana.
Porque las ciudadanas no malversan caudales públicos mandando aviones sanitarios de una lejana provincia que gobierna su marido para buscar un senador que venga a votar desde otra provincia subtropical. Ni tienen tiempo y dinero ajeno para cada mañana tratarse una hora con maquillajes. Y no es que sea malo que lo haga sino que por políticos como ella la gran mayoría de las argentinas sufren privaciones.
No comparto la gran mayoría de sus ideas, pero respeto su capacidad como dirigente política, su preparación, no me agrada que ahora nos subestime con este tipo de afirmaciones baratas.