N ° 4/2003
Buenos Aires, abril 15 de 2003.-
Como todas las campañas militares al terminar comienzan los análisis de porque la derrota, porque la victoria. Habrá muchos y en la medida en que se vaya sabiendo más del derrumbe de Irak más tinta correrá. Mientras tanto algunas cuestiones militares podemos comenzar a señalar.
La URSS se quedo estancada más de 10 años en Afganistán y al fin tuvo que retirarse derrotada, ello sirvió para que los “expertos” de costumbre pronosticarán la imposible conquista de Afganistán por los EEUU y la llegada de un nuevo Vietnam. No solo no hubo un nuevo Vietnam, sino que tampoco sucedió un nuevo Afganistán.
La otra cuestión que los “expertos” insistían en señalar era la “inutilidad de la ofensiva aérea”. Si bien es claro que una ofensiva aérea no puede ganar una guerra porque más tarde o más temprano la infantería debe ocupar el territorio, lo cierto es que la tremenda superioridad aérea y tecnológica de los norteamericanos ha permitido campañas militares casi “quirúrgicas”. Es decir de una precisión muy elevada que prácticamente solo produce bajas en los objetivos.
La capacidad de aniquilamiento del enemigo con el poder aéreo que han desarrollado los norteamericanos escapa a lo que se conoce al punto que los “expertos” militares en su gran mayoría hacen análisis errados en forma permanente.
La segunda cuestión en que los norteamericanos siempre demostraron una superioridad ha sido su capacidad logística. No hace falta remontarnos a los desembarcos de la Segunda Guerra Mundial, a la alta condición de vida que siempre dan a sus tropas, pero tanto en la Guerra del Golfo como en Afganistán demostraron la enorme capacidad de poner equipos y tropas en pocas horas en cualquier punto del planeta.
Durante esta campaña de Irak la logística norteamericana alcanzo niveles de excelencia superlativa. Sus blindados casi no tuvieron fallas mecánicas, ni sus vehículos todo terreno, camiones, solo algunos helicópteros (debe considerarse la complejidad mecánica de los mismos sometidos al desgaste de arena y salinidad), todas las unidades tuvieron combustible, agua, alimentos, municiones y soporte mecánico permanente pudiendo avanzar a una velocidad pocas veces vista.
El uso de blindados, tanques M1 Abrams, y Challenger, transporte de tropas, Bradley M 47 y Warrior, ha demostrado que aún el concepto de guerra relámpago funciona. Y aún más que el conjunto de blindados de los aliados norteamericanos y británicos permitió no tener casi bajas por fuego enemigo.
No es una cuestión menor destacar que en Irak las tropas aliadas superaban los 200.000 hombres y sus bajas por fuego enemigo fueron menos de 100 muertos, mientras en Malvinas en una campaña más corta y con solo 6.000 hombres desembarcados los ingleses sufrieron más de 300 bajas.
Cuando veo las cifras y condiciones de combate, también viene a mi memoria los días de 1982 y me siento obligado a destacar el valor de nuestras tropas y su capacidad de combate. Causaron más bajas y resistieron más en términos reales que los iraquíes, y en condiciones de aislamiento y dificultad climática más alta que en Irak. Aún cuando pueda discutirse la conducción política de nuestra nación en el conflicto de 1982, empezando por la decisión de tener una guerra con las democracias occidentales, creo que podemos reivindicar una vez más a nuestros soldados, suboficiales y oficiales que combatieron en Malvinas.
En lo demás los “analistas” deberán revisar sus apuntes personales. Sus análisis militares bajo doctrinas europeas, e historias del siglo pasado son un error en cuanto a las doctrinas y equipos, planificación y ejecución de las fuerzas armadas de los EE.UU. Predijeron que el desierto se tragaría a los blindados, que la campaña sería de unos días, después como no terminaba en 3 días que sería de varios meses, que Bagdad y Basora serían dos Stalingrados y fueron tomadas casi sin bajas.
Hay mucho por aprender de estas campañas, ciertamente es parte de ello la enorme capacidad de fuego aéreo de los EE.UU., su excelencia en la logística, en la planificación y ejecución.